viernes, 1 de febrero de 2013

A JOSÉ CORTÉS VALERO (a) el Campero, “IN MEMORIAM” (I).

 Aportación al conocimiento de la 
Guerra Civil (1936-39) en el Rincón de Ademuz y Teruel.


"En nuestras conversaciones, muchas veces me confesó:
Hace ya mucho tiempo que perdoné a los asesinos de mis padres...
Pues aprendió que sin perdón sólo nos quedan a las personas
-y a los pueblos-, dos caminos, la crueldad o la indiferencia".









Palabras previas.
Para ir de mi casa de Torrebaja (Valencia) a la carretera de Cuenca-Teruel existen varios caminos, el más corto es subir por la calle de San Roque. Pero depende del lugar de la carretera donde quiera ir. Para ir al bar-restaurante o a la caja de ahorros suelo ir por la calle de Valencia, más conocida como calle Nueva, y continuo por la calle de la Huerta, una callecita estrecha a la izquierda, entre la de San Vicente y Comunidad Valenciana...

Me gusta ir por esta travesía porque es tranquila y solitaria; en realidad todas las calles del pueblo lo son, aunque unas más que otras... El motivo de mi predilección por esta vía se hallaba en mi vecino, el tío Pepe (a) el Campero –me refiero al señor José Cortés Valero (El-Campo, Villel, 1918-Torrebaja, 2012)-, recientemente fallecido –el 21 de noviembre de 2012-. Muchas mañanas de verano, esto en los últimos años de su vida, me lo encontraba en la parte de atrás de su casa, sentado a la sombra de una hermosa olivera que tiene. Cuando estaba allí solía pararme a charlar con él: ¡Siéntate un rato y descansa, que no paras...! –me decía acercándome una silla-. Al tío Pepe le conocía de toda la vida, le recuerdo de mi infancia y primera juventud, pues fue Juez de Paz del municipio y Presidente de la Comisión de Fiestas muchos años. Aunque hizo muchas cosas, su profesión principal fue la de chófer o camionero, pues tenía un vehículo con el que transportaba distintos productos, lo que le salía.

El señor José Cortés Valero (1918-2012), sentado en un banco de la plaza del Ayuntamiento en Torrebaja (Valencia), 2004.


En cierta ocasión, de esto hace ya unos años, le invité a mi casa a tomar café y que me contara la historia de sus padres, el señor Aurelio Cortés Soriano (1889-1936) y la señora Benita Valero Julián (ca.1897-1937): él fue detenido en su casa de El Campo y asesinado al día siguiente –8 de septiembre de 1936- junto con tres vecinos más, en el cementerio de Villel (Teruel) durante la guerra: la detención fue practicada por un grupo de milicianos al mando de un tal Joaquín Martínez Cerón (a) Malacara. La madre falleció en su casa de Libros (Teruel) un año y cinco días después –el 13 de septiembre de 1937-. El matrimonio dejó tres hijos: José, Aurelio y Lucinio, de 18, 12 y 5 años respectivamente.

El propósito del artículo es dar a conocer -mediante una nueva interpretación- el relato del señor José, para que no se pierda su memoria y los hechos dramáticos que le acompañaron, pues es una historia que no cabe ocultar ni pasar por alto. Triste, sí; pero no única ni excepcional, ya que en ambos bandos hubo otras similares. Para concluir esta introducción, baste decir que mi informante quería que se supiera esta parte de su vida: por eso me la contó, autorizándome a divulgarla.

           
Aproximación a las fuentes.
La primera noticia que tuve de esta historia fue a través de un vecino, el señor Luis Gómez Martínez (a) el Rito (1926-2009), pues un tío suyo, Ignacio Gómez Gómez (1859-1936), hermano mayor de su padre fue otra de las víctimas del cuádruple asesinato. Otra de las fuentes del relato inicial fue el señor Daniel Cañizares González (1923-2007), entonces residente en la aldea-barrio de Los Pajares (Castielfabib), donde era pedáneo. El señor Daniel conocía la historia por su padre, José Cañizares Arnalte (a) Zapatos (1898-1973) y por su suegro, José Casino Villarroya (a) Caldillos (1898-1980). Los señores Cañizares Arnalte y Casino Villarroya fueron contemporáneos de los hechos que se narran.

A través de las fuentes que se citan, el relato que me llegó podría calificarse como una típica “narración transmitida por vía oral” de unos hechos ocurridos setenta años antes, con los errores, imprecisiones, lagunas y añadidos propios de este tipo de testimonios. Todos ellos mencionan, además de al mencionado señor Ignacio a un tal Aurelio, padre de José (a) el Campero, a Manuel [Gómez Esparza (1875-1936)], de la posada de “San Ignacio” de Torrebaja y a Tomás [Gómez Esparza (1879-1936)], también de Torrebaja: pese a la coincidencia de apellidos ambos protagonistas no eran parientes carnales, pero estaban casados con sendas hermanas, Rita y María Gómez Martínez respectivamente, hijas del citado señor Ignacio Gómez Gómez. Ambos matrimonios vivían en la masía de Las Ritas, también conocida como Viñuelas Altas (Villel), junto con el padre de ellas. Los nombres completos de las víctimas y las fechas de su segmento vital son producto de investigaciones posteriores en los archivos municipales y parroquiales locales, y en el Archivo Histórico Nacional de Madrid.

