domingo, 1 de octubre de 2017

LA CUCAÑA DEL SEPARATISMO CATALÁN.


A propósito del falso referéndum de autodeterminación del 1-O 2017 en Cataluña.




No he de callar, por más que con el dedo,
ya tocando la boca, o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.
¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
-Francisco de Quevedo (1580-1645)-.

“En mi opinión, el tema catalán resulta un problema histórico artificial,
creado por unos intereses espurios
difíciles de entender para el resto de españoles”
-Del contenido textual-.






Palabras previas, a modo de introducción.
Seré sincero, siempre he sido algo cocinillas, de niño me gustaba ayudar a mi madre en la cocina, probaba pelar patatas y freírlas. Las patatas fritas que se hacían en casa de mis padres no eran las tradicionales, se diferenciaban en la forma de cortarlas, por eso mis preferidas son las que se cortan en lonchas, encima de las cuales se pone un huevo frito. De esta forma, ayudando a mi madre en los fogones aprendí los rudimentos de la cocina, de las ollas y sartenes, guisos y frituras.

Actualmente soy una persona mayor, de profesión jubilado, pero en la distribución de las faenas del hogar sigo haciendo lo mismo que en los últimos treinta años, sólo que nuestros hijos –los de mi mujer y míos- ya no viven con nosotros. Todas las mañanas cuando me levanto hago lo mismo –sin duda soy un hombre rutinario: sin rutina no se puede hacer nada-: primero voy al servicio para un aseo rápido de cara y manos, luego voy a la cocina para preparar el desayuno -mientras mi mujer se arregla para el trabajo.

Nuestro desayuno es tradicional, café con leche y cereales, tostadas de pan integral con mantequilla y mermelada. A veces tomamos un vaso de zumo previo al café con leche, o un simple vaso de agua. Sin embargo, antes de sentarnos a la mesa preparo el desayuno de los pájaros. No tengo pájaros de jaula, ¡qué horror! Mis pájaros son gorriones silvestres a los que pongo alpiste y unas mollas de pan duro en un tarro de barro en el balcón. Junto al tarro con el alimento pongo otro similar con agua del grifo, para que las avecillas beban. Les pongo la comida, silbo una tonadilla y enseguida se llena el balcón de gorriones. El gorrión común (Passer domesticus) es un ave muy común, que ha hecho modificaciones genéticas en su estructura craneana y metabólica para adaptarse al hábitat humano, una de ellas es la producción de amilasa, para asimilar el almidón, tan habitual en la alimentación humana. Además, son bioindicadores de la salud ambiental de pueblos y ciudades, y cuando un lugar se deshabita ellos desaparecen. En Europa ha desaparecido el 60% de los gorriones en los últimos treinta años, parece que se debe a la mala calidad del aire en las ciudades, a las construcciones modernas, que impiden la nidación, a la alimentación... y al cambio climático, en general. Ciertamente, el tema de los gorriones da para mucho...

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Detalle de bandera nacional española en el balcón de una casa de Torrebaja (Valencia), el 1-O 2017.

Decía que de esta forma, mientras desayunamos les vemos comer. Resulta agradable ver cómo comen estos frágiles seres voladores, las luchas de poder que se establecen entre ellos, su agilidad y extraordinaria viveza, a más de inteligencia. Y en época de cría, ver cómo las madres dan de comer a los hijos, los gurriatos. En muy curioso el comportamiento de estas humildes aves: los  machos son algo más corpulentos que las hembras, y llevan a modo de corbatilla negra en la parte anterior del cuello. Las hembras son más finas de cuerpo, más esbeltas y tímidas, aunque a veces se enfrentan a los machos: debe ser cuestión de hambre. A mi mujer le hace mucha gracia ver a los pájaros comer y beber. A mí también me divierte, y creo que no hago mal a nadie con esta sencilla práctica.

Concluido el desayuno me pongo a fregar. En casa no tenemos fregaplatos, ni lo tendremos mientras yo pueda fregar, porque me encanta fregotear. Utilizo guantes y agua fría, reservando la caliente para las ollas o platos muy engrasados, cuando los hay. Lo primero es ordenar las piezas, primero el cristal, después la loza y la cubertería, en último lugar las ollas y sartenes de metal. Primero las enjabono, después las enjuago y pongo en el escurridor. Los cubiertos los coloco también ordenadamente, los cuchillos en el centro, con la punta hacia abajo. Los tenedores con los tenedores, las cuchara con las cucharas, las cucharillas con las cucharillas... Mi lema para fregar es el mismo que he seguido en otros aspectos de la vida: método y orden. Con este sistema me he evitado muchos problemas.

