sábado, 27 de octubre de 2012

DEL RINCÓN DE ADEMUZ…, LUEGO ESPAÑOL.

Contra el nacionalismo separatista,
a propósito del lugar de nacimiento y la vocación de ser de cada uno.




Por eso digo yo que soy del Rincón de Ademuz, valenciano de nacimiento, 
catalán por bachiller, aragonés por origen y trabajo [...]
 y castellano por idioma y fervor [...]; 
esto es, español de pura cepa y europeo por vocación.













Palabras previas.
Soy natural de Torrebaja, esto es, del Rincón de Ademuz, una comarca del poniente valenciano entre Cuenca y Teruel; pero soy también aragonés, castellano y catalán, luego español... Resulta razonable pensar que si uno es del Rincón de Ademuz sea también valenciano y por ende español; lo que no resulta tan lógico –pensarán ustedes- es que se pueda ser a la vez valenciano, aragonés, castellano y catalán a la vez. ¡Pues yo lo soy, porque lo quiero ser; qué le vamos a hacer!

De siempre había pensado que uno es de donde nace, hasta que en cierta ocasión leí o escuché decir a alguien: Yo soy de donde comen mis hijos... –lo cual me dio que pensar, pues pensé que sin ser falso lo anterior, esto también era cierto -. Porque el lugar de nacimiento no deja de ser algo circunstancial, ya que nadie elige donde, cuándo ni cómo nacer. Venimos al mundo donde nos pare nuestra madre, donde nos nacen.


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La familia Sánchez-Garzón con sus hijos en Torrebaja (Valencia), ca.1960.


De la influencia del bachillerato.
Hace algunas semanas recibí un correo electrónico con un enlace a una página web, de esos que dejas sin abrir en la bandeja de entrada durante días, hasta que antes de eliminarlo decides abrirlo. Bien, pues al abrir uno de esos correos me encontré con una página de LibertadDigital, en la que había un artículo de opinión firmado por Federico Jiménez Losantos.[1] Este periodista no es santo de mi devoción –en realidad no tengo ninguno, aunque venero a san Francisco de Asís-, pero me gusta cómo escribe y sintonizo con algunas de las cosas que comenta. Además es de Orihuela del Tremedal, un pueblo de Teruel, lo que ya es una garantía... Me gusta el periodista porque habla claro, aunque no siempre comparto lo que dice. Todo fue que el suelto de marras me encantó, porque es precioso; al menos a mí me lo pareció. El escrito de don Federico comienza así: “Mingote decía que uno no es de donde nace, sino de donde hace el bachillerato, así que él era de Teruel”. Se trata de una frase, pues podríamos preguntarle de dónde son entonces los que no han cursado el Bachiller, ¿acaso no han nacido…? Imagino se refiere a la importancia de la formación, pues uno prorrumpe realmente a la vida con la educación.

Con todo, el asunto tiene su miga, porque el bachillerato y la adolescencia suelen ir juntos y ambas circunstancia le marcan a uno. Visto  así, concibiendo por naturaleza el lugar donde se alcanzó la graduación,  soy catalán... Claro, yo estudié mis primeras letras en el Colegio Público -entonces Escuelas Nacionales-, de Torrebaja, y el examen de ingreso lo rendí en el instituto “Ibáñez Martín” de Teruel (1964).[2] Un inciso: No sé si este centro de enseñanza media seguirá denominándose así, pues tengo entendido que algún iluminado, con motivo de la malhadada Ley de Memoria Histórica, propuso cambiarle el nombre por otro que no estuviera vinculado al franquismo, pues José Ibáñez Martín (1896-1961)[3] fue Ministro de Educación y primer presidente del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC): por ello condenaron a don José a la damnatio memorie...[4] Si todo lo relacionado con el régimen anterior hubiera que desecharlo habría que fumigar a más de la mitad de los españoles: quien esté libre de culpa que arroje la primera piedra…


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El autor  -posando en la Plaza de Cataluña con unas palomas- durante una estancia en Barcelona (ca.1956).
Como decía, en el otoño de ese mismo año –de 1964- mis padres me enviaron a estudiar el Bachillerato a Barcelona, con unos tíos... Mis tíos no tenían hijos, pero lo fui yo durante muchos años. Allí en la ciudad condal vivían también otras hermanas de mi madre, dos de ellas casadas con catalanes de honda prosapia, no hay más que ver sus apellidos: Torredefló, Vallvé y Gastó; otra estaba casada con un señor de Castielfabib (Valencia), de apellido Gómez. Ellos tenían profesiones diversas, de los catalanes uno era sereno en la zona de la calle Verdi, otro taxista, mientras que el castielero trabajaba en los servicios municipales de parques y jardines... Cada cual con su carácter, pero todos buena gente, sencilla, humilde, trabajadora...