Decía que todos los relatores nombraban entre las víctimas al tal Aurelio, padre de José (a) el Campero, de ahí que me dirigiese a él y le invitase a contarme su historia; pues, como digo, le conocía de toda la vida, pero no su peripecia vital.

El señor José Cortés Valero, con el autor del artículo junto a la olivera que hay detrás de su casa en Torrebaja (Valencia), 2011.

Rasgos biográficos de la familia Cortés Valero.
El principal informador de esta parte de la historia fue José Cortés Valero, natural de El Campo (Villel), hijo de Aurelio y Benita. Nuestra conversación tuvo lugar en mi domicilio -en 2001-, cuando él contaba 83 años:
  • <Mi nombre es José, pero todos me conocen por el tío Pepe, Pepe el Campero, pues nací en El Campo, aldea de Villel, en 1918... Soy hijo de Aurelio Cortés Soriano, de Libros y de Benita Valero Julián, de Tramacastiel. Fuimos tres hermanos, el mayor soy yo, después viene Aurelio y luego Lucinio, el pequeño. Mis padres estaban empadronados en Libros, donde habían construido su casa un par de años antes de empezar la guerra, pero durante la primavera y el verano residíamos en El Campo, donde teníamos casa y varias fincas, la mayoría de la hacienda. Mi padre era agricultor, se dedicaba a las faenas del campo, pero en otoño e invierno, cuando había menos trabajo acarreaba cargas de azufre a Teruel: Iba con un carro que tenía, desde el almacén de La Azufrera de Libros hasta la estación de tren de Teruel; claro para mejorar la economía familiar...>.[1]
 Continua:
  • <Ha pasado mucho tiempo desde que murió mi padre y los recuerdos que tengo de él son borrosos, pero le recuerdo como un hombre tranquilo, bueno y trabajador, amante de su familia y buen vecino... Mi madre era una mujer inteligente, sabía algo más de letra que mi padre, amante también de sus hijos y esposo. Ella procedía de Tramacastiel, donde mi abuelo, al que decían Pantaleón, era veterinario o practicante, no recuerdo; además, cuando faltaba el titular se ocupaba de la secretaría del Ayuntamiento. No éramos ricos, pero mis padres poseían algunas fincas en Libros y varias más en El Campo, además de las casas. Ya te digo que mi padre era muy trabajador, además del campo llevaba sacos de azufre a Teruel en invierno, no sabía estar quieto... Con mucho esfuerzo y labor sacaba su familia adelante, como hacían la mayoría de sus vecinos: Sí, mi familia era de ideas conservadoras, sencilla, compasiva y solidaria... Mira, con frecuencia los vecinos más necesitados de la aldea le pedían a mi padre trigo o una talega de harina para amasar pan, y mi padre se la dejaba. Después se la devolvían con jornales...>.[2]
Y sigue diciendo:
  • <Podría decirse que mi familia vivía tranquila y feliz entre Libros y El Campo, cuando estalló la guerra... A los pocos días de comenzar se presentó en Libros una bandera de falangistas de Teruel, con la intención de destituir al Ayuntamiento republicano y nombrar una Gestora... Para formar el nuevo Ayuntamiento eligieron a varios vecinos, entre los que estaba mi padre: Él no quiso participar del grupo, pero le obligaron con amenazas y tuvo que aceptar... Pero nunca fue a ninguna de las reuniones... El motivo de no acudir era porque no quería saber nada de política, pero también porque el campo estaba en pleno apogeo de la siega y la trilla, y no tenía tiempo para otros asuntos>.[3]
Vista parcial del caserío de Libros (Teruel), desde el cerro de la Virgen (2006).
Vista parcial del caserío de Libros (Teruel), con detalle del campanario de la parroquial (2013).

Primeros momentos de la Guerra Civil.
El relato de mi informante coincide con los hechos generales de la Historia que conocemos, pues es sabido que la Fuerzas de Asalto de la capital y la Guardia Civil rural se adhirieron inmediatamente al levantamiento nacional de los generales derechistas Sanjurjo y Mola –esto fue el 20 de julio de 1936, apenas dos días después de la sublevación militar-. Desconocemos la fecha exacta, pero debió ser por entonces que los “fascistas de Teruel” se llevaron de Libros a varios vecinos, conocidos por sus ideas izquierdistas, asunto del que dice:
  • <Sí, en los primeros días o semanas de la guerra los fascistas de Teruel se llevaron a varios vecinos de aquí, a un tal Francisco Martínez el Practicante, a otro apellidado Navarrete y a otro más de nombre Telesforo, primo del anterior y a Juan Francisco el Alubia... Se los llevaron detenidos y no sé si los matarían y echarían a los Pozos de Caudé...>

