jueves, 23 de junio de 2016

ÁNGEL APARICIO DOMINGO (Los Santos, 1943), EL ÚLTIMO SACRISTÁN DE ADEMUZ.


Conversación –evocaciones y remembranzas- con un septuagenario,
natural de Los Santos (Castielfabib) y vecino de Ademuz (Valencia).





“No sé bien de dónde procede mi afición o devoción por las cosas de la Iglesia,
creo que del vientre de mi madre, nací con ello...”
-Del contenido textual-.






La entrada de hoy es el resultado de una conversación mantenida con el sacristán de Ademuz –me refiero al señor Ángel Domingo Aparicio (Los Santos-Castielfabib, 1943)-, cuya existencia se halla desde niño unida a la Iglesia, hasta el punto de que la gran pasión de su vida hubiera sido ser sacerdote, pero se quedó en ayudante del cura y celador del templo. Si buscamos en el diccionario de la Lengua Española podremos ver que “Sacristán” es la “Persona que cuida de los objetos guardados en la sacristía y de la limpieza de la iglesia; también puede ayudar al sacerdote en el altar”, un concepto ciertamente restringido, ya que en la práctica el sacristán es mucho más.

De facto el de sacristán en un antiguo cargo en la Iglesia, especie eclesial laica o religiosa, vinculado en sus funciones con el primitivo portero u ostiario (del latín, ostium, puerta), cuyo ministerio consistía en abrir y cerrar la iglesia, y el sagrario. En la actualidad la ocupación está en peligro de extinción, siendo en última instancia el encargado de cuidar los vasos sagrados, ornamentos y luces, además de asistir al sacerdote en las celebraciones litúrgicas, en los cantos -cuando no hay coro-, y en el mantenimiento y aseo del templo, lo que supone una gran dedicación.

La entrevista que presentamos se orienta en el sentido de conocer a grandes rasgos la biografía del que puede ser el último sacristán de Ademuz, cuya existencia abarca ampliamente la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos del XXI. El encuentro fue sugerido por un conocido común, me pareció sugestiva la posibilidad de hablar con el señor Ángel, así que me puse en contacto con él. Le propuse mi intención y aceptó; acordamos vernos en su casa de Ademuz, a media tarde de un día de finales de primavera.

El señor Ángel vive en una casa próxima al portal del Solano, barrio situado al suroeste de Ademuz, por encima de la carretera que lleva a Vallanca. Desde el balcón de su casa, que fue la de sus padres, se divisa un espléndido panorama, con el Trapero y el Sanguinar enfrente, entre la cuesta de Moya, que asciende por el barranco de los Cuarentadales hacia el poniente y el cerro de Horca, que queda en posición sureste. Cuando llegué al Solano pregunté por la casa del Sacristán, no sabía exactamente cuál era, me la indicaron unos vecinos que hallé charlando en las proximidades. 

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El señor Ángel Aparicio Domingo (Los Santos-Castielfabib, 1943),
posando en un banco frente a su casa en Ademuz (Valencia), 2016.

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El señor Ángel Aparicio Domingo (Los Santos-Castielfabib, 1943),
posando en un banco frente a su casa en Ademuz (Valencia), 2016.


Contenido de la entrevista.

En el momento de nuestro encuentro el señor Ángel venía del campo, había estado arreglando unos manzanos viejos que tiene en La Balsa. Me hizo pasar a su casa y nos sentamos entorno a una mesa en el comedor. Desde mi posición, frente al balcón, se divisa el panorama que describía arriba. Como nos conocemos desde hace mucho tiempo, entramos sin más en el contenido de la entrevista, que fue del tenor siguiente:

-- Ángel, empecemos por el principio, ¿cuál es tu nombre completo, quiénes fueron tus padres, dónde naciste...?
  • Mi nombre completo es Ángel Germán Aparicio Domingo, y nací en Los Santos, Castielfabib, porque mi madre era natural de esta aldea, hija del tío Bautista... Mis padres vivían aquí en Ademuz, pero cuando llegó el momento de dar a luz, mi madre se fue a casa de sus padres, en Los Santos. Eso era lo habitual entonces, que las hijas fueran a parir a casa de sus padres... Nací el 19 de enero de 1943, a mi madre le decían Felipa Domingo Asensio y a mi padre Vicente Aparicio Adalid, nacido en las Casas de la Balsa, Ademuz. Sí, él era balsero, hijo de José Aparicio Ramírez, al que decían José el Balsero: mi padre era hermano del tío Felipe, que casó con María de Tejeda Muñoz Blasco, del rento de Barrachina. Otro hermano de mi padre fue el tío Francisco, porque fueron varios hermanos, uno de ellos marchó a la guerra de Cuba y ya no volvió... No, yo no tuve más hermanos... A los cinco o seis años de nacer yo mi madre tuvo un aborto... Resulta que mi padre se había marchado con un amigo suyo, el tío José el Noguero a vender uvas por los pueblos de la sierra de Cuenca, iban con un carro y cambiaban las uvas por trigo. Cuando regresaban a Ademuz se repartían el trigo, y de ese trigo sacaban la harina para el pan del año... En uno de esos viajes mi madre y yo fuimos a trabajar a una finca que tenemos donde La Balsa y nos pilló una tormenta, ella estaba embarazada y entre el trabajo, la tormenta y lo que fuera abortó, y ya no pudo tener más hijos... Hasta que yo tuve sobre diez años, mis padres y yo vivimos en una parte de Ademuz que llaman la Era de Andrea, en la casa que heredaron mis padre del abuelo paterno. Mi afición a las cosas de la Iglesia me viene de lejos, viviendo en la Era de Andrea había allí un señor cojo, que andaba con una gayata. Cuando la dejaba, yo la cogía y la llevaba en alto, como si fuera una cruz procesional... Tengo también imágenes muy lejanas de mi abuelo José el Balsero, me acuerdo cómo me llevaba de la mano por la calle, se vestía con una blusa negra de valenciano y llevaba un pañuelo a la cabeza como un baturro, tapándole un ojo, pues lo tenía dañado: se lo había estropeado con una hoja de maíz.... El abuelo murió cuando tenía yo sobre tres años (en 1946), recuerdo verle amortajado sobre su cama. Porque entonces no metían a los difuntos en el cajón directamente: Cuando alguien moría encargaban el féretro al carpintero, que se ponía a hacerlo fuera de día o de noche. Sólo lo ponían en el cajón para llevarlo a la iglesia -y al cementerio-; antes estaba expuesto sobre su cama, para el velatorio...

Se nombra aquí al señor Felipe Aparicio Adalid (1903-1997), hermano del señor Vicente, padre de mi entrevistado, ambos naturales de La Balsa.[1]