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El abuelo José Garzón Casino (1876-1959), con dos de sus hijas y una nieta en El Cuervo (Teruel), ca.1945.

De El Cuervo (Teruel) a Madrid.

Mis tías eran aragonesas, naturales de El Cuervo (Teruel), como mis abuelos maternos: personas del campo que habían tenido que emigrar a la ciudad para ganarse la vida. La emigración de mis abuelos maternos databa de principios del siglo pasado –del siglo XX-: primeramente la familia había emigrado a Madrid, donde mi abuelo José Garzón Casino (1876-1959) –extraordinario personaje, alegre, dicharachero y vividor- era Guardia de Seguridad, pero con anterioridad –en el intersiglo XIX al XX- había ido en una cuadrilla de podadores que trabajaba en los jardines del Palacio Real –pues los de Castielfabib, Cuesta del Rato y El Cuervo practicaron esta actividad durante décadas-: muchas veces oí contar a mi madre anécdotas referentes a esta época de su vida: el joven rey -Alfonso XIII (1886-1941)- se escapaba a veces de sus cuidadores, para irse a almorzar de lo que comían los podadores del palacio... Decía que el abuelo José era muy célebre, un personaje notable, fornido y de gran estatura: ¡Cómo me hubiera gustado charlar con él, conocerle!, pero falleció siendo yo muy niño. En su ancianidad, cuando yo le conocí, gastaba boina, fumaba pitillos liados y se ceñía la cintura con una larga faja negra de algodón. La familia vivía en el barrio del Progreso,  distrito de Carabanchel Bajo, allí nació mi madre –en 1913-. Fueron cinco hermanos: José, Clotilde, Amelia, Paquita y Celestina. La abuela -Dominica Casino Alamán (1877-1960)- era de cuerpo menudo y callada, pero muy viva de genio, llevaba el cabello recogido en un moño y con pañuelo, siempre vestida de oscuro. Tenía mucho apego a su tierra –donde la familia poseía algunas propiedades, casas y fincas-; pero ella era una mujer de pueblo y no se hacía a la ciudad: este fue el motivo que la llevó a convencer a mi abuelo para que solicitara el traslado a Teruel.


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La abuela Dominica Casino Alamán (El Cuervo, 1877-Torrebaja, 1960).




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Vista de El Cuervo (Teruel), con detalle de la torre-campanario de la parroquial -Nuestra Señora de los Ángeles- entre la eminencia del Castillo (derecha), el cerro de San Pedro (izquierda) y la Peña Blanca al fondo (ca.1945).


De Madrid a Teruel.
Decía que la abuela convenció al abuelo para trasladarse a Teruel, y allí se marcharon con toda la familia, con el propósito de estar cerca de El Cuervo y pasar temporadas en su casa; porque ya dije que el terruño le tiraba mucho. Estando en Teruel vivieron en una casona o patio de vecinos de la calle del Clavel, a la derecha de la que va del Torico al Rabal... Por la mañana, en cuanto amanecía, lo primero que hacía la abuela era poner al fuego un gran puchero con malta, porque todos los días iba a parar a su casa gente del pueblo que venía a Teruel con el coche de línea... De su estancia en Teruel, recuerdo una anécdota que contaba mi madre: sucedió que lo llamaron, porque un hombre estaba dando una paliza a una mujer, no sé si su esposa o amante... -pues el abuelo era Guardia de Seguridad-. El caso fue que agarró del pescuezo al agresor y lo levantó en vilo, para evitar que siguiera pegando a la pobre mujer. En eso que la mujer se levanta del suelo y comienza a aporrear al abuelo, que lo soltara, que eso eran cosas suyas y tal y cual. Él soltó al matón, el cual cogiendo a la mujer se marchó... No sé cómo acabaría el asunto; pero lo de la violencia de género viene de antiguo.