En la trascripción inicial se dice que esto pudo suceder entre mediados y finales de septiembre, pero resulta obvio que ello sucedió antes del 21 de agosto de 1936, pues fue en esta fecha cuando las columnas milicianas que entraron por el Rincón de Ademuz tomaron Villel, y desde esta fecha y hasta el fin de la guerra dicha localidad permaneció en manos de la República. Según sabemos, el día 13 de agosto de 1936 ya había tropas milicianas en Torrebaja, pues “por el temor á los vecinos y/ fuerzas reconcentradas en el pueblo de Torrebaja,/ (Valencia)”, varios vecinos de Libros con sus familias -entre las que se hallaba la de José y Modesto Soriano Alegre-, se trasladaron a Villel, “adonde estaba reconcentrada la Guardia Civil (adherida al levantamiento militar) y creían poder defenderse” mejor. Todos ellos residieron en Villel durante ocho días, hasta el día 21 del mismo mes, “que fue cuando/ el asedio por los rojos á dicho pueblo”.[4] Por otras fuentes sabemos que en aquellos primeros momentos de la guerra, la Guardia Civil y un grupo derechista de Teruel se llevó del barrio de La Azufrera a trabajadores del coto minero, bajo la imputación de “rojos, sindicalistas de izquierda”.[5] El hecho está acreditado, lo que desconocemos es su destino y si entre los mineros detenidos en Las Minas se hallaban los vecinos de Libros a que alude el informante: Francisco Martínez (a) el Practicante, Juan Francisco (a) el Alubia y el tal Navarrete.

Vista parcial del caserío de Libros (Teruel), desde el cerro de la Virgen (2006).
Plaza Mayor de Libros (Teruel)

Detención y traslado a Villel (Teruel).
El día 7 de septiembre de 1936 fue un día señalado para la familia Cortés Valero, pues habría de marcar definitivamente su destino. Ese día había sido agotador, desde las primeras horas de la mañana la familia lo pasó trillando, entre el hacinadero y la era. A media noche estaban todos reunidos en el comedor de la casa de El Campo, cenando, cuando llamaron a la puerta. Se trataba de un grupo miliciano “armado hasta los dientes”, comandado por el sargento “Malacara”:
  • <Llamaron a casa, y al abrir vimos que era un grupo de milicianos, que preguntaban por Damián, un vecino nuestro de la aldea que había huido con otros a la zona nacional. Cuando les dijimos que no estaba, aunque ellos ya lo sabían, le pidieron a mi padre la llave de su casa, diciendo que venían a requisar lo que tuviera de comida: jamones, harina, trigo... Mi padre se negó, diciendo que él no iba a dar la llave de la casa de un amigo para que le robaran. Les dijo también que entraran a nuestra casa, que les daría lo que necesitaran. Así que entraron y se llevaron todo lo que teníamos de comida. No contentos, se llevaron también lo de Damián, cargándolo todo en unas mulas y burros que traían... A todo esto se hizo la una de la madrugada, más o menos... A punto de marcharse, los milicianos le dijeron a mi padre que tenía que acompañarles a Villel. Y mi padre, que todavía llevaba puesta la ropa de trabajo –unos calzoncillos largos a rayas que se ataba con unas vetas por los tobillos- les dijo que le dejaran lavarse y cambiarse de ropa, cosa que aceptaron. Mi madre, que era más lista que mi padre, le dijo que huyera, que no se le ocurriera marcharse con ellos, porque lo matarían..., pero mi padre era un hombre bondadoso e ingenuo y no le hizo caso, contestándole que no tenía nada que ocultar ni había hecho ningún mal a nadie, así que iría con ellos a Villel...>[6]
Vista sur oriental de El Campo-Villel (Teruel), con detalle del edificio de las Escuelas -en primer término a la derecha- (2013).

Casa solar de la familia Cortés Valero en El Campo-Villel (Teruel), 2013.
Vista parcial del caserío de El Campo-Villel (Teruel), con detalle de la "ermita de San Jorge" (2013).

El grupo miliciano con el detenido y los animales cargados con el producto de la requisa salieron de la aldea por el camino del río. Cruzaron el puente sobre el Turia frente a la casa de Abel Belenguer Monterde (1898-1954). Dicho vecino se hallaba casado con Joaquina Muñoz Pastor (1893-1972), natural de Torrebaja: el matrimonio tuvo cuatro hijos, de los que sólo sobrevivieron dos: Avelino (1927-1981) y Emerenciana Belenguer Muñoz (El Campo-Villel, 1929).[7]

Cuando llegaron a la casa de Abel, que está al otro lado del río, bajo un enorme peñasco (el edificio ha sido demolido y descombrado hace poco –en 2012-, por amenazar ruina), llamaron a la puerta, con la intención de que el dueño de la casa les acompañara. Mi informante no aclara en su relato si le detuvieron o sólo querían que les ayudara en el transporte. Por el testimonio de la señora Emerenciana sabemos que a su padre lo apresaron también y lo llevaron a Villel, junto con Aurelio y otros más.[8]

Casa de Abel Belenguer Monterde (1898-1954) en El Campo-Villel (Teruel), donde vivía con su esposa e hijos en el momento de su detención -el edificio fue demolido en 2012, por amenazar ruina- (2009).

