miércoles, 6 de marzo de 2013

MARÍA PEINADO PEINADO (Graja de Campalbo, 1913), VECINA DE ADEMUZ (I).

 Recuerdos –evocaciones y remembranzas-, a propósito 
de su centésimo cumpleaños.


Ya le digo que el abuelo nos quiso mucho; 
nos sentaba en sus rodillas y nos acariciaba el cabello: 
¡Hay, que dos mariposas negras tengo! -decía-. 
Porque nosotras, desde la muerte de mi madre íbamos siempre vestidas de luto.”
-Del contenido textual-.





Palabras previas.
Hace unos años que conozco a la señora María –me refiero a María Peinado Peinado (Graja de Campalbo-Cuenca, 1913)-, madre de Ana Camañas, la cual era y es amiga de mi esposa, siendo este el vínculo inicial que me llevó a conocerla. Nuestro primer encuentro fue en el otoño de 2007, para hablar acerca de lo que ella recordaba de don Blas Mañes Palomar, cura párroco y arcipreste de Ademuz (Valencia), asesinado en La Huérguina (Cuenca) el 14 de agosto de 1936: durante la revolución social española de 1936.[1]

Desde entonces la he visitado esporádicamente, maravillándome siempre su magnífico estado físico y claridad mental, algo inapreciable en una persona que –si Dios quiere- pronto cumplirá 100 años: ésta fue la razón primordial que en esta ocasión me llevó a entrevistarla. Previamente, se lo comenté a su hija Ana, con quien vive en Ademuz, y como le pareciera bien, una tarde de domingo de comienzos de marzo quedamos para charlar. Cuando llegué a su casa, la señora María se hallaba sentada en la esquina de un sofá de la sala de estar familiar, arrebujada en una manta, junto a la estufa. Me recibió con una sonrisa, dándome la mano y con la intención de levantarse, cosa que le impedí: ella es persona educada a la antigua, cortés y servicial, de las que llaman de usted a los que tienen título universitario. Varias veces le dije que me tratara de tu, aunque sólo fuera por la edad, pero no lo conseguí: A los médicos, a los curas y a los maestros hay que tratarles de usted, porque tienen don... -me contestaba-.

Iniciamos la conversación hablando de la actualidad, de lo que ocurre en España y en el mundo... Porque la señora María está enterada de lo que sucede, todos los días mira la televisión, aunque tanto ajetreo la marea un poco. Pero sí, está al día de las noticias y no le gusta nada como pinta el panorama social y político en la España de hoy: No, no me gusta nada lo que sucede actualmente, y lo que pasa tiene mal apaño... –manifiesta con desagrado-.

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La señora María Peinado Peinado (Graja de Campalbo, 1913), 2007.


Contenido de la entrevista.
Le hago saber a mí entrevistada que cuando vamos a Valencia desde el Rincón de Ademuz solemos hacerlo por Utiel, yendo por Manzaneruela, La Graja de Campalbo y Talayuelas (Cuenca), y que cuando pasamos por allí siempre la mencionamos: ¡Mira, este es el pueblo de la señora María! –dice mi esposa o yo, cuando no ambos a la vez-.