-- ¿Qué recuerdas de la escuela y los maestros de tu infancia en Ademuz?
  • Empecé la escuela con los niños de mi edad, en 1949, entonces se entraba a los seis años... Mi primera maestra fue doña Paquita, la maestra de párvulos. La escuela estaba en un edificio que hay a la izquierda, conforme se sale de la plaza del Ayuntamiento hacia El Solano. La escuela tenía dos plantas, íbamos niños y niñas juntos, durante los recreos jugábamos en la plaza... Cuando me hice algo mayor me pasaron al aula de la planta de arriba, allí el maestro era don Antonio, natural de Casas Altas. Me acuerdo de este maestro porque a mitad de curso, del primer o segundo año, murió y los niños fuimos al entierro a Casas Altas, todos llorando... Sí, nos hizo mucho duelo; claro, éramos unos niños y se nos había muerto el maestro... Antes de los catorce años mi madre me sacó de la escuela pública y me mandó con don Joaquín, que daba clases particulares, porque en la escuela yo no adelantaba, parece que el maestro también valía poco, y mi madre quería que yo fuera más letrado que ella, porque ella nunca aprendió a leer ni a escribir. Por eso tenía mucho interés en que yo supiera de letra... Don Joaquín era marido de doña Lolita, la maestra; él no era maestro, aunque sabía lo suficiente para enseñarnos. Sí, había que pagarle, porque nos daba clases particulares, como de repaso... No recuerdo lo que pagábamos a don Joaquín, pero con él fui varios años, y todo lo que sé, menos leer, que ya sabía, se lo debo a él. No tengo muy buen recuerdo de este hombre, tenía poca pedagogía, o como se tenga que llamar, pero se burlaba de los alumnos, nos sacaba faltas de todo y se metía mucho con los niños, eso nos hacía vivir la escuela de forma infeliz. La gente, los padres de los alumnos, tenía costumbre de llevarle algún regalo, frutas, hortalizas, lo que tenían... Para que no se sintiera cohibido por llevarle lo que fuera, le decían: Tenga, tenga, don Joaquín, si ha de ser para los gorrinos... Por eso decía él: Sólo me traen lo que ha de ser para los gorrinos... La gente lo hacía con buena intención, como haciéndole saber que no les hacía falta, que lo cogiera con toda confianza, pero él no lo interpretaba así... Al final vinieron a su clase unos cuantos chicos mayores, a los que don Joaquín tenía que enseñarles contabilidad, y quiso que yo me metiera en ese grupo, pero no di resultado. No, porque yo me sentía cohibido con aquellos chicos, que me llevaba cinco o seis años, por eso lo dejé, pero todavía conservo por ahí los libros... Entonces don Joaquín alquiló en Zaragoza una máquina de escribir de aquellas negras que había, y sin preguntarme me dijo: Tú, Ángel, a aprender a escribir a máquina... La máquina venía con un método para aprender a escribir sin mirar... El hombre me dio el método y me dijo: Empieza por el primer ejercicio... –y yo dale que dale a las teclas-. Cuando llevaba dos o tres meses con la máquina me preguntó: Ángel, ¿por qué ejercicio vas? –yo le contesté que por el primero. ¿Cómo es posible, todavía vas por el primero? Claro, usted no me ha dicho que pasara al siguiente... Al final aprendí a escribir, casi sin mirar, y eso me sirvió... Cuando fui a la mili todos los mecanógrafos que había en la oficina vinieron a ver cómo escribía yo, un espectáculo... Porque se corrió la voz que había venido un recluta que escribía a máquina sin mirar el teclado... Después de estar con don Joaquín traté de aprender de carpintero, mis padres me enviaron a Casas Bajas, para que aprendiera el oficio con Juanito: Todos los días bajaba yo de Ademuz a Casas Bajas con mi bicicleta, comía allí y por la tarde me subía... Esto sería a comienzo de los años sesenta, tendría yo dieciséis o dieciocho años. No, al campo con mis padres fui poco, porque me dedicaba a estas cosas... Con Juanito aprendí algo, de hecho estando en Barcelona trabajé en una carpintería que había frente a mi casa, pero resulta que el dueño, que era más joven que yo, tuvo que irse a la mili, y me dijo que me buscara otro sitio, porque iba a cerrar el negocio.

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El señor Ángel Aparicio Domingo (Los Santos-Castielfabib, 1943), en el comedor de su casa en Ademuz (Valencia), durante la entrevista (2016).

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El señor Ángel Aparicio Domingo (Los Santos-Castielfabib, 1943), en el comedor de su casa en Ademuz (Valencia), durante la entrevista (2016).


-- ¿Tienes imágenes, recuerdos de esa época de tu vida; cómo era Ademuz en los años cuarenta y cincuenta?
  • No tengo muchos recuerdos de esa época, pero entonces las casas estaban llenas de gente, las calles con el piso de tierra, con muchos niños jugando por todas partes... Algunas calles estaban empedradas, como la calle Empedrado, por encima del Ayuntamiento, también la de San Vicente, por debajo de la plaza del Ayuntamiento. Estaban muy bien empedradas, con cantos de mediano tamaño, dispuestas de forma que las piedras no se clavaban al andar, por el centro tenían unas losas más anchas, como formando río para el agua... También había muchos animales, sobre todo burros, porque en Ademuz había mucha gente pobre y se apañaban con estos animales, que eran muy útiles... En aquella época había muchos vecinos que no tenían ni un huertecico donde sembrar cuatro patatas, eso hace infeliz a la gente, por eso había tanta mala leche en muchas personas. Muchos se tenían que ir de jornaleros para otros, a veces sólo por la comida. Yo había oído decir a mi padre que había un hombre que trabajaba todo el día para la tía Jerónima por una copa de cazalla... No sé si será una exageración, pero puede que fuera cierto. Volviendo a lo de los burros, estando ya en esta casa recuerdo que a la mañana temprano comenzaban a pasar burros y más burros rebuznando, uno tras otros. Entonces había mucha gente en Ademuz, tres mil almas habría. El barrio donde yo vivía al principio, la Era de Andrea que te decía, estaba lleno de gente... Allí estuvimos hasta 1953, año en que cumplí los diez años. Y en febrero del mismo año nos trasladamos a esta casa del Solano... El portal del Solano estaba en la parte de arriba, donde la calle hace la curva. Después de quitar el portal todavía dejaron una traba, y cuando llovía el agua se desviaba hacia la villa, por eso hubo algunos problemas. Ya sabes que Ademuz era una villa amurallada, y tenía cuatro portales: “el del Solano”, que te digo, que era la salida hacia poniente, por donde se iba a Vallanca y Castilla, “el de San Vicente”, que todavía existe y es el que da al norte, donde está la iglesia parroquial, que quedaba fuera del recinto amurallado. Las puertas grandes de la iglesia, que están en la fachada sur (austral), daban sobre la antigua muralla, que se extiende por detrás del templo, y asciende por donde la Escalinata de los Toriles, pues en la parte alta estaba la otra puerta de la muralla; no sé cómo llamaban a ese portal. La cuarta puerta estaba en la parte de debajo de la calle san Vicente, a este le llamaban “el portal del Cristo”, porque había allí un Cristo, donde los vecinos hacían la novena. Cuando quitaron el portal, el Cristo lo pusieron en distintos lugares de la zona, hoy está en la fachada de una casa que hace chaflán, es una imagen en ladrillos negros, aunque no es el original; pero antes estaba como está ahora el de San Vicente.

Respecto del censo de Ademuz en los años cuarenta y cincuenta cabe decir que incluyendo las aldeas, Ademuz censaba 3.866 habitantes (en 1940), 3.373 (en 1950) y 2.827 (en 1960).[2]


-- ¿A qué se dedicaban tus padres, tenían algún oficio o trababan en el campo?
  • Mi padre se dedicaba al campo y mi madre a la casa y a ayudar a mi padre cuando le hacía falta; para trabajar teníamos un macho, cuando mi padre se hizo mayor lo vendimos. Mis abuelos, tanto el de Los Santos (materno) como el de La Balsa (paterno), tenían muchas tierras, digamos que eran pequeños terratenientes de entonces... Bautista, el de Los Santos tenía dos ganados, y compraba tierras cuando podía. Allí a mi familia nos llaman “los Bautistas”, por el abuelo, aunque a mí me dicen “Ángel el de la Felipa”, por mi madre. Mi abuelo el de Ademuz también tenía muchas tierras en La Balsa, y le nombraban como José el Balsero que te decía, de la familia de los Manzanos, éste era el apodo familiar. Mi madre desde muy pequeña iba a trabajar al campo, apenas fue a la escuela, por eso no aprendió a leer ni a escribir, pero era muy trabajadora...

