viernes, 1 de marzo de 2013

PILONES Y LADRILLOS CERÁMICOS DEL "VIA CRUCIS" DE VAL DE LA SABINA, ALDEA DE ADEMUZ (I).

A propósito de la celebración de la Semana Santa en el valenciano Rincón de Ademuz


“No hay otro ejercicio más a propósito para santificar un alma
que la meditación asidua de los padecimientos de Cristo”
-san Buenaventura (1217-1274),
teólogo franciscano y "Doctor Seráfico"-.









Palabras previas, a modo de introducción.
Previamente a cualquier consideración, he de manifestar que soy cristiano, de rito católico, apostólico y romano... Ello no significa que mi confesión religiosa me haga mejor o peor que cualquier otro individuo que sea de otra religión o que no sea religioso en absoluto; incluso que sea ateo, agnóstico o indiferente: quiero dejar claro este asunto, para que no haya lugar a equívocos. Porque soy libre -me siento libre, en la medida que uno puede serlo- y dicha libertad, en el contexto social y político que tenemos, me permite hacer esta manifestación. El que sea o no consecuente con mis creencias, eso es harina de otro costal; en todo caso, no soy yo quién para valorarlo...
            
Por otra parte, estimo que la creencia religiosa de un individuo es cosa personal, algo que le atañe exclusivamente a él y a su entorno, algo similar a lo que ocurre con la ideología: quiero decir que la persona religiosa o política no lo es en sí misma y para él sólo, metida en una urna aséptica de cristal: porque la creencia o la ideología se consuma en nuestra vida diaria, en el cotidianeidad y sólo tiene sentido si se realiza en comunidad. 

Pero hay más, porque el creyente lo es ante todo y principalmente, por la gracia de Dios –porque no basta decir ¡Yo creo!, y ya está-: el asunto es algo más complicado y –todo hay que decirlo- yo no entiendo muy bien cómo pueda ser esto, ni creo que tenga una fácil explicación; quiero decir una explicación objetiva que satisfaga a todos. Pero así es... El que yo o cualquiera sea creyente depende primariamente de Dios, y sólo en una pequeña parte de mí, ¡porque la voluntad de creer también importa! Pero dejemos estos enmarañados asuntos teológicos, no vayamos a enredarnos en ellos y no sepamos salir después, pues mi fe es sencilla; además, ¡Doctores tiene la Iglesia!

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Ladrillo cerámico anunciando el nombre de la aldea Val de la Sabina-Ademuz (Valencia), 2006.

Hay dos grupos de motivos o razones que me empujan a la creencia: de una parte la llamada de Dios y mi pobre voluntad o deseo de creer, y de otra las bellezas del cristianismo. Para comprender la hermosura de nuestra religión hay que vivirla por dentro y entenderla, por ejemplo, al estilo que lo hizo Chateaubriand –me refiero François-René de Chateaubriand (1768-1848)-, célebre escritor, político y pensador francés, autor de la no menos célebre obra El genio del cristianismo (1802), una singular apología de la fe cristiana, que tuvo su momento de gloria en el renacimiento religioso ocurrido en Francia tras la Revolución.[1] Cierto, el libro puede hacerse pesado; pero merece la pena leerlo, aunque sea a pequeños sorbos... De hecho, la lectura de este texto puede marcar un antes y un después en la concepción estética religiosa. A propósito, existen unas palabras poco conocidas del genial arquitecto reusense Antoni Gaudí (1852-1926), el máximo exponente del modernismo catalán, que dicen:

  • <Dios continúa la creación mediante el hombre. El artista no tiene que considerarse un creador, sino un humilde continuador de la obra del gran Arquitecto. No se trata de copiar superficialmente las formas o los colores. [De hecho], Los copistas no colaboran. Se trata de colaborar con Dios acercándose cada vez más a su Inteligencia y a su Amor. Por eso la originalidad del buen artista consiste en volver al origen, en volver a las soluciones divinas. Es bueno, pues, que el artista busque la iluminación de la auténtica belleza y original Belleza creadora>[2]

Como el mismo prologuista indica, “Igualmente, hace falta que los científicos indaguen, busquen y escruten las soluciones divinas o el por qué de la creación. Pero lo han de hacer con honradez y humildad”.[3] Dicho de otro modo, para el cristiano Dios es el artífice creador del mundo, de todo visible e invisible que existe y son los científicos quienes deben intentar explicarnos cómo lo hizo. Pero dejemos esto, que ya me he extendido demasiado... Pues, de lo que yo pretendía hablarles es de los pilones y ladrillos cerámicos de la aldea ademuceña de Val de la Sabina, donde se representan las estaciones de la Pasión de Cristo; esto es, del Vía Crucis...