Señora María, usted nació en Graja de Campalbo, ¿qué puede decirme de su infancia en el pueblo, de su familia, padres y hermanos?
  • Pues sí, yo nací en la Graja de Campalbo, un pueblito de Cuenca, en Castilla-La Mancha; una zona de mucho cereal... Según me dijeron, nací el 23 de diciembre de 1913, ya de madrugada, más bien el 24, pero en los documentos pusieron el día 23... Claro, nací en Campalbo porque mis padres eran de allí. Mi padre fue Victoriano Peinado Hernández (1892-1978), hijo de Victoriano Peinado Peinado, el Estudiante y mi madre María Peinado Argudo, hija de Antonio y de Petra... Ella fue hija única, pero por parte de mi padre fueron tres hermanos: él (Victoriano), José y Modesta. Modesta casó temprano y murió de sobreparto, dejando una niña, Consuelo... Esto era frecuente entonces, muchas mujeres morían al dar a luz... A la niña la amamantó una ama de cría. Sí, una mujer que estaba criando le daba el pecho a su hijo y a la niña de mi tía Modesta... Hoy no sé si eso podría darse, porque muchas madres no quieren dar el pecho ni a sus propios hijos. Cuando dejó de mamar, a la niña la recogieron los abuelos paternos... Siendo yo pequeñita -como de 2 años- mi madre fue a visitar a una vecina enferma de fiebres y tuvo que ayudar a cambiarla, porque estaba empapadita en sudor. Entre ella y otra desvistieron a la enferma y le pusieron camisa limpia, y también le cambiarían la cama, el caso es que se contagió de aquellas fiebres y en poco tiempo murió: esto fue el 29 de agosto de 1915. Así que nos quedamos solas mi hermana Eloisa y yo, con mi padre. Los abuelos paternos nos tuvieron que recoger, pues la abuela materna -Petra Argudo-, ya había fallecido... Sí, mi prima Consuelo, hija de mi tía Modesta, mi hermana mayor y yo nos criamos juntas, como hermanas... Ella era mucho mayor y recuerdo que nos peinaba y cuidaba de nosotras... A mi abuela paterna le decían Eladia Hernández. Su madre murió joven y su padre falleció de un infarto en el campo, y se quedó solita; la criaron sus tíos, pero según sabemos descendía de los condes de la Concepción: Es por eso que los Peinado de Ademuz tenemos una lejana vinculación con ese título nobiliario, que parece nadie ha reclamado y se ha extinguido.           
Se cita aquí a la Graja de Campalbo, municipio de la provincia de Cuenca, con una superficie de 22,3 km² y una población de 113 habitantes, lo que le supone una densidad poblacional de 5,07 hab/km².[2]


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Vista general de Graja de Campalbo (Cuenca) [Tomada Wikipedia, La enciclopedia libre].

            
Sigue diciendo:
  • Claro, al quedarse viudo mi padre tuvo que volver a la casa paterna, por eso fue que nos criamos las tres huérfanas como hermanas en casa de los abuelos, Victoriano y Eladia. Ya moza, mi prima Consuelo se casó y tuvo dos hijas, de las que todavía vive una, que no tiene descendientes... Mi abuelo nunca trabajó en el campo, aunque poseía mucha hacienda, por eso tenía dos pares de caballerías... Claro, tenían mucha hacienda y sus padres lo mandaron a estudiar al seminario de Cuenca. En su época no estudió otro chico en el pueblo más que mi abuelo, por eso le decían “el Estudiante”, y a mi familia paterna los Estudiantes... Después de estar en el seminario se hizo maestro y volvió a Campalbo; fue entonces cuando se casó con la abuela Eladia, la que le digo que descendía de los condes de la Concepción.

Se menciona aquí a los condes de la Concepción... Dicho título le fue concedido -en 1790- a Ignacio Llopis Ferris, regidor noble de la capital del reino de Valencia (en 1775), como merced tras su asistencia como Diputado a las Cortes de Valencia (en 1789); fue el primer fiscal de la Audiencia de Extremadura (1790-94).[3]