-- Después de dejar la carpintería de Juanito en Casas Bajas, ¿qué hiciste, a qué te dedicaste?
  • Después de la carpintería de Juanito, cuando tenía yo sobre diecinueve años me marché a Barcelona con mis tíos, a trabajar, fue entonces cuando estuve en la carpintería que te decía... Pero yo no quería irme, me marché de mala gana, porque aquí en Ademuz me encontraba muy bien. Claro, me empujó mi madre, y mis tíos, querían que yo tuviera otra vida, mejor que la del pueblo... Ya te digo que yo estaba aquí muy a gusto, entonces ya me tiraba mucho lo de la Iglesia, aquí había mucho ambiente entonces, mucha gente que participaba, hombres y mujeres, montones de críos, de monaguillos, no como ahora que somos siete y medio... Estando en Barcelona eché la instancia para hacer el servicio militar como voluntario, y me llamaron... La mili la hice en Valencia, en Sanidad. El que me llamaran como voluntario fue por don Jesús Eced Carreres, un cura de aquí que tenía un hermano militar, capitán médico, y fue a su través como entré de voluntario. De Barcelona a Valencia me vine muy a gusto, hice veinte meses de mili, de los veintiún años a los veintidós y pico... Por entonces un tío mío de Barcelona, que trabajaba en un banco por la mañanas y por la tarde llevaba la contabilidad de una constructora, se embarcó en la compra de un piso para él y otro para mis padres... La finca estaba en la calle Cuartel de Simancas, por la zona alta del barrio de San Andrés. Cuando llegué yo allí estaba muy distinto de cómo puede verse ahora... A todo esto, un cuñado de mi tío tenía un taller de reparación de coches con otro socio capitalista, y coincidió que el ayudante del contable se había matado en un accidente, y me ofrecieron ocupar su puesto. Cada operario tenía una libreta donde iba apuntando lo que le hacía a cada coche –con la matrícula y el nombre del cliente-; mi misión era pasar aquellos datos a limpio para hacer después las facturas. El dueño de aquel negocio era el señor Emilio Jarque de Castielfabib, y le decían Talleres Mecánicos Jarque, S.L., estaba en la confluencia de Aribau con Córcega, aquel era entonces uno de los talleres más importantes de Barcelona. Allí estuve hasta que me volví al pueblo, casi toda mi vida laboral en Barcelona la pasé en aquel taller. Regresé a Ademuz en 1971, tendría yo sobre veintiocho años. Mi padre también estuvo trabajando en Barcelona, de peón para tres albañiles –esto fue por intermedio de uno de Casas Altas que llevaba varios trabajadores-; pero a mi padre no le gustaba la ciudad, estaba a la fuerza... Por eso regresó al pueblo. Aunque una vez al año mis padres venían a verme, por Navidad, y estaban unos días conmigo. Yo ganaba entonces unas siete u ocho mil pesetas al mes, pero entré ganando tres mil... Mi padre iba a destajo, y cada semana ganaba unas tres mil, tres mil setecientas. Una de las veces que vino mi madre a Barcelona, me dijo: Ángel, como veo que no te casas, ¿por qué no te vienes con nosotros al pueblo? –a mí me pareció bien, y me vine con ellos a Ademuz. Lo cierto es que yo he estado siempre a lo que mis padres me han dicho. Sí, yo tenía muy buena relación con mis padres, nunca quise llevarles la contraria. Me hubiera gustado estudiar y ordenarme como sacerdote; pero mis padres no quisieron, porque era hijo único...

Se menciona aquí al señor Emilio Jarque, refiriéndose a Emilio Jarque Fornas (Castielfabib, 1914), ya fallecido, sobrino que fue de don Enrique Fornas Lázaro (1879-1973), párroco de Castielfabib durante el primer tercio del siglo XX y en la posguerra, primeros años cuarenta.[3]



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El señor Ángel Aparicio Domingo (Los Santos-Castielfabib, 1943), en el balcón de su casa en Ademuz (Valencia), durante la entrevista (2016).

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El señor Ángel Aparicio Domingo (Los Santos-Castielfabib, 1943),
en el balcón de su casa en Ademuz (Valencia), durante la entrevista (2016).

-- ¿Qué recuerdos tienes de la Barcelona de tu juventud, hiciste amistades, tenías alguna actividad fuera del trabajo?
  • De Barcelona tengo muy buenos recuerdos, allí dejé varios amigos, todavía nos relacionamos, solo que ya se están haciendo mayores, como yo... Además de mi trabajo yo me dedicaba a la parroquia. Mi parroquia era la de San Sebastián de Verdum... Recuerdo al cura, mosen Juncà le decían –se refiere a Mossèn Josep Maria Juncà i Ramon (Igualada, 1923-Barcelona, 2014), rector de San Sebastián entre 1959 y 1968-, un estupendo párroco y extraordinaria persona, ya fallecido, que desarrolló una gran labor pastoral y social en el barrio... Después vino otro sacerdote joven, uno que había estado en Francia y traía otras ideas... Éste acabó saliéndose de cura y casándose con una feligresa. Era un cura moderno, de la época de los curas comunistas. Éste que te digo no era comunista, pero estando yo ya aquí en Ademuz hubo uno que sí lo era... En la época de mosen Juncà yo estaba muy a gusto en Barcelona, ya me había acostumbrado a estar allí. Además, venía al pueblo tres veces al año, una por Semana Santa, porque mi jefe en el taller –se refiere al señor Emilio Jarque Fornas- era de Castielfabib, y los de Castiel venían al pueblo en un autocar para las fiestas, y yo me venía con ellos: desde Jueves Santo hasta el lunes de Pascua, en que regresábamos a Barcelona...


Respecto a los orígenes del barrio de San Andrés y la parroquia de San Sebastián de Verdum, ver Barrios altos de San Andrés.[4] En cuanto al párroco, don Josep M Juncà, ver Cáritas Diocesas de Barcelona.[5] Asimismo, respecto del párroco:
  • Mosen Josep M. Juncà, el primer rector, movilizó instituciones religiosas y laicas comprometidas de la ciudad de Barcelona, que colaboraron en la construcción, en plan de suplencia, de un consultorio medico, una guardería, una escuela profesional, la escuela Pla de Fornells, dieron apoyo a la escuela Ton i Guida, viviendas sociales, colonias para niños, y apoyo a iniciativas como el alcantarillado de Roquetes, ayudas a los trabajadores en huelga, etc.[6]

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Mossèn Josep Maria Juncà i Ramon (Igualada, 1923-Barcelona, 2014) -a la derecha-, rector de San Sebastián de Verdum entre 1959 y 1968 [Foto: Arxiu Històric de Roquetes-Nou Barris, Arxiu Parroquial de la Parròquia de Sant Sebastià].

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Mossèn Josep Maria Juncà i Ramon (Igualada, 1923-Barcelona, 2014), rector de la parroquia de San Sebastián de Verdum entre 1959 y 1968- [Foto: Arxiu Històric de Roquetes-Nou Barris, Arxiu Parroquial de la Parròquia de Sant Sebastià].