Tras la detención de Abel Belenguer la comitiva continuó carretera adelante, en dirección a Villel. Al llegar a la masía de Las Ritas –que está unos tres kilómetros de El Campo-, también llamada Viñuelas Altas, pararon junto a una noguera grande que había en la carretera y subieron a la masía, cuyas casas se hallan a la izquierda, en la parte alta de la ladera:
  • <Los milicianos les dijeron: Quedaos aquí con los animales que bajamos enseguida... -con Aurelio estaba Abel Belenguer, y les dejaron también el caballo del sargento “Malacara”, con su montura puesta y los animales cargados con lo requisado... Mi padre no fue capaz de huir tampoco esta vez. Era la segunda oportunidad que se le presentaba de echar (a correr) monte a través, (ahora) con el caballo del sargento, y no lo hizo. Seguro que pudo hacerlo y no le hubieran encontrado, pues él conocía muy bien aquellos montes y sus trochas, ya que ambos las habíamos recorrido muchas veces, cazando, trabajando... No se fue porque tenía la conciencia tranquila y no pensó ni por un momento que fueran a hacerle algún daño...>.[9]


Mientras los detenidos quedaban en la carretera con los animales cargados con el producto de la requisa, los milicianos subieron a las casas de la masía... Al cabo de media hora larga bajaron con tres detenidos más: Ignacio Gómez Gómez (a) el Rito y sus dos yernos: Manuel Gómez Esparza, marido de Rita y Tomás Gómez Esparza, casado con María. Todos ellos eran naturales de Torrebaja... Desconocemos si en el momento de la detención el señor Ignacio se hallaba viudo, en todo caso se trataba de la segunda mujer, pues sus dos hijas –Rita y María- lo eran de su primer matrimonio. Decía que Manuel estaba casado con Rita, y sin hijos. Tomás lo estaba con María, y tuvieron seis hijos, de los que sobrevivieron dos, María y Orencio Gómez Gómez, que por entonces eran ya mayores y no vivían en la masía con los padres, ambos habían nacido en Torrebaja: Orencio, el 12 de julio de 1902 y María el 4 de septiembre de 1905.[10] Pero esta es otra parte del drama que no toca contar ahora... 

Vista de la masía de "Las Ritas", también conocida como "Viñuelas Altas" en Villel (Teruel) -donde residían el señor Ignacio Gómez Gómez y sus yernos, los señores Manuel y Tomás Gómez Esparza con sus esposas en el momento de su detención- (2009).

Cuando los milicianos bajaron con los detenidos a la carretera, donde esperaban Aurelio y Abel, dijeron:
  • <Pero, ¿todavía estás aquí, Aurelio...? –lo comentaron como esperando no encontrarle-. Anda, anda, ¡vamos...! –y continuaron la marcha hacia Villel-. El grupo estaba formado por los milicianos al mando del sargento “Malacara”, los animales cargados con la requisa y los cinco detenidos: Aurelio y Abel de El Campo, Ignacio, Manuel y Tomás, de Viñuelas Altas...>.[11]

Muchos de los detalles del relato proceden de lo que después contó el señor Abel Belenguer que había sucedido, y también por boca de un criado “agostero” que había en la masía. Según mi informante, al criado le llamaban Nicolás y procedía de Las Dueñas, un lugarcillo de Arcos de las Salinas próximo a Hoya de la Carrasca, al que identifica como “extremista de izquierdas, perteneciente a la CNT-FAI”, siendo quien al parecer denunció a los amos de la masía como “fascistas y gente de derechas”, el cual fue después “vanagloriándose ante los demás de lo que había hecho”. La mención del criado también aparece en otros relatos, aunque sin nombrarle: “Según decía mi suegra, todo fue por la denuncia de un criado que tenían en la masía, pensaba que matándoles a ellos la masía iba a ser para él...” –me comentaba la señora Pilar Rubio Camañas (Torrebaja, 1930)-. La señora Pilar es viuda de Manuel Esparza Gómez, hijo de Damián y Emilia: Emilia era hermana de Manuel Gómez Esparza, uno de los detenidos en la masía. Asimismo, en la declaración de las viudas Rita y María para la Causa General también se hace mención de un criado de la masía como responsable, pero se le señala como Sebastián García Pradas: dicho individuo era natural de Valdecuenca (Teruel), de profesión jornalero, el cual también declaró para la Causa General, exculpándose de las imputaciones.[12]

Carretera de Camarena y vista del antiguo cuartel de la Guardia Civil en Villel (Teruel), donde encerraron a los cinco detenidos que se nombran en el relato (2009).
Vista del antiguo cuartel de la Guardia Civil en Villel (Teruel), donde encerraron a los cinco detenidos que se nombran en el relato -sita en la carretera de Camarena, antes de cruzar el puente sobre el Turia- (2009).
        