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Vista del camino que asciende a Val de la Sabina-Ademuz (Valencia) desde la Villa, cuyo caserío aparece al fondo (2003).

En busca de Val de la Sabina, aldea de Ademuz (Valencia).
A lo largo de mi vida he tenido varias experiencias espirituales intensas, aunque unas más que otras... Entre ellas recuerdo con especial emoción una que tuvo lugar durante una vigilia en la iglesia de la Agonía en Jerusalén, junto al huerto donde se hallan los milenarios olivos de Getsemaní; según quiere la tradición, allí oró Jesús antes de su arresto...[4] Otra fue en el Monte do Gozo, desde donde ya se divisan las torres de la catedral de Santiago de Compostela –esto fue en el Jubileo del 2010, yendo de peregrino en bicicleta, desde Torrebaja hasta Santiago-. Otra tuvo lugar en nuestra comarca, durante un Vía Crucis nocturno que se hizo hace ya algunos años entre Ademuz y Val de la Sabina: fue para mí una experiencia íntima -mística y estética- de hondo calado... Pueden imaginarse ustedes a un grupo bastante numeroso de gente, portando velones encendidos, caminando en medio de la noche por la carreterita que conduce a la aldea, con la esbelta silueta de los cipreses que bordean la vía por la parte de la rambla recortándose contra en cielo estrellado, leyendo, cantando y rezando las estaciones de trecho en trecho; atravesar el sosegado caserío aldeano, hasta arribar a la ermita de San Miguel, donde se hallan las tres últimas estaciones... Claro, para disfrutar de estos momentos hace falta tener una predisposición anímica personal, lo que llamaríamos estar motivado...
            
Para ir de Ademuz a Val de la Sabina hay que salir de la Villa por el acceso norte y atravesar el Turia por el puente de El Sotillo... Una vez cruzado el río hay que seguir por la izquierda, vadear la rambla del Val y continuar por el camino rural asfaltado que conduce a Mas del Olmo y Puebla de San Miguel, vía Val de la Sabina. Durante el día, el trayecto es muy agreste y hermoso, pues el camino discurre a media altura por la ladera derecha de la rambla, pasa bajo el monumental puente de la carretera nacional 330 en su tramo de Manzaneruela a Torrebaja y continúa en dirección levante.
            
Durante el trayecto observaremos que la ladera izquierda del camino se halla poblada de pinos, mientras que a nuestra derecha discurre serpenteante la rambla del Val. En otro tiempo no lejano ambas márgenes de la rambla se hallaban cultivadas, pero hoy las fincas aparecen yermas y en su mayor parte abandonadas. Las laderas opuestas se hallan también pinadas, alcanzando alturas considerables, como lo evidencia el Pico de la Muela (905 m) y Picadoras (893 m), éste mucho más adelante, al suroeste de la aldea. Los actuales pinares son el resultado de las reforestaciones llevadas a cabo en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, en el medio y tardo franquismo.
            
Decía que el borde derecho de la carreterita que venimos siguiendo se halla poblado de cipreses (Cupressus sempervirens), salvaguardando la vertiente de la rambla. La colocación de estos árboles fue sin duda un acierto, pues no sólo protegen el margen sino que sujetan la tierra de la ladera, cuya altura es considerable en algunos puntos. Además de su principal función protectora, los árboles resultan hoy de gran belleza... En nuestro medio y ámbito cultural, los cipreses son propios de los cementerios, quizá por su forma estilizada que apunta al cielo, lo que les confiere cierta cualidad espiritual... Por otra parte –según dice Andrés Laguna en sus comentarios al Dioscórides-: “Era el ciprés, antiguamente, consagrado a Plutón (el dios de los muertos), y por eso se solían desparcir sus ramos a las puertas (de las casas) de los defunctos”. Lo de “sempervirens” alude no sólo a sus hojas perennes, sino a su capacidad para permanecer, pues “sus hojas majadas y puestas entre cualquiera simiente, la defiende de todo gusano”, y también porque “la madera del ciprés, por vieja que sea, nunca siente carcoma, y da de sí un suavísimo olor”;[5] en todo caso, su talante espiritual le viene de antiguo al ciprés: ¿Será por ello que me agrada tanto este árbol...?
            