Se me olvidaba decir que lo primero que hago cuando llego a la cocina es poner la radio, una radio pequeña que tenemos sobre el microondas. Siempre está puesta en la misma onda, cuando vienen nuestros hijos eligen otras emisoras, porque los jóvenes tienen otros gustos, aunque dudo que mejores. Antaño escuchaba a Luis del Olmo (Protagonistas), después a Carlos Herrera (Herrera en la onda), ahora a Carlos Alsina (Más de uno). Cada uno de estos programas -como los periodistas que los han conducido- tiene sus peculiaridades, aunque todos ellos me gustaron en su momento, al menos los he escuchado con más agrado que los de otras emisoras. Dentro de estos programas mi sección preferida es el editorial y la tertulia. Los tertulianos suelen variar con los días, cada uno con sus puntos de vista, y argumentos. Enseguida se les ve su posicionamiento, cuando lo tienen. Mis preferidos son los liberales. Hay otros que parece que les paguen desde algún partido, porque siempre apuntan en la misma dirección, son los llamados paniaguados.

  

La cucaña del separatismo catalán vista desde el Rincón de Ademuz.
En los últimos meses –por no decir años- un tema ineludible es la cuestión catalana, que del nacionalismo moderado ha pasado al separatismo radical. Comprendo que es un tema de actualidad que hay que tratar, pero también un contenido que aburre, crispa y enerva. Como si en España no existiera otra comunidad que la catalana. En épocas anteriores ocurría igual con el País Vasco y el terrorismo etarra. Cuando comienzan con el tema de Cataluña me dan ganas de apagar la radio, pero nunca lo hago porque entiendo que el asunto es importante y hay que estar enterado de lo que ocurre.

En ocasiones he oído hablar del anticatalanismo, de la catalanofobia. No creo que en España exista este sentimiento contra esa parte del territorio nacional; ni contra ninguna otra. Al menos yo no lo tengo, ni lo he visto nunca en mi familia. Cuando digo mi familia me refiero a la de los padres y abuelos. La mayor parte de mi familia materna –originaria de El Cuervo (Teruel)- vivió durante décadas en Barcelona, y esto desde los años veinte del siglo XX en adelante. Aunque al comienzo del siglo estuvieron en Madrid, donde nació mi madre. Mi abuelo José Garzón Casino fue Guardia de Seguridad en Madrid, Teruel y Barcelona, dos de mis tías se casaron con catalanes de prosapia: Torredefló y Vallvé Gastó. Nada que objetar, la relación con ellos fue siempre cordial, amistosa, familiar. Yo mismo pasé los años de mi adolescencia en Barcelona estudiando el Bachillerato en un colegio que había en la calle Cerdeña, esquina Córcega (el Patronato de la Sagrada Familia y San Ignacio de Loyola), desde 1964 a 1970. Si fuera cierto lo que decía Mingote, que uno es de donde hace el Bachiller, yo sería catalán, aunque sea valenciano del Rincón de Ademuz por nacimiento.

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Detalle de bandera nacional española en el balcón de una casa de Torrebaja (Valencia), el 1-O 2017.

En mi opinión, el tema catalán resulta un problema histórico artificial, creado por unos intereses espurios difíciles de entender para el resto de españoles. Al menos yo no lo entiendo, ni comparto los argumentos que lo  aplauden, defienden y sustentan, toda vez que la Comunidad Autónoma de Cataluña, junto con la vasca, son las más privilegiadas, ricas y avanzadas. ¿De qué se quejan los catalanes nacionalistas y separatistas, cómo pueden justificar su odio a España, acaso hay alguien que menosprecie su cultura: bailes, gastronomía, lengua, tradiciones...? Si hay gente que los desdeñe será por la machaconería de los medios de comunicación, que harta al resto de la ciudadanía con el monotema diario. Es por ello que a veces he oído decir “Que se vayan de una vez estos catalanes separatistas y nos dejen en paz”. ¡Eso quisieran ellos! Pues yo no quiero que se vayan de ninguna manera, además de que no pueden hacerlo. Al menos eso espero. El argumentario nacional-separatista se base en cuestiones históricas tergiversadas, en cualquier caso falsas. Cataluña jamás ha sido un estado independiente, desde Carlomagno a la Corona de Aragón. Resulta incluso una patochada hablar de ello. Si alguien tiene alguna duda no tiene más que consultar los libros serios de historia. Pero es absurdo pretender utilizar la razón histórica con un Gobierno de la Generalidad instalado permanentemente en la mentira. No debemos olvidar el dicho: una mentira mil veces repetida acaba convirtiéndose en verdad.