La comitiva con los detenidos arribó a Villel de madrugada, después de recorrer los cuatro kilómetros que separan la masía de la villa. Arribaron al clarear el día y metieron a los detenidos en una habitación de la planta baja del edifico del Cuartel, que estaba –y sigue estando- en un lado del camino que conduce a Camarena de la Sierra y Javalambre, antes de pasar el puente sobre el Turia. Según el informante, él siguió a la comitiva hasta Villel, escondiéndose en los huertos de los alrededores del cuartel, a ver qué pasaba. Así fue como vio salir “una ambulancia Ford de aquellas grandes de la guerra” en dirección al pueblo. Eran sobre las cinco de la madrugada del día 8 de septiembre de 1936, y recuerda “la figura del tío Ignacio, agitando las manos a través de los cristales de la ambulancia”. Esta parte del relato resulta algo confusa, pero tampoco tenemos motivos para pensar que lo sucedido no fuera como el informante lo cuenta.

El informante no sabe por qué, pero se imaginó que algo malo estaba a punto de ocurrir, y sin pensarlo más volvió rápidamente a su casa en El Campo. Allí contó a su madre lo que había visto y sin perder un minuto se dirigió con su bicicleta a Libros, localidad que dista unos cuatro kilómetros, aguas abajo del Turia:
  • <Al llegar a Libros busqué a Emilio Marqués, un primo carnal de mi padre, y a Joaquín el Temprano, que tenía un “Opel” descapotable... Les conté lo que estaba pasando y apresuradamente se dirigieron con el coche a Villel. A mí me dejaron en casa de Abel Belenguer con mi madre, pues no consintieron que fuera con ellos. Nos quedamos esperando, y mi madre ya se imaginaba lo peor... Cuando Emilio y Joaquín llegaron al cuartel de Villel, les dijeron que se los habían llevado, no sabían adónde... Pero al salir del edificio, camino del pueblo, oyeron una descarga de fusiles, y luego de pistolas y Emilio dijo: ¡Ya se los han cargao...!, y fue verdad. Según comentaba la gente que bajaba del cementerio, “los habían picado” y después les dieron un tiro de gracia en la cabeza>.
Fachada principal (meridional) del cementerio municipal de Villel (Teruel).


Se nombra aquí a Emilio Marqués, primo hermano del padre del relator, al que años después identifiqué como Emilio Marqués Soriano, que figura como vocal del Comité de Libros durante la revolución y Guerra Civil.[13] Respecto a Joaquín (a) el Temprano, nada si dice en la Causa General.
          
Antes de recapitular sobre lo dicho, para aclarar algunos extremos oscuros o imprecisos del relato, conviene seguir un poco más adelante con la historia. El mismo relator me manifestó que lo sucedido con su padre y demás fusilados en el cementerio de Villel se supo después por los propios vecinos, que acudieron a husmear lo que pasaba:
  • <Se supo que antes de matarlos les hicieron cavar su propia tumba dentro del recinto del camposanto, a pocos metros de la tapia derecha, conforme se entra, de forma que cuando tiraran los cuerpos cayeran directamente al hoyo... No cavaron muy hondo, pues los milicianos tenían prisa; además, el tío Ignacio era ya mayor –de 77 años- y no podía esperarse que los demás cavaran mucho más en aquellas circunstancias... Es probable que no acabaran de creerse lo que les estaba pasando, pensando que todo era una broma macabra, para asustarles. Se comentó de mi padre que cuando le pusieron cara la pared, dijo: Si vais a matarme quiero estar frente a frente, para que me veáis la cara, que yo no he hecho nada malo ni tengo de qué ocultarme... –entonces se puso cara el pelotón y los milicianos dispararon sus fusiles contra el grupo.>
Vista parcial del caserío de Villel (Teruel), desde el camino del cementerio, con detalle del torreón del castillo al fondo izquierda (2011).

Presuntamente, esa fue la descarga que oyeron Emilio Marqués Soriano y Joaquín (a) el Temprano desde la entrada del pueblo. Después de enterarse de lo ocurrido, Emilio y Joaquín regresaron a El Campo. A todo esto, sigue diciendo el relator:
  • <Mi madre y yo les esperábamos en casa de Abel Belenguer, y en cuanto llegaron dijeron que ya no había nada que hacer, que los había “picado”. Mi madre comenzó a llorar desesperada y ya no volvió a levantar cabeza... Nos volvimos a nuestra casa de la aldea y allí comenzamos un verdadero calvario: mi madre cayó enferma y mis hermanos pequeños, todos bajo mi responsabilidad... Yo contaba tan sólo 18 años... Apenas teníamos comida y algunos vecinos de la aldea no nos querían, como si desearan que nos muriéramos todos... Otros nos traían algo de noche, para que no los vieran los demás, pues había mucho miedo. De esta forma estuvimos varios meses, hasta que nos bajamos a Torrebaja, a casa de la tía Enriqueta la de los Peteques, que era amiga de mi madre... Pero hasta entonces pasamos mucho, mucho...>

Se nombra aquí a “Enriqueta la de los Peteques”, refiriéndose a la señora Enriqueta Miguel Mañas (1903-1973). En este punto del relato, embargado por la emoción, mi informante se puso a llorar como un niño, sin poder contener las lágrimas: eran lágrimas ardientes, provocadas por los recuerdos removidos, de esas que salen de lo más hondo del corazón y queman las mejillas. Interrumpimos la narración unos momentos, hasta que se repuso, confesándome que hacía tiempo que no lloraba con tanto sentimiento.