  • Claro que fui a la escuela del pueblo, empecé a a los seis años y cuando entré ya sabía leer y escribir, pues el abuelo, al que ya le digo que llamaban "el Estudiante" nos había enseñado las letras... Los abuelos tenían una casa muy grande, recuerdo que había un cuarto a modo de despacho al que llamábamos “el cuarto de los papeles”, donde mi abuelo tenía las cosas de su trabajo, un armario grande con libros y eso, pues él llevaba la Secretaría del Ayuntamiento y toda la cosa administrativa... Recuerdo que recibía un periódico de Madrid que llamaban “El Sol”. El abuelo nos decía a mi hermana y a mí: ¡Hala, muchachas, al cuarto de los papeles! –porque a él le daba vergüenza decir en Campalbo que tenía despacho-. Sí, mi hermana Eloisa y yo entrábamos como dos ovejicas a dar la lección y escribir; allí había sillas y una mesa, todavía me acuerdo del tapete que tenía... Nos enseñaba las letras: Mirad, hijas, hay dos ies, la griega y la latina... Así aprendimos las letras y las palabras que llevaban –h al principio o intercalada... Por eso fue que cuando entramos a la escuela yo ya sabía leer y escribir... A la escuela íbamos los niños y las niñas juntas, al maestro le decían don Joaquín. El hombre llevaba bigote, pero no sé de donde sería... Ya le digo, cuando entré a la escuela ya sabía leer y escribir... Antes de los seis años me aprendí de memoria el abecedario y me acuerdo todavía –en este punto la señora María se puso a recitar el abecedario, sin equivocar una letra-. Cuando los chicos se portaban mal en la escuela, el maestro les pegaba en las manos con una regla que tenía; pero a nosotras nunca nos pegó, no sé si le dábamos lástima... Mi abuelo nos quiso mucho a mi hermana y a mí... Cuando nevaba, porque en Campalbo nieva mucho, el abuelo nos decía: ¿Queréis ver nevar?, pues subid a la cámara... –nosotras subíamos y desde un ventanuco veíamos como caía la nieve, cubriéndolo todo de blanco... Sí, la cámara es la cambra que llaman aquí; también había trojes para el grano, el trigo, la cebada... El abuelo tenía un carro de pértigo, y con dos animales iba a Utiel para vender el trigo en la fábrica de moler. El trigo lo llevaba en talegas y cuando volvía traía lo que se necesitaba en casa, harina o lo que fuera. Recuerdo unos rollos grandes de pan muy buenos, y para nosotras una bolsa con cacahuetes tostados que nos gustaban mucho... Claro, para nosotras eran una golosina... Ya le digo que el abuelo nos quiso mucho; nos sentaba en sus rodillas y nos acariciaba el cabello: ¡Hay, que dos mariposas negras tengo! -decía-. Porque nosotras, desde la muerte de mi madre íbamos siempre vestidas de luto. Y nos daba buenos consejos: ¡Mirad, hijas mías, si os veis en peligro de muerte, rezad el “Yo pecador” y os sirve de confesión! -porque él era muy creyente-. Y sed siempre humildes... –eso nos decía-. A mi abuela Eladia la recuerdo siempre llorando, todos los días lloraba, evocando a su hija y a su nuera muertas... Sí, ellos fallecieron en Campalbo, ya mayores.
 
Se nombra aquí “El Sol”, célebre publicación editada en Madrid, de tendencia liberal y regeneracionista fundado en 1917 por Nicolás María de Urgoiti, a la sazón director de La Papelera Española,  desaparecido tras la Guerra Civil (1936-39). Las ideas que rigieron la fundación del periódico fueron de carácter económico, además de cultural y político. Su máximo exponente fue el pensador José Ortega y Gasset (1883-1955) quien tras dejar “El Imparcial” se convirtió en el colaborador estrella de la nueva publicación.[4] Resulta de interés la mención de este importante diario madrileño, al documentar su recepción por el señor Victoriano Peinado Peinado (a) el Estudiante, abuelo paterno de la entrevistada, en un lugar tan apartado como podía ser entonces Graja de Campalbo (Cuenca), singularmente en aquellas primeras décadas del siglo XX.

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La señora María Peinado Peinado, durante la entrevista (2013).

 
¿Qué recuerda de las fiestas de Campalbo, qué santo tiene el pueblo por patrón?
  • El patrón de Campalbo es san Pedro Mártir, que se celebra el 29 de abril... Recuerdo que para el día de la fiesta subíamos al monte, y allí daban la caridad. La gente de los pueblos venía a recoger lo que daban... El Ayuntamiento hacía una torta grande de alajú y la repartía entre los vecinos, un buen trozo para cada uno... Para la procesión, la imagen del santo la sacaban los mozos que ese año habían hecho el servicio militar, pero tenían que ir vestidos de soldado. Claro, era como para dar gracias por haber vuelto vivos de la mili o de la guerra; pues entonces hubo guerra en Marruecos... Para las fiestas hacían baile en la casa del tío Rafael, que tenía el café, y también cuando regresaba alguna moza del pueblo que estaba fuera. En Campalbo no había pobres de solemnidad, ni pobres pobres ni ricos ricos... Allí hubo poca emigración, el que más y el que menos tenía sus tierras y todos cosechaban para vivir; no como en otros pueblos.