En cierto punto del camino podremos observar una cruz de piedra o mármol en tonos oscuros que aparece sobre el borde derecho de la vertiente: posee en el centro la fotografía ovalada de un varón joven, con un texto que dice: “Tus/ amigos/ de/ Barcelona”; se trata de una estela funeraria en homenaje al adolescente fallecido accidentalmente en dicho lugar -suceso ocurrido el 6 de marzo de 1983-, cuando tenía 18 años.

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Estela "In memoriam" de un joven -Fernando Antón Yuste, hijo de Joaquín y de Josefa- fallecido en accidente de tráfico en el camino de Ademuz a Val de la Sabina-Ademuz (Valencia), el 6 de marzo de 1983 (2003).

            
La carreterita sigue su curso, zigzagueando por la ladera, entre pinos y cipreses, hasta arribar a la vista del caserío aldeano, que, tras una suave curva, aparece de pronto a nuestra vista. Poco antes de entrar en la aldea, las vertientes por entre las que discurre el camino se suavizan y abancalan, lo que ha favorecido el cultivo de almendros, sufridos árboles de secano que suplieron a los antiguos viñedos y cebadales. Justo antes de entrar en la localidad, después de atravesar algunas casas que circundan por la izquierda el camino de entrada, observaremos un cruce de caminos: hacia la izquierda la vía continúa en dirección a Mas del Olmo (8 kilómetros) y Puebla de San Miguel (13 kilómetros), mientras que hacia el frente el camino se convierte en calle, invitándonos a entrar en Val de la Sabina o continuar por la derecha, en dirección a Sesga, la otra aldea ademuceña.

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Vista de la rambla de Val de la Sabina en Ademuz (Valencia), con detalle de las primeras casas de la aldea, desde el camino de Sesga-Ademuz (2006).

            
Una buena perspectiva de Val de la Sabina puede obtenerse desde el camino de Sesga, lugar al que nos dirigimos mentalmente para describir la ubicación física de la aldea... Desde este punto veremos como el núcleo central del caserío, basado en casas con tejados de estilo tradicional, se arracima en la parte inferior de la ladera, margen derecho de la rambla del Val –esto es, a nuestra derecha, entre el barranco del Val y el de Casonera-: el abigarrado caserío se halla circundado de otras construcciones de nueva planta, viviendas y almacenes o naves industriales. La atalaya nos permite observar el camino asfaltado por el que hemos accedido a la aldeita, que, sin entrar en el caserío, continúa por la ladera oriental, en dirección a Mas del Olmo, Puebla de San Miguel y Losilla, vía Hoya de la Carrasca (Teruel). A nuestra izquierda, esto es, al otro lado de la rambla, que es el sureste, queda el mentado Pico Picadoras. 

Asimismo, observaremos que del centro del caserío parte otro camino, este cementado, que se dirige hacia el sureste, en dirección a la ermita de San Miguel y el antiguo edificio de las Escuelas Nacionales, hoy centro social, y el cementerio local. Dicho camino separa perfectamente la zona destinada a eras y pajares, que quedan en la parte alta de la ladera y lo que es el casco urbano, siendo por esta vía por donde discurren las estaciones del Vía Crucis aldeano que pretendemos describir. Hay otro camino que circunda la aldea por abajo, atraviesa la rambla y se dirige al lugar donde mentalmente nos hemos trasladado, esto es, el camino de Sesga.

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Vista general de la aldea de Val de la Sabina-Ademuz (Valencia), desde el camino de Sesga-Ademuz (2003).

            
Volvemos a la entrada del caserío, pasando por un camino de tierra que continúa por la derecha en dirección a la rambla y zona de huerta, siendo éste el que deberíamos seguir si fuéramos a Sesga... Para visitar la aldea tomaremos la calle principal, que se abre a la izquierda: un cartel de cerámica con marco de hierro, situado en la fachada de una casa, nos indica oficialmente que nos hallamos en la aldea de Val de la Sabina. La entrada al caserío me evoca la llegada de la imagen peregrina de la "Virgen de Tejeda" al lugar –esto fue el 25 de septiembre de 2003-: la venerada imagen llegó en la caja de un camión y no pudo descargarse por falta de gente... El recibimiento de los aldeanos que acudieron a acoger la imagen fue inolvidable: nos invitaron a los que la acompañábamos a un suculento almuerzo, basado en embutido casero, pan y vino, siendo el postre miel en panal.[6] De aquel momento conservo una singular fotografía en grupo...