-- Cuando regresaste de Barcelona, ¿a qué te dedicaste en Ademuz?
  • Regresé de Barcelona en 1971, cuando tenía veintiocho años... Cuando me marché a Barcelona comenzaban las obras del instituto de Ademuz, estaba entonces de párroco don Carmelo. También estaba aquí don Jesús Eced, el sacerdote, yo tenía muy buena relación con él y con su familia, los Eced Carreres, porque desde niño había estado en la iglesia... Mi madre me llevaba a la iglesia los domingos, y me sentaba sobre su halda. Pero en cuanto me sentaba en el banco yo me escapaba y me iba detrás del sacristán, un hombre al que decían Vicente, que vivía en las calles de arriba y que yo conocía. Pues eso, que me iba detrás del tío Vicente... Tanto es así que uno de los monaguillos mayores me decía: Mira, el corderico del sacristán, siempre va detrás... Este monaguillo que te digo se llamaba Gonzalo, algo borde, todavía vive, está casado con una maestra jubilada y viene a temporadas; cuando nos vemos se lo recuerdo... Te decía que cuando me marché a Barcelona comenzaron las obras del instituto, un día me llama don Jesús (a Barcelona) y me dice: Mira, Ángel, podrías hacer de encargado de los trabajadores... –pero yo no me sentí capaz, porque era muy joven, recién terminada la mili; además, acababa de irme. El caso es que le dije que no, que no me sentía capacitado para esa responsabilidad... Claro, don Jesús y su familia me apreciaban mucho, por lo que te decía de mi relación con la Iglesia. Y don Jesús y su familia hicieron amistad con don Carmelo, el promotor del instituto, y hacía mucho caso a esta familia... Aunque no quise volver de Barcelona para hacer de encargado de los trabajadores, don Jesús y don Carmelo acordaron guardarme el puesto de conserje cuando comenzara a funcionar el centro. Pero cuando llegó la hora de acceder al puesto, no pudo ser para mí, se lo dieron a Ángel Sebastián, el de la Eloisa, por influencia de Andrés Soriano, que era el alcalde y vecino suyo... Pero al cabo de los años, cuando regresé al pueblo, el nuevo párroco, don Antonio Pérez Sesé, me ofreció el puesto de conserje del Instituto. Claro, don Jesús Eced le había hablado de mí a don Antonio y me metieron de conserje, y estuvimos los dos, Ángel Sebastián y yo... Sí, los dos conserjes nos llevábamos bien, pero de aquella manera, porque él pensaba que al entrar yo lo echarían a él, pero no fue así... Mi función en el Instituto era una labor que abarcaba muchas teclas: atendía la tienda de material escolar, ayudaba en la cocina y a poner las mesas en el comedor, arreglaba los desperfectos en el mobiliario, etc. También cobraba las cuotas de los alumnos, porque los padres de los alumnos de bachiller pagaban una cuota mensual. Los chavales traían el dinero a la tienda y yo les daba el recibo con el cuño. También asumí el asunto de la calefacción. A fin de curso, cuando se marchaban los alumnos en verano, me dedicaba a pintar las clases, arreglar pupitres y demás. El otro conserje tenía tres meses de vacaciones, yo sólo tenía uno. Con este trabajo estuve trece cursos, he conocido a muchos alumnos y profesores... El director era don José Eslava, de Vallanca, su mujer también era profesora. Había también una profesora de aquí, familia de los Garridos, a la que llamaban Antonia la Vice (de vicedirectora). También estuvieron don Antonio Pérez, don Bernabé, y don Manuel, hermano de don Antonio Pérez, que era jesuita... 

Sigue diciendo:
  • Durante la época en que esto fue Escuela-Hogar, los alumnos pasaban aquí la semana, comían y dormían aquí, y el fin de semana la mayoría se marchaban a su casa, alguno se quedaba. Hubo uno de Valencia que era huérfano y se pasaba aquí todo el tiempo. Pero venían de todos los pueblos y aldeas del Rincón de Ademuz, de Libros, El Cuervo, etc. Sí, el Instituto fue muy importante para la gente de la comarca, porque muchos alumnos pudieron estudiar bachiller y luego carreras, cuando de otro modo no hubieran podido por la situación familiar. Oía yo que entonces los alumnos tenían un nivel de formación alto. Lo que llamamos Instituto “Virgen de la Huerta” era en realidad un Colegio Libre Adoptado, los de bachiller iban a examinarse a Utiel o Requena, no recuerdo... Esto mientras dependió de la Iglesia, luego ya pasó al Estado. Yo no paraba, siempre estaba haciendo algo... En la época de la Escuela-Hogar, me bajaba a las nueve de la noche y hacía de vigilante durante la hora y media que había de estudio: Desde la nueve que terminaban de cenar hasta las diez y media. Luego los alumnos se iban a dormir, yo dormía también allí, con los mayores, hacía de vigilante y cuidador, por lo que pudiera pasar. No, no tenía habitación individual, dormía en la nave con ellos... Por la mañana continuaba mi labor como conserje, y me marchaba a casa a las cinco de la tarde. A esa hora llegaba a casa, me arreglaba y me marchaba a la iglesia, para la misa... Tras la misa cenaba en casa y a las nueve de la noche volvía al instituto... -esa ha sido mi vida durante años: hacía más horas que un reloj. Cuando se hizo cargo del instituto el Ayuntamiento, durante unos años estuvimos los dos conserjes –Ángel Sebastián y yo-; luego, al reducirse el número de estudiantes, el Ayuntamiento dijo que uno de los conserjes tenía que marcharse. Se quedó el otro, al que faltaba poco para jubilarse, con la idea de volver cuando él se jubilara; pero ya no me volvieron a coger, porque por entonces cambió la cosa política... A todo esto se abrió un plazo para solicitar el puesto, yo eché mi instancia, pero después dieron un bando diciendo que sólo podía solicitarse el puesto hasta tal edad, y como yo la sobrepasaba, pues ya no puede acceder... Al perder el trabajo en el Instituto me dediqué a otras cosas, hacía el campo y puse conejos y gallinas, por la carne y los huevos, que vendía para sacar alguna perra...

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El señor Ángel Aparicio Domingo (Los Santos-Castielfabib, 1943), en el portal de su casa en Ademuz (Valencia), tras la entrevista (2016).


-- Pasando a otros asuntos, quería preguntarte por esa fiesta que se celebra a principios de mayo, el Día de la Cruz le dicen, ¿qué puedes contarme de esta fiesta, cómo se vivía en Ademuz durante tu juventud?
  • Es una fiesta que se celebra el día 3 de mayo -se trata de la Fiesta de la Cruz o Cruz de Mayo-, en que se sube en romería a la Ermita de Santa Bárbara y se bendicen los términos... Hay tres cargos en esta celebración, el bastón, el chuzo y la bandera –les llaman los cargos de la cruz, los objetos se guardan en la iglesia. El que quiere hacer la fiesta escoge un cargo, siendo el principal el bastón. Los cargos pagan la misa de ese día, que se celebra en la iglesia. Después de la misa se baila la bandera en la plaza del Rabal y la gente sube hasta el cerro, donde las ruinas de la ermita, allí el sacerdote bendice los términos. Como te digo la misa se celebra en la iglesia parroquial, quizá antaño se celebraba en la Ermita de Santa Bárbara. Hoy la ermita está totalmente arruinada, solo quedan cuatro paredes, aunque yo recuerdo haberla visto entera, con su tejado y pórtico delante de la entrada. Hasta ahora se utilizaba la bandera de don Blas Mañes, el párroco de Ademuz que asesinaron cuando la guerra. La bandera que te digo pertenecía a un Sindicato Católico Agrario que fundó este sacerdote, y desde entonces se venía usando. Aquella bandera era de seda, llevaba una inscripción y estaba muy deteriorada, por eso se ha repuesto. Sí, la nueva bandera es la española, como la de don Blas... En la actualidad se pretende recuperar la tradición de aquella fiesta, incorporando la degustación de pastas en la ermita, pero antiguamente no se comía nada arriba. La fiesta estaba asociada a las hogueras que se hacían la noche anterior por las calles del pueblo, como por san Antón. Cada cual hacía hoguera en su puerta, se invitaba a vecinos, amigos y familiares, ahí es donde se comía y se bebía, no en la ermita... Algunos no llegaban a acostarse –comiendo, bebiendo y cantando-, y toda la noche sonaban las campanas... Por la mañana del día 3 de mayo se hacía la misa, los pases de bandera en la plaza del Rabal y la subida hasta la Ermita de Santa Bárbara. Yo recuerdo haber oído decir a mi padre que ésta era una fiesta grande en Ademuz, de las más importantes...