Viviendo en Teruel, durante una estancia en El Cuervo, nació la última de las hijas, Celestina –eso fue hacia el año 1917-: con cinco de familia los abuelos vieron que allí en Teruel había poco futuro para sus hijos... Y sucedió que pasó por su casa uno de aquellos vecinos del pueblo que se iba a Barcelona, porque allí había mucho trabajo entonces: justamente estaban haciendo algún tramo del metro y buscaban trabajadores, esto sería al comienzo de la Dictadura de Primo de Rivera (1923-30). Todo fue que se llevó al hijo mayor, a trabajar con él...


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Francisca Garzón Casino (1913-99) -primera de la izquierda- con sus hermanas: Clotilde, Celestina y Amelia en Barcelona (ca.1927).

De Teruel a Barcelona.
Y esa fue la excusa que necesitaron, pues al poco tiempo los abuelos dejaron Teruel y marcharon a Barcelona. El viaje en tren fue antológico: entre otras cosas sucedió que, estando en la Estación del Norte, le robaron al abuelo la cartera. Los pocos ahorros que llevaba le desaparecieron. Los primeros tiempos en Barcelona fueron malos, muy malos, dependiendo casi en exclusiva de la escueta paga de guardia... Se instalaron en una casa de la calle Verdi, vía muy empinada cerca del Parque Güell: entonces era aquello una barriada de gente trabajadora, periférica y poco poblada, con algunos chalecitos y casitas bajas, desde donde se veía toda Barcelona...


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Francisca Garzón Casino (1913-99), en Barcelona (1930).


Cuando cumplió los 18 años mi madre se puso a “servir”, esto sería hacia 1931-32, al comienzo de la República... Por medio de una señora de Torrebaja, encontró trabajo como doméstica en la casa de una familia de la alta burguesía catalana –me refiero a doña Trinidad Rius Fabra, viuda de don Jaime Nadal Camps y de Ballester-.[5] Mi madre era alta y bien parecida, portaba el cabello recogido en una gruesa trenza y, pese a ser una asalariada, se convirtió para esta señora en una persona muy querida: prueba de ello son las cartas que la "señorita Trini", como ella la llamaba, le enviaba cada año por Navidad, junto con una caja con turrones, vino de cava de "Cuatro Torres", la heredad que tenía en Alella, galletas de Camprodon y otros regalos, como libros y un número de lotería: esto ya años después de haber dejado aquella casa. Mi madre guardó las cartas y fotos familiares que le enviaba su antigua señora toda su vida y yo todavía las conservo, en consideración a sus afectos. Bien es cierto que aquellos regalos venían en correspondencia a la caja de selectas manzanas esperiegas que mis padres previamente le enviaban...


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Don Jaime Nadal Rius (1920-2000) y su madre, doña Trinidad Rius Fabra (24 de noviembre de 1936).



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Doña Trinidad Rius Fabra, viuda de Nadal (Barcelona, ca.1960).
            
Estando mi madre trabajando en aquella casa el abuelo José enfermó, parece que no le probaba el clima de Barcelona, y él y la abuela volvieron al pueblo, junto con la hija pequeña. Cierto día de mediados de julio de 1936, la tía Celestina, la que casó con el castielero, pasó por la plaza de la Iglesia con una cesta de comida para el abuelo, que estaba trabajando en unas fincas que tenía en el “Río de Allá Arriba” -una partida del término junto al río Ebrón-, y vio cómo sacaban las cosas de la iglesia y las pegaban fuego en la plaza. Al llegar a la finca exclamó toda alterada: ¡Padre, que están quemando las cosas de la iglesia! El abuelo dijo: ¡Hija, esto es la guerra! -lo dejó todo y se bajó con su hija al pueblo-. El abuelo no se sorprendió demasiado, porque era algo que estaba en el ambiente y se veía venir. Mi madre y dos de sus hermanas pasaron la guerra civil en Barcelona, recuerdo los relatos que me hacía de los bombardeos nacionales, el hambre y las penurias que pasaron en los últimos tiempos. Ella se quedó al cargo de la casa donde vivía la familia Rius, una mansión en el paseo de Gracia, mientras los dueños huían a Francia para volver a entrar después en España por San Sebastián. 