Conviene dejar aquí el relato que venimos siguiendo, para continuar con el testimonio de Daniel Cañizares González, evocando lo que él sabía por su padre, José Cañizares Arnalte (a) Zapatos. El señor José vivía en Torrebaja con su esposa e hijos: Ramón, Daniel, Pepe y Blas. Durante la guerra tenía hospedados en su casa a dos milicianos, uno de ellos de nombre José. Por aquellos días estaban construyendo la casa de José Gómez Mínguez (a) el Sordo, de profesión zapatero, casado con Felisa Pinazo. Y como fuera que José Cañizares tenía que traer una carga de sacos de yeso para la obra, aprovechando que los milicianos iban a Villel con un camión, se fue con ellos:
  • <Mi padre se fue con el camión de los milicianos hasta Villel y al llegar al puente que hay en la carretera, frente al camino de la Virgen de la Fuensanta y cementerio municipal, ya cerca de la yesería, uno de los milicianos dijo al que conducía: Para José que veamos como fusilan a los fascistas... -y se subieron a la baca del camión-. Desde allí vieron como en lo alto del cerro, frente a las tapias del cementerio, había movimiento de gente, vecinos del pueblo y gente armada. Al poco sonaron los tiros de una descarga y después tiros sueltos... Mi padre sabía que la noche anterior habían detenido a varios vecinos de El Campo y las masadas de Villel, pues era lo que todos comentaban aquella mañana; él les conocía y sabía también que entre ellos se hallaba un tal Abel Belenguer. Por eso se quedó tan sorprendido, cuando después del fusilamiento le vio pasar frente al camión, procedente del cementerio. Al acercarse le llamó:- ¡Abel, Abel!...! Abel se acercó descompuesto y, farfullando, le contó lo que había sucedido y que a él lo habían soltado sin saber por qué, y que Manuel, uno de los fusilados, le había dado el reloj para que se lo diera a Rita, su esposa. Mi padre miró el reloj de bolsillo y vio que las manecillas marcaban poco más de las 8:00 horas de la mañana...>
Vista parcial del caserío de Villel (Teruel), desde el cerro del cementerio, con detalle del torreón del castillo al fondo izquierda (2011).

 Traigo aquí este testimonio como ejemplo de relato oral de un hecho cierto, pero distorsionado, pues investigaciones posteriores demuestran que lo referido no es así como sucedió; aunque los personajes y el asunto general sean verdaderos... Quiero decir que no hay motivo para dudar que el señor José (a) Zapatos subió a Villel con el camión de los milicianos y que éstos pararon el vehículo en cierto punto de la carretera, que vieron movimiento en el exterior cementerio y que oyeron unos disparos, incluso es probable que se encontraran con el señor Abel Belenguer. Todo ello es probablemente cierto... Lo que no es cierto es que lo acontecido con el reloj sucediera en el cementerio, pues ocurrió estando los detenidos en el cuartel, antes de subirlos al cementerio. Para probarlo contamos con el testimonio de Emerenciana Belenguer Muñoz (El Campo-Villel, 1929), hija de Abel y Joaquina, cuyo relato resulta providencial para aclarar esta parte de la narración:
  • <Me alegra poder hablar contigo, pues lo que te han dicho que sucedió con mi padre no es como lo tú lo cuentas… Es cierto que lo detuvieron en su casa de El Campo: Sí, esa casa que está bajo la peña, frente al puente del Turia. Se lo llevaron por la noche, junto con el tío Aurelio, el padre de Pepe el Campero, al que tengo entendido que cogieron en la era y al tío Ignacio y sus yernos, Manuel y Tomás, de la masía de Las Ritas, todos ellos gente de derechas. Parece que los denunció alguno de El Campo… Eso sucedió de esa manera, por lo menos así lo tengo yo también entendido… Cuando llegaron a Villel los metieron a los cinco en el calabozo del cuartel de la Guardia Civil, y allí estuvieron encerrados.// Pero a mi padre no le llevaron al cementerio, como a los demás. De haberlo llevado, seguramente lo habrían matado también. No sé muy bien cómo sucederían las cosas, pero a mi padre lo soltaron, gracias a un aval que le hizo su cuñado, el tío José el Cuervero, marido de la tía Ramona, una hermana de mi madre. Por eso (de ser cuñados) sería de hacerle el salvoconducto… [...] Ya te digo que no sé cómo sucedería aquello, porque yo tenía entonces unos siete añitos, pero lo que te cuento se lo oí decir a mi padre… El caso es que el tío Cuervero le hizo un aval a mi padre y alguien lo llevó en mano a Villel. Al verlo, los que le tenían preso lo soltaron de inmediato. Claro, le dirían que se marchara, que estaba libre. El aval decía: “Yo fulano de tal declaro que Abel Belenguer Monterde es una buena persona, no ha hecho ningún daño ni se ha metido con nadie, y bajo mi responsabilidad debe quedar libre…”. Bueno, diría esto o algo parecido, y quizá algo más, pero eso de que “bajo mi responsabilidad debe quedar libre”, sí recuerdo haberlo oído… El caso es que a mi padre lo soltaron>.[14]
Y sigue diciendo:
  • <Estando ya fuera del cuartel, a través de una ventana, el tío Manuel, otro de los detenidos, dicen que le entregó su reloj, diciendo: ¡Toma Abel, dáselo a mi Rita…, porque a nosotros nos matarán! Y diciendo esto se lo entregó por la ventana… Por eso te digo que lo del reloj sucedió en el cuartel, no en el cementerio como tú lo cuentas. En cuanto mi padre quedó libre parece que se puso en la carretera, por allí donde el café El Pilar, esperando encontrar alguien con quién bajar hacia su casa. Alguno que había por allí y conocía lo sucedido le dijo que se escondiera: ¡Escóndete, Abel, a ver si te vuelven a coger…! Y mi padre debió esconderse… Pero estando allí vio pasar el furgón donde llevaban a los otros detenidos, al tío Ignacio y a sus yernos, Manuel y Tomás, y a tío Aurelio, el padre de Pepe. Según contaba él, desde la carretera aún oyó los disparos del cementerio, pues a los demás los mataron…>[15]