Se alude aquí a la batalla de Annual –episodio más conocido en la historiografía española como Desastre de Annual-: Una grave derrota militar española ante los rifeños comandados por Abd el-Krim cerca de la localidad marroquí de Annual –esto fue el 22 de julio de 1921-: Ello impuso un nuevo planteamiento de la política colonial española en Marruecos. La crisis política que provocó afectó los cimientos de la monarquía de Alfonso XIII (1886-1931)-. La pérdida de aquella batalla generó el golpe de Estado y la Dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923-30).[5]


Entonces, ¿cómo transcurrió su vida en el pueblo, qué  fue de su familia?
  • Bueno, en Campalbo pasé la infancia con mi hermana, mi padre, mi prima y los abuelos, hasta que mi padre se casó de nuevo. Su nueva mujer era de La Rinconada, aldea de Santa Cruz y la llamaban Natalia Blasco. Entonces consiguió una plaza de secretario de Ayuntamiento y nos marchamos. El primer pueblo donde estuvimos fue Domeño, ese pueblo ya no existe... Por entonces se casó mi prima Consuelo, la hija de Modesta, y se quedó a vivir en la casa de los abuelos... Después de Domeño estuvimos en Camporrobles, un pueblo de Valencia cerca de Utiel; y de allí solicitó Ademuz y nos trasladamos aquí. Vinimos toda la familia, mi padre y mi madrastra, mi hermana Eloisa y los otros dos hermanos: Victoriano y Amparo. Claro, todo esto fue antes de la guerra.

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Vista parcial de Ademuz (Valencia), desde el cerro del "castillo de Santa Bárbara" (2007).

      
Y de la época de la Guerra Civil (1936-39) en Ademuz, ¿qué recuerda en especial?
  • Recuerdo muchas cosas de aquella época, tristes la mayoría, pues fue una época terrible, muy malos tiempos... [...], yo entonces era una moza de 23 años... Cuando estalló la guerra recuerdo que quemaron el Archivo Municipal... Sacaron todos los documentos y libros que había en el Ayuntamiento y los quemaron en la plaza, incluso el guardapolvo que llevaba mi padre... Cuando lo echaron al fuego alguien dijo: ¡Hombre, deja la bata, que todavía sirve...! -pero otro respondió-: ¡Ojalá estuviera su dueño dentro...! Le cuento esto para que vea el ambiente que había entonces... A nosotros no nos querían y mi padre, el pobre, lo pasó muy mal. Quería que nos marcháramos, pero yo festeaba con Modesto –se refiere al señor Modesto Camañas Zaragoza (1907-1971)-, el que después sería mi marido... Mi novio me dijo que si yo me marchaba él se iba a la guerra, así que decidieron que nos casáramos... De novios, íbamos a pasear por la parte del Solano, pero nos insultaban y tiraban piedras, así que no podíamos ni salir de casa. Además, cuando decían que iban a venir los de la Columna de Hierro mi padre tampoco nos dejaba salir, por temor a las atrocidades que se decía cometían...[6]
            