Después salieron con aquello de que España les roba, cuando parece ser que los únicos que les robaban a los catalanes eran CiU y el clan de los Pujols con el tres por ciento, ¡vaya por Dios! Pero como eran sus ladrones se les perdonaba. Ahora hablan del derecho a decidir de los pueblos, ¿a decidir sobre qué? Porque el resto de los españoles también tenemos derecho a manifestarnos en este sentido. Por mucho que se empeñen los catalanes nacional-separatistas no tiene derecho a decidir en exclusiva sobre Cataluña más allá de las elecciones autonómicas y generales correspondientes. Porque Cataluña es España y sobre España tienen que decidir todos los españoles, no sólo los catalanes. Para poder decidir en este asunto habría que modificar antes la Constitución del 78: si una reforma de nuestra Carta Magna contemplara siquiera la posibilidad de que una parte de España pudiera segregarse –separarse- del territorio nacional, rotundamente yo votaría que NO a esa Constitución -aunque en lo demás fuera magnífica. Y como yo imagino que muchos españoles. Porque entiendo que España es un país de larga tradición histórica y debe permanecer íntegro en sus fronteras físicas, geográficas. En todo caso integrarse con otras naciones (estados) como la Comunidad Europea. Entiendo también que la Unión Europea debe avanzar en su integración territorial hacia la político, social y cultural, como lo ha hecho en lo económico.

Pero intentar convencer a un nacional-separatista catalán con argumentos racionales y jurídicos es una falacia, basta ver el conjunto de argumentos y la categoría intelectual de los Junqueras, Rufianes, Tardás, Forcadell, Corominas, Arrufat, las Gabriel y otros de la misma colla de la Candidatura d`Unidat Popular (CUP) y Junts pel Sí (Juntos por el Sí). La entrevista en directo del señor Borrel con el señor Junqueras es antológica, muy recomendable para los que pretendan seriamente comprender el entresijo y desmontar la manipulación del nacional-independentismo catalán. Asimismo podríamos decir del muy honorable presidente de la Generalidad, señor Puigdemont, bien retratado en la entrevista que le hizo Jordi Évole en La Sexta TV -una televisión absolutamente sectaria, por cierto. Estos personajes y otros que nos ha tocado sufrir parece que tienen deseos de hacer historia –que diría Josep Pla (1897-1981)-: "pero la historia que hagan estos señores, a no ser que la escriba gente con mucha imaginación se le caería a uno de las manos" -una verdadera "collonada" (léase, cullonada) como definiría el asunto el ampurdanés universal. Aunque creo que "estos señores" están perfectamente elegidos por sus partidos para el papel que representan. En cualquier caso, a muchos españoles nos producen dentera, por no decir franca antipatía.

No sé por qué, el señor Puigdemont me recuerda la historia que contaba Pla de un mono que traía un señor de Lérida –quizá era de Gerona- en una jaula de América. Al mono le asomaba el rabo entre los barrotes y durante la travesía un marinero borracho se lo cortó. El mono sufriría lo suyo, pero la herida cicatrizó y el primate sobrevivió. El problema surgió cuando hubo que sacarlo de la jaula, el animal se buscaba el rabo y no se la encontraba, ello le llevó a la desesperación y la inapetencia, hasta que murió. Esto es lo que posiblemente le pase al señor Puigdemont cuando lo quiten del lugar donde se halla, que se buscará la cola y no se la encontrará. Sea como fuere, estimo que en la Historia de España el presidente de la Generalidad será recordado como se merece: teníamos un rey felón (Fernando VII), ahora tendremos además un presidente autonómico felón (Carles Puigdemont). No conozco personalmente a este señor, así que no puedo opinar sobre él como persona; como político, sin embargo, me impresiona de fachenda y milhombres, aunque esto es sólo una impresión y tal vez me equivoque. El tiempo lo dirá...