Se alude aquí a la celebración de la Fiesta de la Cruz (de las Cruces o Cruz de Mayo), que se pretende recuperar en Ademuz tras décadas de olvido, ya que según el testimonio “era una fiesta grande en Ademuz, de las más importantes...” del santoral local. La celebración tiene lugar el día 3 de mayo, lo que la sitúa al final de la primavera, astronómicamente próxima al solsticio de verano. Respecto de sus orígenes, el tiempo de su celebración la vincula con los cultos relativos a la estación floral por excelencia, la Primavera (prima de primer y vera de verdor), que significa renacimiento, renovación, florecimiento..., expresiones todas que señalan al comienzo de un nuevo ciclo en la Naturaleza, y a la “juventud” por excelencia. En este sentido, la fiesta podría relacionarse con la céltica “Festividad de los Mayos” y sus evocaciones rituales y totémicas dedicadas a la divinidad primaveral, que se materializaba en el adorno de un árbol o tótem con flores y ramas verdes, ante el que se ejecutaban cantos y danzas alusivos al momento estacional, y a la fertilidad. 

Antropológicamente, este tipo de fiestas (celebraciones populares) pueden hallarse por toda Europa, constituyendo lo que genéricamente se denominan “fiestas mayales”, que con el advenimiento del cristianismo la Iglesia asimiló a la cruz cristiana, símbolo de perdón y renovación por excelencia. Otra interpretación acerca de los orígenes de esta fiesta la relaciona con la cruz que la madre del emperador Constantino el Grande -santa Elena (ca.250-329)- halló en tierra santa, y que según la tradición sería el madero en el que Cristo fue crucificado. El hecho de que durante esta celebración se suba a un lugar elevado, como es el cerro del castillo, donde se hallan las ruinas de la Ermita de Santa Bárbara, espacio vinculado a su vez a la existencia de una célebre cruz que chillaba durante las tormentas, y que según Cavanilles (Observaciones, 1797, vol. II, párrafo 107, pp. 77-78) hubo en las proximidades, lugar desde el que se bendicen los términos –buscando la protección de los campos y la abundancia en las cosechas-, sugiere que la festividad tiene un origen ancestral, posteriormente asimilado por el cristianismo. Respecto al resto de significantes asociados a la celebración: el fuego de las hogueras simboliza purificación física, los cargos la organización social del grupo: el bastón el mando y la autoridad, el chuzo la fuerza y el orden, mientras que la bandera encarna a la comunidad. El agua bendita que se asperge en dirección de los cuatro puntos cardinales es otra forma de purificación, en este caso ritual, espiritual y religiosa. Se menciona también aquí a don Blas Mañes Palomar (1869-1936), cura párroco y arcipreste de Ademuz asesinado en La Huérguina (Cuenca), en 1936.[7]

Respecto de la celebración de la Fiesta de la Cruz en Ademuz, contamos también con el testimonio de Jesús Blasco Sánchez (Casas Bajas, 1939), que fue teniente de alcalde en Ademuz en la legislatura 1991-95, y alcalde en la siguiente (1995-1999):
  • Estando yo en el Ayuntamiento tratamos de recuperar la fiesta de la Cruz de Mayo aquí en Ademuz, buscando información de cómo se hacía antiguamente... Hay pocos datos, pero por lo que pudimos averiguar la fiesta comenzaba con las hogueras en las calles la noche anterior, la gente se reunía por grupos de vecinos, por calles o barrios y hacían las hogueras. Las campanas de la iglesia se bandeaban toda la noche, al alba se reunían los vecinos en la plaza y subían en procesión hasta la ermita de santa Bárbara. La comitiva iba acompañada por los dulzaineros que bajaban de Vallanca, una vez arriba en el cerro el cura hacía la bendición de términos. Durante la bendición había una petición expresa, rogando para que no hubiera tormentas, riadas o pedriscos que dañaran las cosechas del término... Después se volvía a bajar a la plaza y se hacía la renovación de los cargos para el año siguiente, el bastón, el chuzo y la bandera... La bandera que se utilizaba antaño tenía una inscripción que hacía referencia a un Sindicato Católico Agrario, o algo así. No sabemos con certeza cómo se hacía la renovación de cargos, si los vecinos se ofrecían y se sorteaba entre los voluntarios, si se hacía mediante una puja o había una lista y se seguía un orden. En cualquier caso era una fiesta muy significada en Ademuz, que merece la pena recuperar...

Según vemos, la Fiesta de la Cruz en Ademuz estaba ligada al mundo agrario (bandera de Sindicato Católico Agrario, bendición de términos, petición expresa de protección para los animales, campos y cosechas...), y así debió ser durante la etapa económica de expansión agrícola en la comarca (siglo XVIII-XIX). El decaimiento de la fiesta corrió parejo a la crisis del mundo rural y de la agricultura en particular (de mediados del siglo XX en adelante), en que se manifestó en toda su crudeza la crisis agrícola territorial, que propició la emigración, la despoblación y el abandono parcial de los campos y cultivos. Hoy se pretende recuperar como una tradición más, en tanto forma parte del patrimonio cultural local y comarcal, tratando así de reafirmar la identidad de unos territorios y sus pobladores, en medio de un mundo globalizado y cambiante.


-- A propósito de las ermitas de Ademuz, ¿cómo es que se han perdido las ermitas de santa Bárbara y de san Roque?
  • No sé, lo que yo te puedo decir es que después de la guerra la iglesia se llenaba de gente, pero estaba muy arruinada, no había ni bancos. Entonces se les ocurrió al cura y al alcalde de entonces, destejar la ermita (de Santa Bárbara) y vender las tejas y la madera, que era de pino, para costear el mobiliario del templo. Con el dinero obtenido hicieron unos bancos de chopo y los pintaron de negro, así fue como llenaron la iglesia de bancos, dos hileras de arriba abajo... Además, don Pedro Manuel compró dos bancos de madera buena, grandes y pesados para las autoridades, porque entonces todas las autoridades iban a misa –el alcalde, los concejales, el juez, el comandante del puesto de la guardia civil-; los bancos todavía existen, están en la ermita Virgen de la Huerta. Claro, el desmontar el tejado fue por ese motivo, para sacar algún dinero, porque entonces no había un duro... Yo recuerdo haber ido en romería a la Ermita de San Roque, siendo párroco don Pedro Manuel, que era de Torrebaja. A la romería acudía mucha gente, allí se hacía la misa el día del santo... Entonces la techumbre estaba en bastante buen estado. La ermita se hallaba donde la casa de forestales, al otro lado del río, en las laderas de La Celadilla. Tenía (la ermita) una fachada toda de piedra labrada, me acuerdo perfectamente... Luego el Ayuntamiento la cedió para la construcción de la casa de los forestales...
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Vista superior -frontolateral izquierda- de la arruinada ermita de Santa Bárbara en Ademuz (Valencia), en los años 1945-50 [Tomada de LLUCH GARÍN, 1980: 531].


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Vista frontal de la desaparecida ermita de San Roque en Ademuz (Valencia), ca.1957 [Tomada de LLUCH GARÍN, 1980: 536].