Decía que al principio de la guerra fue un grupo de milicianos y gente armada con algún policía y requisaron todo lo que había de valor en la casa, una parte se la llevaron y otra, la vajilla y cubertería de plata, porcelanas, jarrones y demás lo colocaron en unos armarios altos que había en una estancia y los sellaron, con una advertencia: ¡Que nadie toque esto o se atenga a las consecuencias! Los altillos permanecieron cerrados toda la guerra, hasta que unos días antes de la entrada de las tropas franquistas, varios milicianos o lo que fueran, volvieron a la casa, rompieron los precintos y se llevaron la plata...


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Francisca Garzón Casino (1913-99) -izquierda- con su hermana Amelia (Barcelona, ca.1933).
          
Contaba mi madre que en cierta ocasión, yendo ella y su hermana mayor en el metro, se encontraron con una pareja conocida del barrio: él era de Vallanca –un tal Constancio o Constantino-: iba armado hasta los dientes y ella toda enjoyada. Con la mayor naturalidad les dijeron que comían y dormían en el Ritz, uno de los hoteles más prestigiosos de la ciudad: mi madre y su hermana se miraron asombradas... Historias como estas fueron frecuentes entonces. Finalmente, cuando las tropas de Franco entraron en Barcelona, mientras miles de personas cruzaban la frontera hacia Francia, otros cientos de miles vitoreaban a las tropas vencedoras cuando desfilaban por la Diagonal.


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"Villa Lolita", palacete en San Sebastián, propiedad de la abuela de doña Trinidad Rius Fabra (1961).


Después de la guerra la vida fue recobrando su normalidad, para unos más lentamente que para otros... Todos los años mi madre marchaba con el resto del servicio a San Sebastián, donde veraneaban los señores. Aquella rica familia tenía ascendientes vascos por parte de la señora, que poseían su residencia en una estupenda mansión próxima al palacio de Ayete, donde también holgaba Franco en agosto.[6] Su vinculación con el franquismo era evidente, no sólo por ideología y posición, también por lazo familiar, pues según creo la mencionada señora Trini y el general Antonio Barroso y Sánchez Guerra –militar español que ocupó altos cargos en el franquismo, entre ellos Ministro del Ejército- eran primos.[7] Durante la posguerra inmediata el general Barroso estuvo varias veces en casa de la señora Trini, y cuando las cosas vinieron malas para algunos familiares y amigos de mi madre, por su vinculación política con la República, en la Guerra Civil y la posguerra, ella no dudó un momento en recurrir a la influencia de su señora para que intercediera por ellos. Cuando hablaba de estos asuntos citaba una frase de la señora Rius: Paquita, no sé si tus familiares sabrán agradecerte todo lo que estás haciendo por ellos; lo que lamento es no poder hacerlo en un futuro por tus hijos...



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Francisca Garzón Casino (1913-99), -tercera por la izquierda- paseando por Las Ramblas con unas amigas (Barcelona, ca.1945).

De la Ciudad Condal a Torrebaja, donde me nacieron.
 Mi madre sirvió en la casa de los Rius toda su juventud –de los 18 a los 37 años-, hasta que se casó y se instaló en Torrebaja con su marido, un labrador y tratante que fue mi padre -Alfredo Sánchez Esparza (1905-84)-: yo nací en 1952 y mi hermano menor tres años después –el amor de su marido y el nacimiento de los hijos le hicieron más llevadera su estancia en el pueblo, pues ella permaneció toda su vida fiel a su Barcelona querida-. Mis ascendientes paternos se circunscriben al Rincón de Ademuz, pues mis tatarabuelos procedían de Casasaltas y Ademuz y mis abuelos de Torrebaja y Castielfabib, asimismo gentes del campo, sencillas y trabajadoras, que por alguna razón no quisieron o no tuvieron necesidad de emigrar.