Cabe decir que esta parte de la entrevista, donde se dice de la Guerra Civil (1936-39), corresponde a la primera vez que charlé con la entrevistada –de ahí que los párrafos tengan una referencia al pie de página-; con todo, aquí se hace un repaso de aquellos momentos, con algunas correcciones y añadidos... Sigue diciendo:
  • Recuerdo, también, cuando tiraron las campanas de la torre... Nosotros vivíamos en el portal de San Vicente, junto a la iglesia y vinieron a avisarnos que sentiríamos un temblor cuando cayeran, que no nos asustáramos, pues las campanas eran muy grandes, especialmente La Salvatierra... Las tiraban, según dijeron, para hacer metralla para la guerra. Fueron días de mucha angustia, pues nadie sabía lo que pasaría... Entonces había muchos odios de clase, porque unos pocos tenían mucho y otros nada..., pero la mayoría sobrevivíamos trabajando, ya le dijo. En la casa que se comía no se cenaba... -quiero decir que aquí no sobraba nada-. Un día mi suegra mandó a mi cuñada a buscar una cesta de uvas a una viña que tenían en Guerrero, pero cuando llegó a la viña el guarda que habían puesto los del Comité le dijo que no podía coger, pero ella cogió un cesto... [El comité de Ademuz estaba en casa de don Jesús Eced, en lo que ahora es la Casa Abadía: la familia Eced huyó de Ademuz y se refugió en la embajada Italiana...] Bueno, el guardia que vigilaba la viña denunció a mi suegra, y ésta tuvo que ir a declarar al Comité, alegando que la viña era suya y todo lo que quiso decir, al final no le pasó nada, pero las únicas uvas que catamos fueron las de la cesta, lo demás se lo llevaron todo.[7]
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Detalle de "Las Gradas" de la parroquial de Ademuz -San Pedro y San Pablo- desd el "Portal de san Vicente" (2007).

            
Resulta curiosa la anécdota que refiere la entrevistada, referente a la requisa de una viña que le hicieron a su suegra –se refiere a la señora Mª Rosa Zaragoza Luz, viuda de 73 años en 1941-, los del Comité Revolucionario de Ademuz. La historieta ha podido ser verificada documentalmente, pues así consta en la Causa General de Valencia, ramo separado de Ademuz.[8]
  • Modesto y yo nos casamos, pero al final se presentaron en casa los del Comité y dijeron que mi marido tenía que ir al frente y se lo llevaron junto con otros de Ademuz en un batallón de trabajo y estuvo cavando trincheras por ahí, por León y otras partes... Pasó mucho el pobre, él que no había trabajado nunca en la tierra, pues cuando empezó la guerra estaba estudiando medicina y se quedó en 4º curso..., sin poder terminar la carrera. Además, cuando se pasó a los nacionales lo cogieron y lo metieron en un campo de concentración, pensando que era un espía o yo que sé de los rojos... Cuando vino de la guerra ya estaba mal y nunca se recuperó de aquellos padecimientos. Sobre lo que me preguntaba de don Blas, le diré lo que contaba mi suegra: Una vez dio a luz una mujer de Ademuz y el sacerdote fue a visitarla, porque eran muy pobrecicos en aquella familia... Y tan mal debió verlos el cura que le dejó un duro debajo de la almohada, ¡fíjese, un duro de entonces...![9]

Se alude aquí a boda de la señora María y su novio, el señor Modesto Camañas Zaragoza –en 1937-: el casamiento tuvo lugar en el juzgado de Ademuz, y fue acordado entre ambas familias, con la idea de que al señor Modesto no lo llamaran al frente y ambos pudieran estar juntos: él tenía 29 años y ella 24. Continúa diciendo:
  • La familia de mi suegra tenía una casa y fincas en El Soto. Cuando estalló la guerra estaban metidos en la faena de la trilla y mi suegra pasaba allí el día, pero por la noche se volvía a Ademuz a preparar las cosas para el día siguiente. En cierta ocasión se encontró con don Blas y le extrañó mucho verlo por allí, porque no era la zona por donde solía ir a pasear el sacerdote, que iba más bien por el otro lado del pueblo... y le dijo: Pero don Blas, ¿donde va usted, cómo se le ocurre ir por la carretera, con la de gente que pasa por aquí? -pensando ella que se iba del pueblo o que trataba de pasarse al otro lado, con los nacionales-. Por eso le dijo: Don Blas, quédese usted aquí esta noche y de madrugada se pasa hacia Teruel... Pero don Blas le contestó: ¿Cómo me voy a pasar, hija, qué me van ha hacer los del Comité si los he bautizado a todos ellos...?[10]