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Foto de grupo, tomada durante la estancia de la imagen de la "Virgen de Tejeda" en Val de la Sabina-Ademuz (Valencia), 2003.


Las estaciones del Vía Crucis: consideraciones previas.
Las estaciones del Vía Crucis constituyen puntos para la meditación, a la vez que una forma simbólica de camino espiritual... Esencialmente, la devoción del rezo del Vía Crucis es un itinerario de oración, para adentrarse en el conocimiento íntimo de la pasión y muerte de Jesús en el Calvario (monte de las calaveras), lo que supone una peregrinación mental (mística y espiritual) a los Santos Lugares de Tierra Santa, a la vez que una invitación a reflexionar sobre nuestra propia existencia. El camino que se sigue para la práctica de esta devoción se halla marcado por una serie de catorce estaciones o representaciones de diversos incidentes relativos a la Pasión. Las grafías pueden ser simples cruces o motivos artísticos (relieves o pinturas) que se colocan en distintos puntos de las paredes en las iglesias -comenzando por el lado de la Epístola (derecha) y terminando por el del Evangelio (izquierda) o lugares de oración-: en los conventos se suelen ponen en el claustro y en las casas de plegaria en algún lugar cercano, preferiblemente al aire libre.
            
Santos y religiosos han escrito célebres meditaciones para la práctica del Vía Crucis, siendo las más conocidas las de san Alfonso María Ligorio (1696-1787),[7] pero cualquier devoto puede añadir las suyas propias, basándose en las tradicionales estaciones. La propia expresión, Vía Crucis, contiene una noción de camino y movimiento, lo que supone desplazamiento: los que practican la devoción, necesariamente, deben trasladarse de una estación a otra. En las celebraciones multitudinarias o cuando se realiza en el interior de una iglesia o claustro, al menos debe moverse el que porta la cruz (crucero), siendo habitual que de una estación a otra se cante una estrofa del “Stabat Mater dolorosa iuxta crucis lacrimosa...”.
            
La devoción del Vía Crucis se practica especialmente durante la Cuaresma, tiempo de penitencia, aunque pude rezarse en cualquier momento del año litúrgico: justamente se acepta que “no hay otro ejercicio más a propósito para santificar un alma que la meditación asidua de los padecimientos de Cristo” -san Buenaventura, dixit-.[8] Hay varias formas de rezar la devoción: según incluyan estaciones obtenidas de la costumbre cristiana (Vía crucis tradicional) o del evangelio (Vía Crucis evangélico) propuesto por el Papa Juan Pablo II, que toma las estaciones directamente del relato bíblico, comenzando por la Oración en el huerto y la Traición de Judas, y excluyendo la serie de caídas de Jesús, situaciones no recogidas en el Nuevo Testamento. Asimismo, existe otro Vía Crucis, que incluye una decimoquinta estación, haciendo referencia a la Resurrección del Señor.


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Detalle del camino de Val de la Sabina a Sesga en Ademuz (Valencia), que vadea la rambla del Val (2006).

            Las estaciones –pilones y ladrillos cerámicos- del "Vía Crucis" de Val de la Sabina.
La Primera Estación [Iª] la encontramos en la fachada lateral de la primera casa, margen derecho de la entrada a la aldea... La estación está basada en cuatro ladrillos de cerámica valenciana con imágenes coloreadas, enmarcados por un reborde oscuro y ubicados en una somera hornacina: en el margen inferior derecho observamos la firma de fábrica: A. Sanchís/ COLÓN 62-VALENCIA. Todas las estaciones responden al mismo estilo, aunque no todos los ladrillos vienen firmados.
            
La escena representa la condena a muerte de Jesús: Después de la reprobación en el Sanedrín por los sacerdotes judíos (Mateo 26, 63-66), Jesús en condenado por el poder civil, aquí representado por Pilato, ante la petición del propio pueblo y no obstante saber que su decisión era injusta: Pero, ¿qué mal ha hecho?, preguntó Pilato. Mas ellos seguían gritando con más fuerza: “Sea crucificado”. Entonces Pilato, viendo que nada adelantaba, sino que más bien se promovía tumulto, tomó agua y se lavó las manos delante de la gente diciendo: “Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis”. Y todo el pueblo respondió: “¡Su sangre (caiga) sobre nosotros y sobre nuestros hijos! Entonces, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarle, se lo entregó para que fuera crucificado” (Mateo 27, 23-26).