Interior del cementerio municipal de Villel (Teruel), con detalle del pasillo central y nichos de la tapia de poniente, a la izquierda (2011).

El testimonio de la señora Emerenciana resulta esclarecedor, pues además de aclarar el detalle del reloj explica el motivo por el que su padre fue puesto en libertad. Cabe añadir que cuando dice de José (a) el Cuervero, se está refiriendo a José Asensio Pinazo (1884-1952), miembro del Comité Revolucionario de Torrebaja; lo que explica de paso el valor del aval firmado a favor de su cuñado Abel.[16] Asimismo, justifica que en algún momento de aquel día trágico el señor Abel pudiera encontrarse en Villel con el señor José (a) Zapatos y los milicianos del camión.

Puestos a aclarar algunos aspectos oscuros del relato inicial, resulta también apropiado traer a este punto el testimonio de la señora Rita Gómez Martínez, viuda del asesinado señor Manuel Gómez Esparza:
  • <Que su esposo Manuel Gómez Esparza fue detenido el día/ siete de septiembre de mil novecientos treinta y seis sobre/ las doce de la noche cuando se encontraba en el lecho en su/ domicilio de la masía Viñuelas Altas de este pueblo./ Que sobre la hora expresada un grupo de milicianos [...] mandados por un capi-/ tán llamado Joaquín Martínez Cerón (a) Malacara, rodeó la masía/ donde vivía con su esposa, el padre de la declarante y un ma-/ trimonio compuesto por Don Tomás Gómez Esparza y Doña María/ Gómez Martínez hermana de la declarante, penetrando en la casa/ y detenido el esposo de la dicente, su padre D. Ignacio Gómez/ Gómez y su hermano político D. Tomás Gómez Esparza los cuales/ fueron conducidos a un edificio, hoy Cuartel de la Guardia Civil/ donde permanecieron hasta el día siguiente sobre las cinco de/ la tarde en que fueron llevados en unión de D. Aurelio Cortés/ Soriano al Cementerio de este pueblo donde fusilaron (a) los cuatro./ Que en el grupo de milicianos que fueron a detenerlos iba un/ individuo llamando Antonio Muñoz Eslava de Vallanca (Valencia)/ el cual maltrató a la declarante y a su hermana y ha dicho en/ alguna ocasión que él había fusilado a los Ritos, nombre con que/ se conocía a los familiares de la declarante que fueron asesi-/ nados>.[17]

Interior del cementerio municipal de Villel (Teruel), con detalle de un arco de ladrillo en el pasillo central y nichos de la tapia septentrional, al fondo (2011).

 El testimonio de la declarante resulta providencial para aclarar definitivamente lo sucedido, al menos en su argumento central. Personalmente me resultó muy gratificante hallar el registro de referencia, lo hallé en la Causa General en 2010, mientras que el testimonio de mi informante lo recogí en 2001, cuando el señor José (a) el Campero contaba 83 años.