Aunque mi familia vivía en Torrebaja, yo tomé la Primera Comunión en Barcelona (1961), momento que aprovechó mi madre para llevarme a ver a su querida señorita Trini –me refiero a doña Trinidad Rius Fabra-: una señora ya mayor, estatura media, elegante y con mucho porte. Estuvimos en su casa y al día siguiente quedamos en Pedralbes, para ver a su hijo "Tito" -don Jaime Nadal Rius (1920-2000)-, y conocer a su esposa, la señora Mª Francisca Giró Masana, con la que tuvo cuatro hijos: Jaime, Ñako, Patricia y Santiago.[8] Aunque por entonces creo que sólo habían nacido los dos primeros... El señorito "Tito" era un tipo de persona simpático y hablador, pero su esposa se mostraba distante, aunque cortés; sin duda no comprendía la confianza y el cariño con que su suegra trataba a mi madre, la antigua "sirvienta". Aunque mi madre no fue nunca una "sirvienta" al estilo que se pudiera pensar, pues su única función era acompañar y estar al tanto de su señora, viuda desde la juventud, con la que compartía confidencias e intimidades. Antes de la guerra mi madre padeció unas fiebres tifoideas que la pusieron al borde de morir, el diagnóstico de aquellas malignas fiebres lo realizó en su laboratorio el doctor Armengué, que era de la familia de la señora, y aconsejó el ingreso de la paciente. Pero la señora no consintió que trasladaran a mi madre al hospital, mandó habilitar una estancia en su propia casa y le puso una enfermera que la cuidaba día y noche, y la misma señora se turnaba con la enfermera en el cuidado de la paciente. El agradecimiento y la veneración de mi madre por su señora lo tuvo hasta el final de sus días, hasta el punto que jamás me contó algo negativo de ella, un mal gesto, una mala palabra. En ello influía el carácter amable de mi madre -que también tenía su genio y cierta propensión al drama-, además de su condición de bien nacida...
           
            Mi vida transcurrió felizmente en Torrebaja, con mis padres y hermano, hasta que cumplí los 12 años –esto fue en 1964-. Entonces me enviaron a Barcelona con unos tíos, para comenzar allí el Bachillerato: mi colegio fue el “Patronato de la Sagrada Familia y san Ignacio de Loyola”, un conocido centro de enseñanza sito en la intersección de la calle Córcega con la de Cerdeña: desde el balcón de la casa de mis tíos se veía el patio del colegio, y las torres del templo de la Sagrada Familia casi podían tocarse con la mano. La plaza frente al templo fue mi lugar de juegos, donde nos reuníamos los niños del barrio. En cierta ocasión pasó por allí Salvador Dalí con sus estilizados bigotes, que fue para hacerse unas fotos junto al templo y los niños nos agrupamos junto a él para escuchar las tonterías que a veces decía y las caras raras que ponía. Me dio un autógrafo que guardé mucho tiempo, pero finalmente debí perderlo. Los sábados acompañaba a mi tía al mercado de Gracia, allí se encontraba con sus hermanas: unas veces me iba con alguna de ellas, a pasar el fin de semana; otras me volvía con la tía, ayudándole con las bolsas de la compra. Casi todos los días iba a una vaquería de allí cerca a comprar medio litro de leche con una lechera. Y los sábados por la tarde, al "Texas", un cine de barrio donde hacían sesión doble, y también al "Delicias", que estaba cerca de casa. Pues el cine ha constituido siempre una pasión para mi. Ya adolescente salía con algunos chicos del pueblo a explorar la ciudad...

Del colegio recuerdo el patio de tierra y a los hermanos Antonio y Serviliano Jara, que fueron dos de mis profesores. Al ser un colegio privado, los exámenes los hacíamos como alumnos libres en el instituto “Auxiàs March”, que estaba por Pedralbes. Mi estancia en Barcelona se prolongó seis años, que recuerdo con cierto desasosiego, pues los viví con una gran añoranza de mis padres, de mi hermano y del pueblo... En aquellos años no se estudiaba el catalán, y aunque mis tíos lo hablaban entre ellos, yo fui siempre un “charnego”: el idioma lo estudié años después, y tengo los diplomas de grado oral y elemental de la “Junta Qualificadora de Coneiximens de Valencià” que lo certifican (1995): lo hablo cuando voy el pueblo de mi mujer, pues en Pego (Alicante) son fundamentalmente valenciano parlantes.