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Detalle del plafón cerámico donde se representa la Primera Estación del "Vía Crucis" de Val de la Sabina-Ademuz (Valencia), 2003.
            
El suceso tiene lugar en un medio urbano y lo encarnan seis personajes: Jesús aparece descalzo, vestido y cubierto por una túnica azul, atado de manos, coronado de espinas, cabello lacio, barbado y con halo, conducido por un esbirro y un soldado, éste con casco y lanza; a los pies de Jesús hay una caña rota, aludiendo al cetro de rey que le pusieron a Jesús durante el escarnio. Detrás aparece el Gobernador de Judea, Poncio Pilato: sentado y en acción de lavarse las manos; un sirviente descalzo le vierte agua sobre un recipiente. Detrás de Pilato vemos al lictor portando un fasces, símbolo del poder y la justicia entre los romanos.[9] Los tres últimos personajes se hallan en la parte alta de las gradas, con unas grandes columnas detrás; el fondo viene representado por una silueta de edificios de cúpula aplanada... Todo sucede bajo un cielo azul claro.

Poncio Pilato (en latín: Pontius Pilatus), también conocido como Pilatos, pertenecía al Ordo equester, clase romana equivalente a los caballeros (équites), fue el quinto prefecto de Judea (ca.26-36 d.C.), razón por la que tuvo un papel trascendental en los sucesos relativos a la muerte de Jesús de Nazaret, según relatan los Evangelios.[10]

La Segunda Estación [IIª] se halla en la fachada lateral de la casa frontera a la primera, poco más arriba de la anterior... La escena representa la salida de Jesús con la cruz: Después de haber sido azotado y escarnecido, Jesús es entregado por Pilato a los sumos sacerdotes de los judíos para ser crucificado: Tomaron, pues, a Jesús, y él cargando con su cruz, salió hasta el lugar llamado Calvario... (Cf. Juan 19, 16-17).


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Detalle del plafón cerámico donde se representa la Segunda Estación del "Vía Crucis" de Val de la Sabina-Ademuz (Valencia), 2003.
            
El suceso tiene lugar al pie de una escalera y lo encarnan seis personajes: Jesús aparece en el centro, cogiendo la cruz que le acercan dos esbirros, mientras otro que lo tiene amarrado con una cuerda por la cintura le empuja. Un tercer esbirro aparece detrás de la figura de Jesús, agachado sobre un recipiente: los esbirros, sirvientes o ejecutores portan distinta vestimenta, calzados o descalzos, con la cabeza descubierta o con turbante. Detrás de estos personajes aparece un soldado romano sobre un caballo; el pretoriano porta casco con crin y lanza con estandarte. Todo sucede a la salida de unos edificios, que se prolongan por la izquierda hasta cerrar el fondo, bajo un cielo azul claro. Los ladrillos de esta estación aparecen sin firma de autor.

La Tercera Estación [IIIª] se halla en otra fachada de la misma calle, frente al frontón de pelota; dispuesta sobre el dintel de entrada a una casa... La escena representa la primera caída de Jesús, yendo con la cruz a cuestas: Jesús apenas puede andar, el dolor de las heridas y el peso de la cruz hacen que caiga al suelo, empujado por el verdugo que le lleva atado. Dice el profeta, recordando a Job y el canto del Siervo doliente: [...] encorvado, abatido totalmente, sombrío ando todo el día. Están mis lomos túmidos de fiebre, nada hay ya sano en mi carne; entumecido, molido totalmente,... (Cf. Salmo 38 (37), 7-8).


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Detalle del plafón cerámico donde se representa la Tercera Estación del "Vía Crucis" de Val de la Sabina-Ademuz (Valencia), 2003.
            