La historia narrada concuerda en su tesis principal: la noche del siete al ocho de septiembre de 1936, el señor Aurelio Cortés Soriano fue detenido en su casa de El Campo por un grupo armado, comandados por un tal Joaquín Martínez Cerón (a) Malacara –sargento o capitán de milicias-; posteriormente detuvieron al señor Abel Belenguer Monterde en su casa de El Campo, sita al otro lado del Turia, bajo el peñasco. Con los dos detenidos la comitiva miliciana se dirigió hacia Villel. Camino de Villel se detuvo en la masía de Viñuelas Altas, allí prendieron al señor Ignacio Gómez Gómez y a sus yernos, los señores Manuel y Tomás Gómez Esparza, cuñados. Con los cinco detenidos la comitiva continuó camino hacia Villel. Arribados a Villel los encerraron en alguna  habitación del ya entonces cuartel de la Guardia Civil. En algún momento de ese mañana, los milicianos liberaron al señor Abel Belenguer, merced a un aval firmado por su cuñado, el señor José Asensio (a) el Cuervero, miembro del Comité Revolucionario de Torrebaja. Estando ya fuera del calabozo fue cuando se produjo la anécdota del reloj: ¡Toma Abel, dáselo a mi Rita…, porque a nosotros nos matarán! –y se lo entregó por la ventana-: resulta perfectamente factible que este episodio se produjera en el cuartel, pues dicho edificio posee varias ventanas rejadas que dan a la calle.

Panteón "in memoriam" de los vecinos asesinados en el cementerio de Villel (Teruel), el día 8 de septiembre de 1936 (2011).

El testimonio del señor José (a) el Campero es irrefutable hasta este punto, pues según dice siguió a la comitiva con los detenidos hasta Villel, adonde llegaron de madrugada. Sin embargo, resulta dudoso que viera partir una ambulancia del cuartel con los detenidos, ni “la figura del tío Ignacio, agitando las manos a través de los cristales de la ambulancia”; aunque tampoco podemos contradecirlo, pues los arrestados pudieron ser trasladados a otro lugar, para volverlos después al cuartel. En todo caso, el informante no pudo ver salir a la ambulancia con los detenidos cuando los llevaban camino del cementerio -detalle que corresponde al testimonio de lo relatado por la señora Emerenciana, que lo oyó de su padre el señor Abel Belenguer-; pues el fusilamiento se produjo sobre las cinco de la tarde del 8 de septiembre, mientras él estaba en casa de Abel Belenguer, o en su propia casa, con su madre y hermanos. Es decir, en el relato del señor José (a) el Campero, aparentemente falla la cronología temporal, desde el momento en que los detenidos llegaron a Villel. Por lo demás, todo es perfectamente creíble... Si los fusilamientos fueron por la tarde, le dio tiempo sobrado de regresar a su casa de El Campo, contar lo que pasaba a su madre, ir a Libros con la bicicleta para avisar a Emilio Marqués y a Joaquín (a) el Temprano: ambos individuos se dirigieron a Villel con el coche de Joaquín y camino de Villel dejaron al informante en la casa de Abel Belenguer en El Campo. Cuando Emilio Marqués y Joaquín arribaron a Villel bien pudieron oír éstos los disparos del fusilamiento...




[1] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Contra las tapias del cementerio de Villel (Teruel), en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, 2007, vol. I, p. 426.
[2] Ibídem.
[3] Ibídem.
[4] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Libros en la Causa General de Teruel, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, 2011, vol. IV, p. 489.
[5] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. El barrio minero y La Azufrera de Libros (Teruel), una visita guiada (y II), en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, 2008, vol. II, p. 404. ID. La Guerra Civil Española en el Rincón de Ademuz, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, 2011, vol. III, p. 140 y 171; ID. Manuel Marqués Tortajada, la persistencia de la memoria, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, 2011, vol. III, pp. 220-221.
[6] SÁNCHEZ GARZÓN (2007), p. 427.
[7] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Anexo a “Contra las tapias del cementerio de Villel (Teruel), en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, 2009, vol. III, p. 473.
[8] SÁNCHEZ GARZÓN (2009), pp. 473-474.
[9] SÁNCHEZ GARZÓN (2007), p. 428.
[10] SÁNCHEZ GARZÓN (2011), p. 465.
[11] SÁNCHEZ GARZÓN (2007), p. 428.
[12] SÁNCHEZ GARZÓN (2011), p. 468-469.
[13] Ibídem, p. 497.
[14] SÁNCHEZ GARZÓN (2009), pp. 473-474.
[15] Ibídem.
[16] Ibídem, p. 475.
[17] SÁNCHEZ GARZÓN (2011), p. 468.

3 comentarios:

Faustino Calderón dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

soy biznieta de Nicasio Perez Monleón y de José Roselló Prior, ambos fallecidos durante la guerra civil en Villel, mi padre era un niño de unos 11 o 12 años en aquella época y él y mis tios y mi abuela fueron de las últimas personas que quedaron en el pueblo una vez evacuado. Me gustaría contactar con Vd. para poder aclararle muchos detalles que conozco, así como si pudiera ser me aclarase Vd. a mí muchas de las cosas que mi familia siempre nos ha ocultado, mi correo electrónico es lola61@hotmail.es Muchas Gracias. Un Saludo.

Anónimo dijo...

Pere Hormigos Sánchez, Almenara, Castellón
En 1957, cuando el Turia bajaba desbordado para anegar Valencia, yo estava viviendo en la Casa de Abel Belenguer Monterde con mi padre y mi madre. Tengo fotografias de hace unos años. No sabia que se habia tirado a pique. Tu reportaje me abre recuerdos por vivir de pequeñito en toda la zona que comentas en el artículo. Por cierto muy bien realizado, enhorabuena.