Y sigue comentando:
  • Mi suegra tenía miedo por don Blas, como tantas otras personas del pueblo, por todo lo que había sucedido en la villa con los archivos y la iglesia, y por lo que les hacían a los de derechas, que les habían obligado a arruinar la iglesia por dentro y a quemar los santos, y a ir por las calles recogiendo boñigos..., y por todo lo que contaban que pasaba fuera, que mataban curas y todo lo demás... ¿Que qué pasó en Ademuz cuando nos enteramos que habían matado a don Blas? Pues nada, mucho miedo, nadie hablaba ni decía nada..., mucho, pánico... Sólo entre familiares o amigos se comentaba algo, nadie se atrevía a decir nada, pero puedo asegurarle que todos los que le queríamos lloramos su muerte... No se supo si le habían hecho algo más a don Blas, además de matarle, ya le digo, nadie hablaba nada de eso en público..., teníamos mucho miedo. Comentaron que alguien trajo una oreja clavada en un palo, pero dijeron que era de un cura que habían matado por donde el rento de Barrachina; nada se dijo de don Blas, que yo recuerde.[11]
           
Acerca de la detención y el asesinato de don Blas Mañes Palomar (1869-1936), cabe consultar la siguiente referencia;[12] respecto al sacerdote asesinado en el camino del "rento de Barrachina" a Casas Bajas (Valencia), don Ramón Fos Adelantado (1891-1936), consultar esta otra cita.[13]








[1] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Don Blas Mañes Palomar, cura párroco y arcipreste de Ademuz, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, 2008, vol. II, pp. 41-60.
[2] Cf. Wikipedia, voz Graja de Campalbo.
[3] MOLAS RIBALTA, Pere. El factor familiar en la Audiencia Borbónica de Valencia, en Obradoiro de Historia Moderna 2 (1993), pp. 121-122. ID (1999). La audiencia borbónica del Reino de Valencia, 1707-1834, Universidad de Alicante, p. 31, 88, 105 y 144. «Título concedido por Carlos IV, a Ignacio Llopis Ferris, Salt Carvallón, Regidor Perpetuo de Valencia por el Estado Noble y Diputado a Cortes por el Reino de Valencia. En 1929 se expidió Real carta de sucesión a favor de Luis Pineda Peláez. Rehabilitado en 1993 por Fernando de Pineda y Peláez». Cf. Portal de Archivos Españoles (PARES): Término preferente: Concepción, condes de la.
[4] Cf. Wikipedia, voz El Sol (España)
[5] Cf. Wikipedia, voz Desastre de Annual
[6] SÁNCHEZ GARZÓN (2008), p. 46.
[7] Ibídem, pp. 46-47.
[8] Dice el testimonio: «[...] una vez iniciado el G.M.N., me requi-/ só el Comité (de Ademuz) unas fincas de viña, con un perjuicio de dos mil pesetas, se me/ llevaron dos camas completas, y varios muebles por un valor de mil pesetas./ Además, en una casa en el soto, me requisaron toda clase de utensilios/ que tenía todo lo destrozaron por un valor de dos mil pesetas, todo esto/ por propia iniciativa del Comité, y los elementos que los acompañaban/ las viñas las recuperé cuando se liberó esta plaza. Así lo dijo afirmándose/ y ratificándose en su declaración y firma con el Sr. Juez de que doy fe. Salvador Garrido. María Rosa Zaragoza. Vicente Andrés» -según refiere la señora Mª Rosa Zaragoza Luz (Ademuz, 1868)-. Cf. SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo (2011). Incautaciones, despojos y detenciones en Ademuz durante la revolución, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, vol. IV, p. 218.
[9] Ibídem, p. 47.
[10] Ibídem.
[11] Ibídem.
[12] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Don Blas Mañes Palomar en el I Simposio “La Cruz de los Tres Reinos” (Ademuz), en el sitio web Desde el Rincón de Ademuz, del lunes 17 de octubre de 2011.
[13] ID. Anecdotario rinconademucense (I), en el sitio web Desde el Rincón de Ademuz, del martes 1 de enero de 2013. ID (2022). Anecdotario rinconademucense (I), en Desde el Rincón de Ademuz (II), autopublicación Kindle Direct Publishing (Amazon), primera edición, pp. 5-11.

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