Porque el nacionalismo separatista se ha instalado en el fanatismo y en los sentimientos -en lo visceral-: aquí no cabe la lógica ni el raciocinio. Esto es algo muy importante, porque el fanático está dispuesto a morir antes que renunciar a su pasión. Aquí cabe hacer una distinción entre patriota y nacionalista: el primero ama su país, el segundo odia a todos los que no piensan como él. Al respecto creo merece la pena incluir unas palabras de Roca Barea en Imperiofobia (2016):
  • El factor “anti” es una de las diferencia principales que existen entre el patriotismo y el nacionalismo. El primero puede existir por sí mismo y el segundo necesita de un enemigo, y si no lo tiene, lo fabrica. Se confunden habitualmente el uno y el otro, pero no pueden ser más distintos. El primero es un amor generoso y sin posesión, mientras que el segundo le dice al objeto de su amor “eres mía o de nadie; de ahora en adelante, yo decidiré cómo tienes que ser y lo que te conviene”. El nacionalismo es enemigo siempre de la diversidad y confunde intencionadamente diferencias de opinión con la traición. Hay un último rasgo que los distingue. El nacionalismo suele servir de trampolín a un grupo que por medio de él consigue riqueza y engrandecimiento social, mientras que el patriotismo no reporta beneficios, sino más bien disgustos y esfuerzo. El uno es victimista por naturaleza y fabrica enemigos; el otro se muestra en sus sacrificios. Aunque suele ir el lobo disfrazado de cordero, estos tres rasgos suelen ser suficientes para diferenciarlos: el enemigo creado, la posesión y el provecho. El nacionalismo es una enfermedad que, como las tercianas, reaparece una y otra vez en Europa. A ella le debe la mayor parte de sus desgracias.[1]

Es por ello que pienso que la situación a la que han llegado estos señores nacionalistas en su odio a España semeja una infección viral, una vez llega el virus a las entrañas es muy difícil –imposible- de erradicar. Podrá aplacarse, ralentizarse, pero no extirparse. La transferencia de las competencias educativas a las comunidades autónomas tiene algo que ver en el asunto del adoctrinamiento nacional-separatista desde las escuelas y la televisión autonómica, medio absolutamente sectario. Treinta y tantos años educando en el odio a España tiene estas consecuencias. Por ello pienso que el mayor error habido en estos años de democracia ha sido la transferencia de la competencia educativa. Un error que probablemente acabará destruyendo el concepto de España. A esto habría que añadir la policía autonómica -en buena parte sectaria y partidista, al menos en sus mandos-, donde seguramente debe exigirse un buen currículo nacionalista para entrar. El asunto del odio me recuerda el argumento de una película de Samuel Fuller –Perro Blanco (1982)-: les aconsejo ver este film, no tiene desperdicio, aunque les advierto que el final no es agradable. Quiero decir que no termina bien, porque una vez que el veneno del odio entra en el cuerpo del animal sólo se puede erradicar de una forma. Pero ojo, yo no digo que la solución del nacional-separatismo catalán o de otro lugar sea la del perro blanco. Soy más bien partidario de “conllevarse”, que decía Ortega, pero sabiendo a lo que nos enfrentamos. ¡Porque el tiempo de la contemplación, el de mirar para otro lado y el de los pañitos calientes ya ha pasado!

Hace tiempo apareció una pintada en el quitamiedos de la carretera CV-479 de Castielfabib (Valencia) a El Cuervo (Teruel), en una curva nada más dejar la CN-420. El texto decía “SEPARATAS CATALANES TRAIDORES”. Desconozco quién pudo haber escrito semejante discurso. Aunque quizá tiene su sentido. Porque cerca del noventa por ciento de los catalanes ratificó en su momento la Constitución de 1978, y ahora la violentan, buscando su satisfacción en la democracia, ¡collonut!; aunque no dudan en descerrajarla si ello es necesario para lograr lo que pretenden. Uno en su ignorancia cree –sin embargo- que la mayor garantía de la justicia y de la democracia es el respeto de las leyes, y el estado de derecho. Sea como fuere hace ya unos meses que borraron la proclama, tal vez para no molestar a los catalanes de bien que nos visitan, la inmensa mayoría de los cuales son originarios de estos pueblos del Rincón de Ademuz, Cuenca y Teruel.