Se nombra aquí a don Pedro Manuel –se refiere a don Pedro Manuel Miguel Benedicto (1892-1975)-, natural de Torrebaja (Valencia), que fue párroco y arcipreste de Ademuz en los años cuarenta y cincuenta (1947-56). Respecto de la Ermita de Santa Bárbara, cabe decir que cuando el periodista y escritor valenciano Luis B Lluch Garín visitó el lugar -el 7 de agosto de 1957-, comenta: “Allí, en lo alto de la loma, se levantaban las ruinas de la famosa Ermita de Santa Bárbara, entre las que vi a una viejecita sentada sobre unas piedras sillares junto a un rebaño de borregos blancos y negros que pacía al socaire de los muros desmochados”.[8] El autor no describe su interior, porque ya estaba arruinado con motivo de su desteje para el aprovechamiento de las tejas y maderas de la cobertura. La fotografía que coloca para ilustrar su texto debe ser anterior, ya que en la imagen la ermita conserva todavía su techumbre. En cuanto a la ermita de San Roque, visitada también por entonces –el 8 de agosto de 1957-, comenta: “El edificio [...], todo él de sillares robustos, parece una pequeña fortaleza de cuatro fachadas casi iguales con tejado de faldones de poca vertiente./ En la fachada hay dos ventanas con jambaje de madera, dos aspilleras muy estrechas encima de ellas y una puerta de dovelas y arco románico medio cerrada por unas hojas de tablones con charnelas y clavos de hierro forjado./ El interior está abandonado. Hay montones de escombros junto al púlpito derruido. El presbiterio, al que se sube por dos escalones, tiene un ábside pentagonal de muros perpendiculares pintados de rosa y gris. Lo adorna una cornisa que sirve de asiento a cinco lunetos contorneados por nervios de mucho realce que se unen en el centro de la bóveda. La techumbre es de madera y las vigas oscuras que sostienen las tabicas dan un aire señorial de viejo palacio al interior del ermitorio”.[9] Resulta fácil criticar la actuación de los dirigentes locales, ayuntamiento y parroquia, por el destino que dieron a las ermitas de Ademuz: la de santa Bárbara fue destejada para aprovechar sus maderas y pagar los bancos de la parroquial (San Pedro y San Pablo Apóstoles), destruidos durante la revolución y guerra civil (1936-39), y la de san Roque se dejó arruinar, cediendo después el solar para la construcción de la Casa Forestal. Desconocemos en profundidad la razón o razones que llevaron a las autoridades locales a tomar aquella decisión –estamos seguros de que influyeron la mentalidad y falta de medios del momento histórico-; lo que hicieron no fue otra cosa que desnudar a un santo para vestir otro, probablemente al más necesitado. Hoy sólo cabe lamentar la pérdida del patrimonio, pues su justificación es comprometida.


-- Habiendo vivido desde niño en Ademuz, siendo monaguillo y sacristán, habrás conocido a muchos curas que han pasado por la parroquial, ¿quién fue el primero, de cuál guardas mejor recuerdo?
  • Claro, he conocido a muchos curas en Ademuz... El más antiguo que recuerdo es don Miguel Porter, pero curiosamente no tengo ninguna imagen de él... Como te he dicho, yo nací en 1943, y en 1947 vino aquí don Pedro Manuel -tenía yo cuatro años-: Lo recuerdo porque aquel día estaba yo jugando en la plaza (del Ayuntamiento) y al asomarme a la barbacana, que da sobre la calle de san Vicente, vi entrar mucha gente a la casa del cura, donde yo entraba con frecuencia. Bajé y entré a la casa, allí alguien me cogió y puso sobre sus rodillas, y me dio dos o tres magdalenas. No sé si sería el alcalde de entonces, o lo sería después... Don Pedro Manuel estuvo aquí nueve años, hasta 1956. Podría haber estado más tiempo, todo el que hubiera querido, pero tuvo una ocurrencia indebida y lo trasladaron a otra parroquia, no sé si a Jérica o Viver, por esa zona... La ocurrencia fue que entonces había dos cofradías, la de la "Purísima Concepción", a la que pertenecían las mozas y la del "Sagrado Corazón de Jesús", a la que pertenecían las casadas. Como tenían unas andas muy pesadas quisieron cambiarlas, porque para las procesiones cada grupo de mujeres sacaba su imagen. Pensaron en comprar unas andas de aluminio, más ligeras y manejables. Pero a todo esto el cura compró una imagen de la Virgen del Rosario, que todavía está en la iglesia –entrando, a mano derecha, junto a la sacristía-, y quiso hacer unas andas nuevas, porque la base de la nueva imagen era muy ancha, se las encargó al tío Rochingues. Y quiso que las mujeres de las cofradías le dieran el dinero que habían recogido para las andas de aluminio y mandar hacer él otras andas para las tres imágenes... El caso es que las cofradías no estaban por la labor, y hubo mucho disgusto entre el cura y las cofradías, hasta el punto de que en una misa el cura les negó la comunión a las del Sagrado Corazón. Entonces las cofradías nombraron una comisión que fuera a quejarse al señor obispo a Segorbe, cogieron el coche del Chato: Así fue como echaron de Ademuz a don Pedro Manuel... En sustitución de don Pedro Manuel enviaron a don José María Aliaga Espuig, vino para cuatro meses y se quedó cuatro años y medio. Don José María era un cura excepcional, de lo mejor que ha pasado por aquí... No, no era joven, era de mediana edad. Aquel hombre valía mucho, atraía a la gente joven, compró el armonio, sabía música, cantaba..., llenaba la iglesia. Este cura estuvo hasta 1961, después vino don Miguel Bonilla –se refiere a don Miguel Bonilla Martí-, que había sido militar, capitán: Se salió del ejército y se hizo cura. Al lado de don José María, don Miguel era poca cosa, porque el otro era un fuera de serie... Este cura estuvo aquí otros tres o cuatro años, después vino don Carmelo Ciganda Nevado, que fue quien montó el Instituto “Virgen de la Huerta”. 

Durante el curato de don José Mª Aliaga Espuig tuvo lugar la remodelación de las Archidiócesis de Valencia, por la que el  Arciprestazgo de Ademuz pasó a depender de Valencia (11 de junio de 1960). Como ecónomo de la parroquia de Ademuz cesó con fecha 20 de mayo de 1961 (BOA, Año 1961, p. 506). Tras don José Mª vino a Ademuz don Miguel Bonilla Martí (1961-64), nombrado ecónomo el 10 de mayo de 1961, y arcipreste el 16 del mismo mes (BOA, Año 1961, p. 572). En su tiempo se publicó la Guía de la Iglesia en la Diócesis de Valencia (1963), y el Censo de Parroquias, que incluye datos de interés acerca del Arciprestazgo: la población de Ademuz censaba entonces (1960), 2.737 habitantes de hecho y 2.827 de derecho.[10] Don Miguel cesó en Ademuz en 1964, recibiendo el nombramiento de ecónomo de Nuestra Señora de los Desamparados de Valencia-Nazaret, el 26 de agosto de ese año (BOA, Año 1964, p. 649). 

Continua explicando mi entrevistado:
  • Don Carmelo era también un hombre de mucha personalidad, procedía de Navarra, y estuvo aquí de 1964 hasta 1970, más o menos... Después de don Carmelo pusieron a don Antonio Pérez Sesé, que era de La Cuevarruz, una aldea de Alpuente, Valencia. Don Antonio venía de Casas Bajas (y atendía también Casas Altas), y estuvo aquí en Ademuz mucho tiempo, veintitrés años... Don Antonio tenía un SEAT 600, y por asuntos del Instituto iba con don Carmelo muchas veces al Ministerio de Educación, a Madrid, con el Seiscientos... Por eso motivo don Antonio conocía bien los entresijos del Instituto, esta sería la razón, pienso yo, de que cuando se marchó don Carmelo trajeran aquí a don Antonio. Además, don Antonio tenía un hermano jesuita, don Manuel, que había sido administrador en varios colegios, y estuvo aquí también como director... Yo me he llevado bien con todos los curas, aunque con algunos mejor. Con don Antonio peleaba mucho, porque los dos éramos jóvenes, aunque yo sabía que él era el párroco y tenía la última palabra... Siempre he tenido clara mi posición, y sé cuál es mi lugar en la iglesia. Actualmente seguimos siendo amigos y nos vemos de vez en cuando, él (don Antonio) tiene 81 años y yo 73... Con don Antonio trabajamos muchos, él y yo movimos lo del cine parroquial, que tuvo mucho éxito... Arreglamos el tejado de la iglesia, levantamos toda la techumbre y pusimos jácenas de hierro... Para sacar dinero y pagar el tejado hicimos el cine que te decía, íbamos con una máquina de ocho milímetros pasando películas por los pueblos, y aquí en Ademuz. El cine lo montamos en el local del Instituto: los viernes por la noche hacíamos cine en Ademuz, los sábados en Santa Cruz de Moya, Cuenca, el domingo por la tarde en Ademuz, y entre semana todavía íbamos a otros pueblos, a Casas Bajas, Los Santos... La máquina la manejaba yo: claro, sabía montar la máquina, arreglar las cintas cuando se cortaban y todo lo que llevaba de consigo la proyección... No, no me acuerdo de los títulos de las películas, imagino serían las que se llevaban entonces... No, tampoco recuerdo cuánto se cobraba por la entrada, pero venía mucho personal. Entonces la gente apreciaba el cine, las películas gustaban mucho... Los curas de los últimos tiempos han sido gente joven muy dispuesta y preparada, nada que ver con los antiguos. Estos nuevos son misacantanos que el señor obispo envía para que hagan tablas y aprendan bien el oficio... El que supera la estancia en el Rincón de Ademuz suele ser un buen sacerdote, porque esto es muy duro..., por la dispersión y la soledad.