El suceso tiene lugar en campo abierto y lo encarnan cinco personajes: Jesús aparece tendido en el suelo bajo el peso de la cruz, con la mano derecha coge el extremo del patibulum o palo horizontal, mientras que con la izquierda se apoya en tierra; un soldado con casco y armadura le golpea en el dorso con el extremo de la lanza, al mismo tiempo que dos esbirros tratan de levantarle, tirando de la cruz, de sus vestiduras y de la cuerda con que le llevan atado: Un quinto personaje con túnica y turbante judío aparece junto a Jesús, imprecándole... Todo sucede con un fondo de arbustos y palmeras, bajo un cielo azul claro. Los ladrillos poseen la firma del autor, cuyo nombre aparece en el margen inferior derecho.

La Cuarta Estación [IVª] se halla en la fachada de otra casa, sita en el camino que conduce a la ermita de San Miguel y el cementerio local... La escena representa el encuentro de Jesús con María, su santísima madre. Cuando Simeón hace la profecía, José y María estaban admirados de lo que se decía de su Hijo. Después de bendecirles, dijo Simeón a la madre: Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡Y a ti misma una espada te atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones (Cf. Lucas 2, 33-35).


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Detalle del plafón cerámico donde se representa la Cuarta Estación del "Vía Crucis" de Val de la Sabina-Ademuz (Valencia), 2003.
            
El suceso tiene lugar en campo abierto y lo encarnan cinco personajes: Jesús aparece portando la cruz sobre su hombro derecho, agarrando el patibulum con ambas manos; un esbirro le tiene sujeto con una cuerda por la cintura. Jesús tiene la cabeza girada hacia la izquierda, mirando a un grupo de tres personas, entre las que se halla María, su madre: ésta aparece entres dos figuras, una femenina delante con cabello hasta la cintura y otra masculina, a su derecha: María se halla cubierta por una túnica, la cabeza ornada con halo, los brazos extendidos hacia su Hijo. Todo sucede delante de una roca o eminencia del terreno, donde crecen arbustos y pitas, bajo un cielo azul claro. Los ladrillos poseen la firma del autor, cuyo nombre aparece en el margen inferior derecho.



Nota: las referencias a Wikipedia, La enciclopedia libre son informativas, no bibliográficas.

[1] François-René de Chateaubriand. (2012, 25 de noviembre). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 10:42, febrero 22, 2013 desde http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Fran%C3%A7ois-Ren%C3%A9_de_Chateaubriand&oldid=61627228.
[2] J. M. MARTÍ BONET, Canónigo profesor de Historia Medieval en la Facultad de Teología de Cataluña, en el Prólogo de Iglesia y Ciencia a lo largo de la historia, obra de Francesc NICOLAU POUS, Barcelona, 2003, p. 10.
[3] Ibídem.
[4] Basílica de las Naciones. (2013, 22 de febrero). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 11:26, febrero 22, 2013 desde http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Bas%C3%ADlica_de_las_Naciones&oldid=64029455.
[5] FONT QUER, Pío. Plantas medicinales. El Dioscórides renovado, Editorial Labor, S.A., Barcelona, 1993, vol. I, pp. 79-81.
[6] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. La Virgen de Tejeda en el Rincón de Ademuz: Impresiones y testimonio, en: Crónica, revista Ababol 36 (2003) 33-35. GÓMEZ, Eusebio y SÁEZ, Teodoro. Los Septenario. Moya por Santa María, Edita Asociación Amigos de Moya, Valencia, 2004, pp. 90-93.
[7] San Alfonso María Ligorio (1696-1787). Patrón de confesores y moralistas. Fundador de los redentoristas. Aclamado doctor el 7 de julio de 1871 por el Papa Pío IX (1846-78).
[8] San Buenaventura (1217-1274). Teólogo franciscano. "Doctor Seráfico". Aclamado doctor el 14 de marzo de 1588 por el Papa Sixto V (1585-90).
[9] Fasces. (2013, 4 de enero). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 10:42, febrero 28, 2013 desde http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Fasces&oldid=62692366.
[10] Poncio Pilato. (2013, 8 de marzo). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 17:47, marzo 25, 2013 desde http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Poncio_Pilato&oldid=64469362.

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Detalle de unos portalones correspondientes a casas de estilo tradicional en Val de la Sabina-Ademuz (Valencia), 2003.

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Detalle de fuente en una placeta de la aldea de Val de la Sabina-Ademuz (Valencia), 2003.
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La señora Isabel y el señor Antonio Chicharro Navarro (Ademuz, 1944) -vecinos de Val de la Sabina-Ademuz (Valencia)-, posando bajo los ladrillos cerámicos de la Tercera Estación del "Vía Crucis" (2006).

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