El escrito de marras puede que sea la única manifestación de anticatalanismo que conozco en la zona –aunque más bien debería calificarse de una reprensión o afeamiento de su conducta-; en cualquier caso obra de gente impulsiva, ya que entiendo que no todos los catalanes participan del sentimiento separatista y el odio a España. En este sentido, cabría sopesar anticatalanismo e hispanofobia, porque seguramente nos llevaríamos una sorpresa... Pero el asunto parece algo más complejo, basta leer el libro de Adolf Tobeña -La pasión secesionista (2017)-, en el que el siquiatra catalán analiza el fenómeno del nacional-independentismo desde un punto de vista psicobiológico, argumentando que el análisis psicopatológico que hace la intelectualidad hispana constituye un error monumental, ya que no se trata de un delirio, locura o pura irracionalidad, sino de un "enamoramiento colectivo" que ha generado una euforia ganadora. Sin duda, el libro resulta de gran interés para comprender la cuestión más allá de las tesis habituales. Pero no lo olvidemos, el nacionalismo es un sentimiento, como el enamoramiento, algo irracional, no una convicción. De ahí que intentar razonar con el nacionalismo sea una necedad, además de inútil.

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Detalle de pintada (“SEPARATAS CATALANES TRAIDORES”) borrada,
en el quitamiedos de la CV-479 en el Rincón de Ademuz (Valencia), 2017.

Yo no sé cómo debería enfrentarse esta amenaza de ruptura del territorio nacional, pero no creo que sea sólo labor de los gobernantes. El asunto es demasiado importante para dejarlo en manos de los políticos. De hecho creo que haber llegado al punto donde estamos se debe a los que han gobernado este país en las últimas décadas, el Partido Popular (PP) con su tancredismo suicida y el Partido Socialista Obrero Española (PSOE) con su marrullería permanente. La incompetencia y mal hacer político de ambos nos ha llevado a la situación actual, que tiene las características de un golpe de estado. Aunque hay que dejar claro que los principales responsables son los que han promovido esta situación general, y el referéndum ilegal en particular, burla y chanza de la democracia. Culpo también a los intelectuales –no me refiero a los artistas y comediantes- me refiero a los verdaderos intelectuales, a los que apenas se les ha oído manifestarse en este tema, siquiera intentando aclarar, elucidando y explicando la cuestión. Respecto a los empresarios, hasta ahora tampoco se les ha oído demasiado que digamos. La pela es la pela, vs el euro es el euro. Pero bueno es que unos y otros se manifiesten, para que sepamos dónde está cada cual. Después está la denominada "mayoría silenciosa", esa parte de la ciudadanía catalana que -siendo o no nacionalista- está en contra de la autodeterminación y el separatismo, pero que permanece callada, muda, acobardada. Supongo que por miedo, puro y simple miedo: miedo a que te echen del trabajo, a que no te renueven el contrato, a que te señalen en la escalera, en el bar, en el trabajo...

En la Alemania nazi sucedía que la policía secreta se llevaba a judíos y comunistas, a gente corriente que no participaba de las ideas autoritarias y los demás –sus propios amigos, conocidos y vecinos- giraban la cabeza hacia otro lado, asimismo sucedió cuando se enteraron de la existencia de los campos de trabajo y extermino. Puro y simple miedo, un sentimiento por lo demás muy humano. Nada de esto sucede en la Cataluña actual, aunque dado en manos de quienes se encuentran, en una Cataluña independiente podría llegar a suceder. Pero ya saben lo que decía Edmund Burke (1729-1797), “Para que triunfe el mal, basta con que los hombres de bien no hagan nada”. Esta mañana de domingo he ido a dar una vuelta por el pueblo con un amigo, sólo hemos visto dos banderas españolas en los balcones. Bien es cierto que hay poca gente, la mayoría de las casas están cerradas. Las banderas de España que he visto me han alegrado el corazón, pienso que todavía hay vida y sentimiento nacional –aunque sea escaso-. Porque ser nacionalista nada tiene de malo, todos lo somos en alguna medida, en tanto expresión del amor a la patria chica que nos ha visto nacer, donde hemos crecido o desarrollamos nuestra vida. En contraposición a aquella está la patria grande, que responde al concepto de nación. Cuando alguien me pregunta en España de dónde soy le respondo que de Torrebaja, Valencia. Cuando me lo preguntan en el extranjero digo que español, de España. El problema surge cuando un nacionalismo se desboca en detrimento de los demás, entonces surge el conflicto, el odio al otro, la creencia y el sentimiento de que somos distintos, mejores que los demás.