Tras don Miguel Bonilla vino a Ademuz don Carmelo Ciganda Nevado (Puente la Reina, 1923-2004), quien con fecha 26 de agosto de 1964 cesó como coadjutor de la Asunción de Nuestra Señora de Carcagente, Valencia, a la vez que recibía el nombramiento como ecónomo y arcipreste de Ademuz (BOA, Año 1964, p. 649). Cuando el entrevistado dice del “Instituto” de Ademuz se refiere al “Colegio Libre Adoptado” Virgen de la Huerta que se instaló en Ademuz durante el curato de don Carmelo.[11] En la referencia citada puede verse una breve reseña biográfica de este sacerdote, incluida en una necrológica con motivo de su fallecimiento, ocurrido el 1 de septiembre de 2004, en Puente la Reina (Navarra). Respecto a don Antonio Pérez Sesé cabe decir que con fecha 26 de agosto de 1964 cesó como coadjutor de la parroquia de Chelva, Valencia, siendo nombrado ecónomo de Casas Bajas y encargado de Casas Altas (BOA, Año 1964, p. 652). Seis años más tarde, con fecha 14 de noviembre de 1970, don Antonio cesó como párroco de Casas Bajas y encargado de Casas Altas, siendo nombrado párroco de San Pedro y San Pablo de Ademuz (BOA, Año 1970, p. 731). Al año siguiente, con fecha 23 de febrero de 1971, el hermano de don Antonio, don Manuel Pérez Sesé fue nombrado coadjutor de San Pedro y San Pablo de Ademuz (BOA, Año 1971, p. 102). A don Manuel se le nombraba como "el Guaraní", porque había pasado muchos años en misiones. Unos años después, con fecha 1 de septiembre de 1976, don Antonio Pérez se encargó de la parroquia de Vallanca (BOA, Año 1976, p. 388). Diecisiete años después -en 1993-, don Antonio Pérez Sesé cesó en San Pedro y San Pablo de Ademuz, en Nuestra Señora de los Ángeles de Castielfabib, en Santa Bárbara de Mas del Olmo (Ademuz), en la Inmaculada Concepción de Sesga (Ademuz), en San Miguel Arcángel de Puebla de San Miguel, siendo nombrado párroco de Nuestra Señora de los Ángeles de Tuéjar (Valencia), BOA, Año 1993, p. 422.

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Vista parcial de Ademuz (Valencia), desde el balcón de la casa del señor Ángel Aparicio Domingo (Los Santos-Castielfabib, 1943), con detalle de la Residencia de Ancianos en la vega y el cerro de Horca al fondo (2016).

-- Comparativamente, ¿cómo ves el Ademuz de tu juventud en relación con el de hoy?
  • Ha cambiado mucho, no sólo en población, que es lo más llamativo, sino en cosa de Iglesia... Hoy la gente joven no acude a la iglesia, no viene a misa ni asiste a ningún acto religioso... Yo no sé muy bien la causa, pero hay mucha gente que trabaja para que sea así, gente que habla mal de la Iglesia y de los curas a los jóvenes... Los niños toman la Primera Comunión y desaparecen de la Iglesia. Esto de la Banda de Música que se ha formado en Ademuz ha sido una cosa muy buena, porque enseñan música y los jóvenes aprenden a tocar algún instrumento, pero si los profesores fueran personas religiosas podrían atraer gente a la iglesia... Un amigo de Barcelona me dijo: Ángel, que os estáis quedando solos... –y tanto, como que la mayoría tenemos de setenta para arriba, le contesté yo. Lo que no logro entender es por qué hay tanta gente en contra de la Iglesia y de los curas, cuando yo entiendo que la religión y la Iglesia son una cosa buena... Un año, cuando todavía funcionaba la Escuela-Hogar, me dejaron enseñar a los niños canciones religiosas del mes de mayo, en la ermita de la Virgen de la Huerta, y venían más de doscientos chicos y chicas, una barbaridad de alumnos... La mujer de Lorenzo, una maestra, me decía: Ángel, si vieras a los niños, van cantando por la calle las canciones que les enseñas... Los niños son lo que les enseñas, si no les enseñan cosas de religión y de Iglesia, pues no saben. Otro problema es que los padres tampoco les enseñan, quizá porque no saben, o porque no quieren... En el colegio y en instituto igual, la mayoría de los maestros y profesores que han pasado por aquí eran de izquierdas y anticatólicos... Claro, si se pone de moda no ir a misa, ¿cómo van a ir a misa? No sé lo que pasará en el futuro, Dios proveerá...

Respecto a la innegable descristianización general de la sociedad española –y europea- actual, mi entrevistado pone el dedo en la llaga cuando dice que hay “gente que trabaja para que sea así, gente que habla mal de la Iglesia y de los curas a los jóvenes...”, porque es evidente la inquina contra la Iglesia y todo lo que ésta representa. En su libro –Nueva izquierda y cristianismo (2011)-, Francisco J. Contreras Peláez (Sevilla, 1964), dice que “la izquierda es anticlerical porque ve en la Iglesia la resistencia a su revolución cultural”, ya que la nueva izquierda ya no intenta sustituir el capitalismo por el socialismo, sino transformar la sociedad atendiendo a principios y consignas del mayo francés del 68: revolución sexual, (ultra)feminismo, ecologismo, pacifismo, abortismo, relativismo moral y cultural… Estemos o no de acuerdo con el autor, el libro me parece de gran interés para aproximarse a la comprensión del fenómeno anticlerical en relación con la neo izquierda.


-- Háblame de tu amor al canto y a la música ¿de dónde te viene esa afición? Y del Coro Interparroquial del Rincón de Ademuz, ¿qué puedes decirme?
  • Mi voz es muy recia, de barítono, y siempre me ha gustado mucho el canto de la iglesia; lo vengo haciendo desde niño... Las misas de Réquiem son impresionantes. Yo he sido monaguillo desde siempre, en mi infancia había mucha gente en Ademuz, muchos entierros. Los que cantaban en las misas de difuntos eran los curas, yo aprendí oyéndoles, no me hacía falta ensayar, porque cada misa era como un ensayo, no te extrañe pues que me sepa los cantos de carrerilla... -en este punto mi entrevistado canta en tono bajo las primeras estrofas del Libera me, un canto profundo, estremecedor, que eriza el vello. En mi infancia no había coro para los funerales, sólo para las misas del Corazón de Jesús y la Purísima. El actual Coro Interparroquial tiene su origen en don Antonio Pérez, que tuvo la idea de juntar los distintos coros parroquias en uno sólo, pues antaño cada parroquia tenía su coro... Fue así como se constituyó el Coro Arciprestal, formado por los coros de las distas parroquias que formaban el Arciprestazgo del Ademuz, pero tras la remodelación de los arciprestazgos de la Diócesis de Valencia, al incluirse el de Ademuz con el de Los Serranos, el Arciprestal pasó a denominarse de nuevo Coro Interparroquial, que se junta para cantar en la celebraciones comunes, para lo cual ensayamos casi todas las semanas, los viernes, en Ademuz... El problema del coro, por decirlo de alguna manera, es que está formado por personas mayores, la mayoría son mujeres, faltan voces masculinas, y no se incorporan nuevas voces, o raramente... Hasta su fallecimiento, el director del coro fue Andrés Soriano -se refiere a don Andrés Soriano Pescador (1930-2008)-, de Ademuz y el organista Daniel Aparicio Sánchez, de Torrebaja, que todavía continúa. Ahora nos dirige Abel Muñoz Sánchez, de Casas Altas. El Coro Interparroquial del Rincón de Ademuz tiene un amplio repertorio, además de los cantos religiosos en las celebraciones litúrgicas canta otras muchas canciones profanas, habaneras, espirituales negros, etc. Uno que dicen nos sale muy bien es el "Coro de los Esclavos" de Nabucco, la ópera de Verdi, pues también hacemos actuaciones profanas, con motivo de las fiestas parroquiales y en otros actos... Sí, el problema principal del coro es que la media de edad de los componentes es muy alta, y no se incorporan voces nuevas: una lástima, porque las celebraciones litúrgicas con cantos son más hermosas, lucen más...