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Boda de mis padres -Alfredo Sánchez Esparza (1905-1983) y Francisca Garzón Casino (1913-99)-, en Torrebaja (Valencia), 1951.

Terminado el Bachillerato me trasladé a Valencia, en cuya Universidad estudié Enfermería (1973) y luego la Licenciatura en Medicina y Cirugía (1983). He estudiado y vivido en Valencia, me casé en Ávila con una moza pegolina, enfermera de profesión y nuestro primer hijo nació en Ávila. De allí nos trasladamos a Elche (Alicante), y luego a Torrebaja, donde nació nuestro segundo hijo. He trabajado en Valencia, en Arenas de San Pedro y en El Tiemblo (Ávila), en Elche (Alicante) y en Teruel, donde ejerzo actualmente. La política me interesó un tiempo, fui alcalde independiente de Torrebaja –legislatura municipal 1991-95-: pero la experiencia no me gustó, por eso no repetí. El resto de mi familia y la de mi madre se hallan dispersos por distintos lugares de España. Actualmente resido en Torrebaja, pero podía estar viviendo en cualquier otro lugar donde he estado, mayormente ha dependido de la Providencia, y un poquito de mi voluntad y de la de mi mujer...



Palabras finales.
Como diría Josep Pla i Casadevall (1897-1981),[9] el ampurdanés universal y escritor catalán contemporáneo que más estimo, todo esto que cuento no tiene la menor importancia, ya que son historias familiares y anécdotas triviales, excepto para demostrar que somos de muchas partes y andamos muy mezclados; y que siendo cada cuál de donde sea, todos “somos nacidos” en uno u otro lugar, sin que nadie nos haya preguntado si queríamos nacer aquí o allá, porque todo esto es circunstancial, contingente, imprevisible. Pues uno no es en exclusiva de donde le nacen, ni de donde quiere –con la excepción de los de Bilbao y algunos catanes, claro-, sino de donde puede, de donde sus padres se ganan el pan o tiene uno enterrados a sus muertos. Incluso los hay que son –como decía el genial Mingote-[10] de donde hacen el bachiller; o de donde se enamora uno la primera vez, o la última, o del pueblo de la mujer..., o del sitio donde quiere ser enterrado. ¡Qué más da! Lo importante es sentirse a gusto donde uno está, para lo cual es preciso conocer y amar el lugar donde se vive! Por eso digo yo que soy del Rincón de Ademuz, valenciano de nacimiento, catalán por bachiller, aragonés por origen y trabajo -porque siendo niño me pasó mi madre bajo el manto rojo de la Virgen del Pilar en Zaragoza- y castellano por idioma y fervor, pues soy devoto de la Virgen de Santerón y de la Virgen de Tejeda; esto es, español de pura cepa y europeo por vocación. Vale.






[1] JIMENEZ LOSANTOS, Federico. El día que un hombre sólo, Antonio Mingote, tomó Teruel, del sábado 3 de marzo de 2012.
[2] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. De las escuelas y maestro del Rincón de Ademuz en otro tiempo, del miércoles 15 de febrero de 2012.
[3] José Ibáñez Martín. (2012, 15 de octubre). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 10:23, octubre 27, 2012.
[4] Damnatio memoriae. (2012, 23 de octubre). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 15:34, octubre 27, 2012.
[5] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. La navidades de mi infancia en Torrebaja (Valencia), del miércoles 28 de diciembre de 2011.
[6] Palacio de Ayete. (2012, 17 de octubre). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 16:15, octubre 25, 2012.
[7] Antonio Barroso y Sánchez Guerra. (2012, 10 de julio). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 09:24, octubre 26, 2012.
[8] Don Jaime Nadal Rius en: La Vanguardia, del 18 de abril de 2000.
[9] Josep Pla. (2012, 26 de octubre). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 13:24, octubre 27, 2012.
[10] Antonio Mingote. (2012, 8 de agosto). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 18:37, octubre 27, 2012.

8 comentarios:

Ismael Roger Martínez dijo...

Entrañable artículo. Además de compartir tus opiniones, comentar que muchos en mi familia tuvieron que emigrar también a Barcelona.

Un abrazo.

Óscar Pardo de la Salud. dijo...