La inmensa mayoría de los españoles de bien –los que hemos sobrevivido como hemos podido, trabajando, criando y educando a nuestros hijos, pagando impuestos y respetado las leyes- queremos una España unida, en la que los ciudadanos tengamos los mismos derechos y deberes, con independencia del lugar donde residamos. No estoy hablando de una España grande y libre al estilo franquista: aquella España y su tiempo ya pasó. Como pasó la época de las dos Españas de Indalecio Prieto (1883-1962), en la que unos cagaban en cuclillas y otros sentados: ahora cada cual hace sus necesidades como le place. Me refiero a una España territorialmente unida, adscrita a la Unión Europea -sin fronteras con las demás naciones de Europa-, participando de los mismos beneficios económicos, políticos, culturales y sociales que el resto de países. Entiendo también que España es una nación compuesta de pueblos diversos –no una nación de naciones como han dicho algunos-, variada en todos los sentidos, pero con un sentimiento de pertenencia a un territorio geográfico e histórico, culturalmente heterogénea, pero con una lengua extraordinaria –el español- que nos permite a los españoles entendernos y comunicarnos entre nosotros y con cuatrocientos millones de personas en todo el mundo. Y ello con el mayor respeto y cariño por las diversas lenguas de España: catalán, gallego y vasco. Mal que bien, entiendo y me hago entender en valenciano, la lengua materna de mi esposa y de toda su familia, originarios y residentes en la Marina Alta. Es más, me siento muy orgulloso de la parte catalano-valenciana que hay en mi sangre, además de que mis hijos llevan como segundo nombre Ferran y Pau.

Decía que no sé cómo podrá solucionarse este conflicto, pero entiendo que de la forma en que se solucione dependerá el futuro de España a medio y largo plazo. Personalmente, antes que monárquico o republicano me siento demócrata liberal: derecho a la vida, a la propiedad, a la libertad por encima de todo; respeto a las ideas de los demás (otra cosa son los hechos), admitir que uno puede estar equivocado, estar dispuesto a entenderse con los que piensan lo contrario (ello implica poner unas normas para el diálogo y respetarlas), etc. El problema de España no es tanto la forma de gobierno que tenga el Estado como el respeto a la Constitución y su unidad territorial –algo por lo demás innegociable, porque resultaría absurdo intentar dialogar con un separatista-; aunque creo sinceramente que en una república habría el peligro de una fragmentación y rotura de España. Ya sucedió en 1934, cuando la mal llamada revolución de octubre, término que encubre lo que fue una pura y simple asonada socialista y nacionalista catalana a la que se sumó gran parte de la izquierda. En el curso de aquel golpe de estado el presidente Companys proclamó el Estado Catalán, dentro de la República Federal Española. Estanley G. Payne en su magnifica obra –El colapso de la República. Los orígenes de la Guerra Civil (1936-1939)- viene a decir que si entonces se hubiera fusilado a media docena de los capitostes que organizaron aquel golpe de estado contra la II República, tal vez nos hubiéramos ahorrado la guerra civil y la dictadura franquista, y hoy tendríamos una república madura. Pienso como el historiador e hispanista americano. Por eso entiendo que si tras el 1-O los que han organizado la algarada separatista se van de rositas es que no hemos aprendido nada. No digo que haya que fusilarlos, ¡Dios me libre!, pero alguna sanción que les duela y escarmiente deberán tener por parte del estado de derecho -entiendo por tal aquel en el que la Ley está por encima de la democracia. De lo contrario volveremos a las soluciones políticas de los años treinta...