-- Ángel, para terminar ¿cuáles son en la actualidad las funciones propias del sacristán?
  • Bueno, las funciones del sacristán siempre han sido las mismas... Abrir y cerrar la iglesia, hacer los toques de campana, preparar los ornamentos y vasos sagrados, lo que llamamos el servicio del altar, las velas y la iluminación del templo, ayudar al sacerdote en los oficios, todo eso... Que no falte el vino de consagrar ni las ostias, etc. Además de poner y quitar las imágenes de los santos y vírgenes para las procesiones... Puede parecer poca cosa, pero realmente es mucho trabajo. Además, como soy Ministro Extraordinario de la Comunión, a veces llevo la comunión a personas encamadas o ancianos que ya no salen de casa. Años atrás a mí me daban un estipendio anual por mi labor como sacristán, por ocuparme de todo lo que conlleva el cargo. Antes, don Antonio Pérez también me daba algo al mes por el cine y otro tanto por la parroquia, lo que podía... Yo he sido un hombre feliz en mi vida, me ha gustado hacer lo que he hecho y he disfrutado con ello. No sé bien de dónde procede mi afición o devoción por las cosas de la Iglesia, creo que del vientre de mi madre, nací con ello... No, no me he casado; tuve aquí una medio novia en mi juventud que me gustaba, pero aquello no cuajó... Te diré una cosa, creo sinceramente que el Señor me trajo para sacristán, te lo digo de corazón: Ni para cura ni para casado, para sacristán... –dice convencido-.
Dejamos en este punto la conversación, aunque hubiéramos podido estar hablando otro tanto; mas los gatos del señor Ángel no paran de maullar, pidiendo su cena. Además, se está haciendo de noche, habiéndose puesto ya el sol tras los montes de Santerón, cuyas cimas se divisan desde el balcón de la casa de mi entrevistado.



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El señor Ángel Aparicio Domingo (Los Santos-Castielfabib, 1943), en el portal de su casa en Ademuz (Valencia), tras la entrevista (2016).

El señor Ángel Aparicio Domingo (Los Santos-Castielfabib, 1943),
en el portal de su casa en Ademuz (Valencia), tras la entrevista (2016).

Palabras finales, a modo de epílogo.

La conversación mantenida con mi entrevistado –hombre de apariencia sencilla y proceder honesto- constituye un somero repaso a su biografía: nacido circunstancialmente en la aldea de Los Santos (Castielfabib) a principios de los años cuarenta, y avecindado en Ademuz, hijo de Vicente (de La Balsa) y de Felipa (de Los Santos). Primero vivió en la Era de Andrea, después en el Solano -donde reside desde entonces-, típicos barrios extramuros de Ademuz. Su paso por la escuela pública y por la privada constituyen circunstancias habituales en muchos niños de su época. Aprendió mecanografía (con don Joaquín, en Ademuz) y carpintería (con Juanito, en Casas Bajas), habilidades que le valieron en su vida adulta. 

Hizo el servicio militar en Valencia, como voluntario en sanidad, regresando después a Barcelona, donde ejerció varios trabajos, siendo como ayudante de contable, en el taller del señor Emilio Jarque Fornas, natural de Castielfabib (Valencia), donde más tiempo estuvo. Durante su estancia en Barcelona conoció y colaboró con el párroco de su barrio, Mossèn Josep Mª Juncà i Ramon (Igualada, 1923-Barcelona, 2014), rector de San Sebastián de Verdum –un célebre sacerdote catalán que realizó una ingente labor pastoral y social con los emigrantes en aquel barrio emergente de Barcelona, en pleno desarrollismo español. Su regreso a Ademuz estuvo motivado por razones familiares, y personales; pues, aunque adaptado a la vida ciudadana, siempre tuvo una gran querencia por el pueblo.

De regreso a Ademuz estuvo trabajando como conserje en el Colegio Libre Adoptado Virgen de la Huerta -aquí atendía múltiples ocupaciones-: la tienda-librería, el cobro de las cuotas, ayudando en la cocina y el comedor, cuidaba el funcionamiento de la calefacción, mantenía el mobiliario... Y durante la época en que estuvo la Escuela-Hogar: vigilando en la hora de estudio y durante la noche, durmiendo en la habitación de los mayores. Su trabajo le llevaba una gran parte del día toda la semana...

Su disposición como sacristán le viene de lejos, “creo que del vientre de mi madre, nací con ello...” –dice. Tuvo una medio novia, una chica que le gustaba, pero la relación no progresó. Le hubiera gustado ordenarse como sacerdote, pero sus padres se opusieron y él no quiso contrariarles, pues tenía una gran devoción por ellos, atendiéndoles mientras vivieron. “Te diré una cosa, creo sinceramente que el Señor me trajo para sacristán, te lo digo de corazón: Ni para cura ni para casado, para sacristán...” –dice convencido-.

Resulta chocante observar el convencimiento del señor Ángel, su certeza respecto a su destino. Habremos de entender que cada cuál tiene su papel en el teatro de la vida, y que el de mi entrevistado ha sido el de celador del templo y ayudante del cura: un antiguo oficio clerical en trance de extinción, si Dios no lo remedia... Vale.





[1] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo (2008). Las Casas de la Balsa, aportación al conocimiento del poblamiento disperso en el Rincón de Ademuz, en Desde el Rincón de Ademuz, Valencia, vol. II, pp. 145-158.
[2] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. El Rincón de Ademuz agoniza, en la web Desde el Rincón de Ademuz,  del martes 15 de diciembre de 2015.
[3] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo (2009). Emilio Jarque Fornas, la persistencia de la memoria, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, vol. III, pp. 101-121.
[4] DONATO E, José E. Barrios altos de San Andrés (Consultada el 22 de junio de 2016)
[5] Cáritas Diocesana de Barcelona: Presentación del libro “San Sebastián de Verdum. Medio siglo de una parroquia de barrio” (Consultada el 22 de junio de 2016)
[6] FERNÁNDEZ VALENTÍ, Ricard. Mossèn Juncà: de aquí a la eternidad, del sábado 4 de octubre de 2014. (Consultada el 22 de junio de 2016)
[7] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo (2011). Don Blas Mañes Palomar (1869-1936), cura párroco y arcipreste de Ademuz en la Causa General de Valencia, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, vol. IV, pp. 83-91. ID. Don Blas Mañes Palomar en el I Simposio "La Cruz de los Tres Reinos" (Ademuz), en la web Desde el Rincón de Ademuz, del lunes 17 de octubre de 2011.
[8] LLUCH GARÍN, Luis B (1980). Ermitas y paisajes de Valencia, Edita Caja de Ahorros de Valencia, Valencia, vol. I, p. 531.
[9] Ibídem, p. 538.
[10] GUÍA DE LA IGLESIA EN LA DIÓCESIS DE VALENCIA (1963). Edita Archidiócesis de Valencia, Valencia, pp. 275-276.
[11] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Las “Fuerzas Vivas” de Torrebaja (Valencia), mediado el siglo XX,  en la web Desde el Rincón de Ademuz, del viernes 10 de junio de 2016.

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