Alfredo me ha gustado mucho tu artículo, discrepo un poco respecto a Jiménez Losantos, el cual creo que es un ejemplo de lo que nunca debe ser el periodismo, no me gusta el insulto como coartada y hace mucho uso de este elmento.
Por lo demás un artículo impecable y una historia muy bonita.
Y mi consideración es de ciudadano del mundo.
Un abrazo grande.

ALFREDO SÁNCHEZ GARZÓN dijo...

Ismael, gracias por tu nota, me alegra te haya gustado el artículo. Por otra parte, siempre es tranquilizador pensar que uno no está solo... Un abrazo.

ALFREDO SÁNCHEZ GARZÓN dijo...

Amigo Oscar, gracias por los elogios, siempre exagerados e inmerecidos. Respecto a Jiménez Losantos, con independencia de los gustos de cada cual y de la ideología con la que nos manejemos, hay que reconocer que es un gran periodista, inteligente e incisivo, cuya capacidad analítica ya quisieran muchos de los "políticamente correctos": para periodismo basura el de telecinco... Te invito a releer el artículo de J. Losantos que utilizo como referencia en mi texto; para mi gusto es una joya. Por lo demás, estoy conforme contigo, y no voy a defender lo contrario, pues se puede decir todo o casi todo sin necesidad de vilipendiar, insultar o denigrar a nadie. Un abrazo.

María Sánchez dijo...

Muy buen relato tío Alfredo! Me ha gustado mucho, y he aprendido cosas de la abuela que no sabía!! Besos a los cuatro desde Madrid!

Nyako Nakar dijo...

Hola Alfredo me ha gustado mucho tus observaciones de tu abuela y familia. También por estar implicado, pues soy el hijo de Jaime Nadal Rius, ahora me llamo Nyako Nadal, me ha hecho mucha ilusión ver una imagen de Villa Lolita, mansión que ya no existe pero que siempre he amado mucho. Teneis mas fotos de mi familia?.
Bueno encantado de conocerte, a tu abuela no la conocí, yo era demasiado pequeño y no me acuerdo. Pero si que te puedo confirmar que mi abuela era muy especial, aunque los últimos años tuvo una enfermedad y perdió la cabeza, siguio siendo muy especial y cariñosa.Un abrazo my grande NN
nyakonadal@telefonica.net

Nyako Nakar dijo...

Me acabo de dar cuenta que Francisca Garzón era tu madre, diculpa.
Mi padre escribió un libro de su familia, lo conoces?, no se si quedan copias.Un abrazo NN

Nyako Nakar dijo...

Relato de mi hermana Patricia:
Hola Alfredo:

Dicen que no existen las casualidades, así que si mi hermano Pedro y mis sobrinos ayer descubrieron tu blog no fue porque si.

Has dejado a toda la familia excitadísima y muy contenta, ya que cuando alguien trata con cariño y respeto a un ser querido nos sentimos tremendamente agradecidos, y así nos sentimos al ver como rememoras los recuerdos de tu madre hacia mi abuela,Trini.

He de reconocer que con Ella tuve un vinculo muy especial (la verdad es que mis dos abuelas para mi han sido muy importantes para mi crecimiento personal, ellas me enseñaron a ser una “buena persona”), y a lo largo de mi vida siempre las llevo conmigo.

Ese vinculo del que te hablaba no es tan solo emocional y de cariño, que lo es, sino que me dice todo el mundo que me parezco física y mentalmente un montón a Ella. Mis amigos a veces en plan jocoso me llaman Sra.Rius lo cual para mi es un orgullo.

Una vez Ella me reconoció que le hubiese gustado tener una niña (pero su marido, el único hombre en su vida, murió cuando mi padre apenas tenia unos meses de vida) así que nunca pudo cumplir ese deseo. Por ello muchas veces me trato más como una hija que como a una nieta; fui por ello una persona con suerte ya que sus desvelos por mi fueron los causantes en gran parte de mi madurez como persona. Entre otras cosas me pago todos los estudios y se preocupaba de como crecían en mi los valores de nobleza y bondad, que Ella poseía.

En fin no quiero extenderme más, pero te adjunto alguna foto más ya que soy la loca de los recuerdos y siempre ando desempolvando cosas de armarios cajones y baúles.