Porque si de algo sirve la historia es para aprender del pasado y no cometer los mismos errores. La I República (1873-1874) tuvo varios presidentes en un año, un puro cachondeo con la rebelión cantonal y la emisión de moneda propia; naturalmente terminó como el gallo morón..., sin plumas y cacareando. La II República (1931-1936) acabó peor, en una cruel guerra civil que segó la vida de medio millón largo de españoles (la mitad en la retaguardia de cada bando) y produjo un sufrimiento inconmensurable y gran destrucción material. Y en aquella acometida contra la república todos fueron culpables: las derechas y las izquierdas. Muy particularmente un sector del partido socialista, el de Largo Caballero y los nacionalismos vasco y catalán. No sé si vendrá una III República, pero alguna enseñanza deberemos sacar del pasado, porque con los partidos emergentes a la izquierda del PSOE -me refiero a los nacional-populistas, antisistema, comunistas, bilduetarras- esa posibilidad se hace más que aventurada. Pero si ha de llegar, que sea una república de consenso, concordia y progreso -no como la última que tuvimos.

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Detalle de bandera nacional española en la ventana de una casa de Torrebaja (Valencia), el 1-O 2017.

Para terminar, cabe decir que en los últimos tiempos -años, meses, semanas, días- hemos oído infinitud de declaraciones cínicas y mentirosas en pro del proceso independentista. El independentismo (separatismo) nace del nacionalismo, con la particularidad de que todos los movimientos fascistas del pasado han sido antes nacionalistas, de donde cabe deducir que el nacionalismo es una forma de pre-fascismo, instrumento predilecto de dictadores y amenaza de la democracia. Propiamente, François Mitterrand (1916-1996) decía que "el nacionalismo es la guerra" -no parece que fuera descaminado. Las que más me han escandalizado, sin embargo, son las declaraciones de la clerecía separatista, y los sermones de Montserrat en los últimos tiempos. Su discurso me recuerda a los curas de las guerras carlistas españolas del siglo XIX -algo que creíamos superado-: en una mano el crucifijo, en otra el trabuco. Con estos clérigos trabucaires posmodernos corremos el peligro de perder la poca fe que nos queda... Frente a estos curas inconscientes están los que rezan en las iglesias por la paz y la unidad de España.

En suma: la insurrección de una parte de la sociedad catalana contra el Estado y la Nación española carece a mi entender de justificación. Es evidente que Cataluña sufre un tipo de "infección" o "contagio", lo que habría que evitar es que se expanda, enquiste o gangrene. Hay problemas reales más urgentes en nuestro país que deberían abordarse sin dilación: el paro, la amenaza yihadista, el mantenimiento del estado de bienestar y los servicios sociales, las pensiones de los mayores, la despoblación y falta de infraestructuras en las zonas rurales, etc. Y si alguien lo duda que se de una vuelta por la España rural, incluyendo en su recorrido los agónicos pueblos del Rincón de Ademuz, de Cuenca y Teruel. Personalmente, ante la deslealtad del Gobierno de la Generalidad y de los catalanes que le apoyan siento pena, rabia y vergüenza. Vale.




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[1] ROCA BAREA, M.ª Elvira (2016). Imperiofobia y leyenda negra. Roma, Rusia, Estados Unidos y el imperio español, Editorial Siruela-Biblioteca de Ensayo, Prólogo de Arcadi Espada, décimo octava edición, Madrid, pp. 225-226.


BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA SOBRE NACIONALISMO.
Libros:
* RUSSELL, Bertrand (1935). La ascendencia del fascismo, Ensayo incluido en la obra Elogio de la ociosidad (2000), traducido por Elena Rius, Editorial Edhasa, Barcelona.
* FICHTE, Johann Gottlieb (1808). Discursos a la nación alemana, Berlín.
* GUIBERNAU VERDÚN, Montserrat (1996). Los nacionalismos, Barcelona.
* JUNGER, Sebastián (2016). Tribu. Sobre vuelta a casa y pertenenciatraducción de M.ª Eugenia Frutos, Editorial Capitan Swing S.L.
* MOLINARI, Mauricio (2017). El regreso de las tribus. El desafío de los nuevos clanes al orden mundial.
* TOBEÑA, Adolf (2017). La pasión secesionista, Barcelona.

Un artículo de interés:
* AMÓN, Rubén. Regreso a la tribu, en diario El País, del 11 de junio de 2017.


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